Benedicto XVI inaugura la Cuaresma: somos “polvo, sí, pero amado”

Preside la misa de imposición de las Cenizas en la Basílica de Santa Sabina

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 17 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI recibió las cenizas, en la misa de inicio de Cuaresma, este miércoles por la tarde, recordando que el hombre «es polvo, sí, pero amado» por Dios.

En la Basílica de Santa Sabina de Roma, confiada a los padres dominicos, el Papa presentó el rito de bendición y de imposición de las cenizas como «un gesto de humildad que quiere decir: reconozco lo que soy, criatura frágil, hecha de tierra y destinada a la tierra, pero también hecha a imagen de Dios y destinada a Él»

Y añadió: «Polvo, sí, pero amado, plasmado por su amor, animado por su soplo vital, capaz de reconocer su voz y de responderle; libre y, por este motivo, capaz también de desobedecerle, cediendo a la tentación de l orgullo y la autosuficiencia».

Como un fiel más, el Papa recibió las cenizas en la cabeza de manos del cardenal eslovaco Jozeph Tomko, prefecto emérito de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y titular de esa basílica.

A su vez, el Papa las impuso a numerosos cardenales, entre los que se encontraba el cardenal secretario de Estado, Tarciso Bertone; el vicario de Roma, Agostino Vallini; y su predecesor y antiguo presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Camillo Ruini.

Antes de la celebración, el Papa había presidido una asamblea de oración, según la forma de las «estaciones» romanas, en la Iglesia de San Anselmo, en el monte Aventino, confiada a los monjes benedictinos. De ahí, partió la procesión penitencial a la Basílica de Santa Sabina para la celebración del rito.

En la homilía, el Santo Padre presentó todo el itinerario cuaresmal, que tendrá como zenit la Pascua, basado en «la omnipotencia del amor de Dios, en su total señorío sobre toda criatura, que se traduce en una indulgencia infinita, animada por una constante y universal voluntad de vida».

«De hecho –subrayó–, perdonar a alguien quiere decir: no quiero que mueras, sino que vivas; quiero sólo y siempre tu bien».

«La salvación, de hecho, es don, es gracia de Dios, pero para que tenga efecto en mi existencia exige mi consentimiento, una acogida demostrada con los hechos, es decir, en la voluntad de vivir como Jesús, de caminar tras él».

«Seguir a Jesús en el desierto cuaresmal es, por tanto, condición necesaria para participar en su Pascua, en su ‘éxodo'».

«Adán fue expulsado del Paraíso terrestre, símbolo de la comunión con Dios; ahora, para regresar a esta comunión y, por tanto, a la verdadera vida, a la vida eterna, es necesario atravesar el desierto, la prueba de la fe. Pero no solos, ¡sino con Jesús! Él, como siempre, nos ha precedido y ya ha vencido el combate contra el espíritu del mal».

«Este es el sentido de la Cuaresma –subrayó el obispo de Roma–, tiempo litúrgico que cada año nos invita a renovar la decisión de seguir a Cristo por el camino de la humildad para participar en su victoria sobre el pecado y la muerte».

Como es tradicional, el Papa ha escrito un mensaje a los católicos del mundo con motivo de la Cuaresma que en este año tiene por título: «La justicia divina, salvación para el hombre».

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ZENIT Staff

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