Benedicto XVI: La comunión, necesaria para la misión

Hoy durante el rezo del Ángelus

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo 24 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación las palabras pronunciadas por el Papa Benedicto XVI hoy, durante la introducción el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro ante peregrinos de todo el mundo.

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¡Queridos hermanos y hermanas!

Con la solemne celebración de esta mañana en la Basílica Vaticana se ha concluido la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos, sobre el tema: «La Iglesia católica en Oriente Medio: comunión y testimonio”. En este domingo se celebra, además, la Jornada Misionera Mundial, que tiene por lema: “La construcción de la comunión eclesial es la clave de la misión”. Llama la atención la similitud entre los temas de estos dos acontecimientos eclesiales. Ambos invitan a mirar a la Iglesia como misterio de comunión que, por su naturaleza, está destinado a todo el hombre y a todos los hombres. El Siervo de Dios papa Pablo VI afirmaba así: «La Iglesia existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa» (Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi, 8 diciembre 1975, 14: AAS 68, [1976], p. 13). Por esto la próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en 2012, se dedicará al tema «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana». En todo tiempo y en todo lugar – también hoy en Oriente Medio – la Iglesia está presente y opera para acoger a todo hombre y ofrecerle en Cristo la plenitud de la vida. Como escribía el teólogo italo-alemán Romano Guardini: «La realidad ‘Iglesia’ implica toda la plenitud del ser cristiano que se desarrolla en la historia, en cuanto que ésta abraza la plenitud de lo humano que está en relación con Dios» (Formación litúrgica, Brescia 2008, 106-107).

Queridos amigos, en la Liturgia de hoy se lee el testimonio de san Pablo respecto al premio final que el Señor entregará “a todos aquellos que han esperado con amor su manifestación» (2 Tm 4,8). No se trata de una espera ociosa y solitaria, ¡al contrario! El Apóstol vivió en comunión con Cristo resucitado para “llevar a cumplimiento el anuncio del Evangelio» para que “todas las gentes lo escuchasen» (2 Tm 4,17). El deber misionero no es revolucionar el mundo, sino transfigurarlo, tomando la fuerza de Jesucristo que “nos convoca a la mesa de su Palabra y de la Eucaristía, para gustar el don de su Presencia, formarnos a su escuela y vivir cada vez más conscientemente unidos a Él, Maestro y Señor» (Mensaje para la 84ª Jornada Misionera Mundial). También los cristianos de hoy – como está escrito en la carta A Diogneto – «muestran qué maravillosa y … extraordinaria es su vida asociada. Transcurren la existencia sobre la tierra pero son ciudadanos del cielo. Obedecen las leyes establecidas pero con su manera de vivir sobrepasan las leyes… Son condenados a muerte, y de ella sacan vida. Aún haciendo el bien, son… perseguidos y crecen de número cada día”. (V, 4.9.12.16; VI, 9 [SC 33], París 1951, 62-66).

A la Virgen María, que de Jesús Crucificado recibió la nueva misión de ser Madre de todos aquellos que quieren creer en Él y seguirlo, confiamos a las comunidades cristianas de Oriente Medio y a todos los misioneros del Evangelio.

[Tras el Ángelus]

Estoy contento de recordar que ayer, en Vercelli, fue proclamada beata Sor Alfonsa Clerici, de la Congregación de la Preciosísima Sangre de Monza, nacida en Lainate, cerca de Milán, en 1860, y muerta en Vercelli en 1930. Demos gracias a Dios por esta hermana nuestra, que Él guió a la perfecta caridad.

[En español]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana, en particular a los fieles peruanos y de otros países latinoamericanos de la Hermandad del Señor de los Milagros, de Roma. En este domingo, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de las Misiones. Invito a todos a orar al Señor por aquellos que han entregado generosamente su vida a la evangelización de los pueblos, a menudo entre grandes dificultades. Confío a todos los misioneros del mundo a la protección maternal de la Santísima Virgen María, que en el transcurso de este mes invocamos especialmente con el título de Nuestra Señora del Rosario, para que no les falte nunca nuestro apoyo espiritual y material en el desempeño de su hermosa tarea apostólica. Feliz domingo.

[Traducción del italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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