Benedicto XVI: La crisis de la verdad, origen de la crisis de occidente

Según explica en el santuario austriaco de Mariazell

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MARIAZELL, domingo, 9 septiembre 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI confesó su convicción de que la crisis actual de occidente se debe a la resignación de no conocer la verdad al visitar este sábado en la mañana el santuario mariano de Mariazell, en Austria.

Fue la conclusión a la que llegó en la homilía de la misa en la que celebró los 850 años de fundación de esta meta de peregrinación que recibe anualmente a un millón de católicos no sólo de Austria, sino también de países vecinos.

En la homilía, ante la imagen de la Virgen, el Papa había proclamado el corazón mismo de la fe de la Iglesia, según el cual, solo Jesús «es el puente que pone en contacto inmediato a Dios con el hombre».

«Ahora bien –aclaró–, si nosotros le consideramos como el único Mediador de la salvación válido para todos, que afecta a todos y del cual, en definitiva, todos tienen necesidad, esto no significa de ninguna manera que despreciemos a las otras religiones ni que seamos soberbios de pensamiento».

Proclamar la fe cristiana significa «únicamente que hemos sido conquistados por quien interiormente nos ha tocado y nos ha colmado de dones para que a la vez podamos entregarlos a los demás».

«De hecho –constató–, nuestra fe se opone decididamente a la resignación que considera al hombre incapaz de la verdad, como si ésta fuera demasiado grande para él».

Escuchaban al Papa varias decenas de miles de peregrinos que participaron en la celebración eucarística que presidió al aire libre, en el exterior de la basílica del santuario.

El obispo de Roma expresó su «convicción», según la cual, «esta resignación ante la verdad es el origen de la crisis de occidente, de Europa».

«Si para el hombre no existe una verdad, en el fondo, no puede ni siquiera distinguir entre el bien y el mal».

«Entonces –señaló– los grandes y maravillosos conocimientos de la ciencia se hacen ambiguos: pueden abrir perspectivas importantes para el bien, para la salvación del hombre, pero también –y lo vemos– pueden convertirse en una terrible amenaza, en la destrucción del hombre y del mundo».

«Tenemos necesidad de la verdad –reconoció–. Pero claro, a causa de nuestra historia, tenemos miedo de que la fe en la verdad comporte intolerancia».

«Si este miedo, que tiene sus buenas razones históricas, nos asalta, es tiempo de contemplar a Jesús», dijo, hecho niño.

Y al contemplarle, dijo, se puede descubrir que «la verdad no se afirma mediante un poder externo sino que es humilde y sólo es aceptada por el hombre a través de su fuerza interior: por el hecho de ser verdadera».

«Necesitamos esta fuerza interior de la verdad. Como cristianos, nos fiamos de esta fuerza de la verdad. Somos testigos de ella».

Esta desconfianza en la verdad implica también desconfianza ante el futuro, sentimiento que, según el Papa, explica el invierno demográfico del viejo continente.

«Europa se ha empobrecido de niños: queremos todo para nosotros mismos, y tal vez no nos fiamos demasiado del futuro», reconoció.

Para recuperar la confianza en la verdad, el Papa propuso redescubrir a Dios.

«La tierra carecerá de futuro si se apagan las fuerzas del corazón humano y de la razón iluminada por el corazón, cuando el rostro de Dios deje de lucir sobre la tierra», señaló.

«Allí donde está Dios, allí hay futuro», concluyó.

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ZENIT Staff

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