Benedicto XVI ilustra la verdadera sabiduría

Vivir la verdad en la caridad

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 20 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció Benedicto XVI este domingo al rezar el Ángelus junto a los peregrinos congregados en el patio del palacio apostólico de Castel Gandolfo.

* * *

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, con motivo de la acostumbrada reflexión dominical, me baso en el pasaje de la Carta de Santiago, que presenta la liturgia del día (3,16-4,3), para detenerme, en particular, en una expresión que impresiona por su belleza y su actualidad. Se trata de la descripción de la verdadera sabiduría, que el apóstol contrapone a la falsa sabiduría. Mientras ésta última es «terrena, natural, demoníaca», y se reconoce por el hecho de que provoca celos, rencillas, desorden, y toda clase de maldad (Cf. 3,16). En cambio, «la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía» (3,17). Una lista de las siete cualidades, según el uso de la Biblia, en la que destacan la perfección de la auténtica sabiduría y los efectos positivos que produce. Como primera y principal cualidad, presentada casi como una premisa de las demás, Santiago cita la «pureza», es decir, la santidad, el reflejo trasparente, por así decir, de Dios en el espíritu humano. Y, como Dios de quien procede, la sabiduría no tiene necesidad de imponerse por la fuerza, pues tiene el vigor invencible de la verdad y del amor, que se afirma por sí mismo. Por este motivo, es pacífica, dócil, complaciente; no es parcial y no recurre a la mentira; es indulgente y generosa, se reconoce por los buenos frutos que suscita en abundancia.

¿Por qué no detenerse de vez en cuando a contemplar la belleza de esta sabiduría? ¿Por qué no sacar del manantial incontaminado del amor de Dios la sabiduría del corazón, que nos desintoxica de las escorias de la mentira y el egoísmo? Esto se aplica a todos, pero, en primer lugar, a quien está llamado a ser promotor y «tejedor» de paz en las comunidades religiosas y civiles, en las relaciones sociales y políticas y en las relaciones internacionales.

En nuestros días, quizá en parte a causa de ciertas dinámicas propias de las sociedades de masa, se constata con frecuencia una falta de respeto por la verdad y la palabra dada, junto a una difundida tendencia a la agresividad, al odio y a la venganza. Escribe Santiago: «Frutos de justicia se siembran en la paz para los que procuran la paz» (Santiago 3,18). Pero para hacer obras de paz hay que ser hombres de paz, poniéndose a la escucha de la «sabiduría que desciende de lo alto» para asimilar sus cualidades y producir sus efectos. Si cada quien, en su propio ambiente, lograse rechazar la mentira y la violencia en las intenciones, en las palabras y en las acciones, cultivando con cuidado sentimientos de respeto, de comprensión y de estima por los demás, quizá no resolvería todos los problemas de la vida cotidiana, pero podría afrontarlos con más serenidad y eficacia.

Queridos amigos: una vez más la Sagrada Escritura nos ha llevado a reflexionar sobre aspectos morales de la existencia humana, pero a partir de una realidad que precede a la moral misma, es decir, la verdadera sabiduría. Pidamos a Dios, con confianza, la sabiduría del corazón por intercesión de quien acogió en su seno y engendró a la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor. ¡María, trono de Sabiduría, ruega por nosotros!

[Al final del Ángelus, el Papa volvió a tomar la palabra y a ofrecer su saludo en varios idiomas. En italiano, comenzó diciendo:]

A causa de las numerosas situaciones de conflicto que se dan en el mundo, nos llegan, casi diariamente, noticias trágicas de víctimas, tanto militares como civiles. Son hechos a los que no podemos acostumbrarnos nunca y que suscitan rechazo y desconcierto en las sociedades preocupadas por el bien de la paz y de la convivencia civil. En estos días, la noticia del gravísimo atentado en Afganistán contra militares italianos me ha provocado un dolor profundo. Me uno con la oración al sufrimiento de los familiares y de las comunidades civiles y militares, y al mismo tiempo, pienso con sentimientos similares en los demás contingentes internacionales que también han sufrido recientemente víctimas y que trabajan por promover la paz y el desarrollo de las instituciones, tan necesario para la convivencia humana. A todos, aseguro mi recuerdo ante el Señor, pensando en particular en las poblaciones civiles, e invito a elevar a Dios nuestra oración por todos. Deseo renovar también mi aliento a la promoción de la solidaridad entre las naciones para oponerse a la lógica de la violencia y de la muerte, favorecer la justicia, la reconciliación, la paz y apoyar el desarrollo de los pueblos, a partir del amor y de la compresión mutua, como he escrito recientemente en mi encíclica Caritas in veritate (n. 72).

Desde el próximo sábado, 26 de septiembre y hasta el lunes, 28, si Dios quiere, realizaré un viaje apostólico a la República Checa. Visitaré, Praga, así como Brno, en Moravia, y Stará Boleslav, lugar del martirio de san Wenceslao, patrono principal de la nación. La República Checa se encuentra geográfica e históricamente en el corazón de Europa, y tras los dramas del siglo pasado, tiene necesidad, al igual que todo el continente, de volver a encontrar las razones de la fe y de la esperanza. Siguiendo las huellas de mi querido predecesor, Juan Pablo II, que visitó ese país en tres ocasiones, también yo rendiré homenaje a los heroicos testigos del Evangelio, antiguos y recientes, y alentaré a todos a avanzar en la caridad y la verdad. Doy las gracias ya desde ahora a cuantos me acompañarán con la oración en este viaje para que el Señor lo bendiga y lo haga fecundo.

[En español, dijo:]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que se han unido a esta entrañable oración mariana del Ángelus y, en particular, al grupo de oficiales de la Academia Superior de la Policía Nacional de Colombia. Invito a todos a vivir siempre como servidores de la verdad y de los demás, como hizo y nos enseñó Jesús. Feliz domingo!

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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