Benedicto XVI: La fe católica “tiene aún futuro” en Alemania

“No nos escondamos en una fe privada”, pide a los fieles

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ERFURT, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- La fe no debe ser un asunto meramente privado, sino un tesoro que comunicar al mundo y que vivir en el contexto comunitario de la Iglesia.

El Papa quiso lanzar un mensaje de esperanza a los católicos alemanes, asegurando que el catolicismo “aún tiene futuro” en el país, durante la homilía de la Misa celebrada en la Domsplatz de Erfurt en honor de la patrona de la diócesis, santa Isabel de Turingia (o de Hungría).

Dirigiéndose a los presentes, el Pontífice afirmó que los cambios políticos de 1989 en la ex República Democrática Alemana “no fueron motivados sólo por el deseo de bienestar y de libertad de movimiento, sino, decisivamente, también por el anhelo de veracidad”.

“No queremos escondernos en una fe solamente privada, sino que queremos usar de manera responsable la libertad lograda”, afirmó, pidiendo hacer “visible y audible” “el testimonio de Cristo en el mundo en que vivimos”.

Ante la plaza llena de fieles, y en una jornada agradablemente soleada, el Papa volvió a insistir en uno de los mensajes clave de este viaje, es decir, la importancia de renovar la pertenencia a la Iglesia.

“El hecho de poder creer lo debo sobre todo a Dios que se dirige a mí y, por decirlo así, «enciende» mi fe – explicó –. Pero, más concretamente, debo mi fe también a los que están cerca de mí y que han creído antes que yo y creen conmigo”.

“Este ‘con’, sin el cual no es posible una fe personal, es la Iglesia. Y esta Iglesia franquea las fronteras de los países”.

“Si nos abrimos a toda fe, en la historia entera y en los testimonios de toda la Iglesia, entonces la fe católica tiene futuro también como fuerza pública en Alemania”.

Lluvia ácida”

El Papa recordó que en la zona de Turingia donde se encuentra Erfurt, y en general en todo el territorio de la ex RDA, la población tuvo que “soportar una dictadura ‘oscura’ [nazi] y una roja [comunista], que para la fe cristiana fueron como una lluvia ácida”.

En esta difícil situación, “muchos católicos convencidos permanecieron fieles a Cristo y a la Iglesia” aceptando “desventajas personales por vivir su propia fe”.

En este contexto, el Pontífice quiso dar las gracias “a los sacerdotes, así como a sus colaboradores y colaboradoras de aquellos tiempos”, recordando en particular “la pastoral de los refugiados inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial”, cuando “muchos eclesiásticos y laicos llevaron a cabo grandes iniciativas para aliviar la penosa situación de los prófugos”.

“Un agradecimiento sincero”, añadió, “a los padres que, en medio de la diáspora y en un ambiente político hostil a la Iglesia, educaron a sus hijos en la fe católica”.

“Muchos católicos resistieron a la ideología comunista – reconoció –. Que Dios les recompense abundantemente la perseverancia en la fe. El testimonio valiente y la confianza paciente en la providencia de Dios son como una semilla valiosa que promete un fruto abundante para el futuro”.

Esperanza

A pesar de los esfuerzos de éstos, sin embargo, “muchas consecuencias tardías de ese tiempo han de ser aún asimiladas, sobre todo en el ámbito intelectual y religioso”, admitió, indicando que “la mayoría de la gente en esta tierra vive lejana de la fe en Cristo y de la comunión de la Iglesia”.

Las dos últimas décadas, añadió, “presentan también experiencias positivas: un horizonte más amplio, un cambio más allá de las fronteras, una confiada certeza de que Dios no nos abandona y nos conduce por nuevos caminos.”.

Al respecto, afirmó que “la nueva libertad ha ayudado a conferir a la vida de los hombres una mejor dignidad y a abrir múltiples y nuevas posibilidades”.

Desde el punto de vista eclesial, por ejemplo, se pueden “subrayar también con agradecimiento muchos beneficios: nuevas posibilidades para las actividades parroquiales, la reestructuración y ampliación de iglesias y centros parroquiales, iniciativas diocesanas de carácter pastoral y cultural”.

“Pero estas posibilidades, ¿nos han llevado también a un incremento de la fe?”, preguntó. “¿No es necesario, tal vez, buscar las raíces profundas de la fe y de la vida cristiana en algo más que en la libertad social?”

Ejemplo de los santos

Por ello, Benedicto XVI invitó a sus compatriotas a mirar el ejemplo de los santos, en quienes “la presencia de Dios se manifiesta, de modo particularmente claro”, y cuyo “testimonio de fe puede darnos también hoy la fuerza para un nuevo despertar”.

Citó a los santos patronos de la diócesis de Erfurt: santa Isabel de Turingia, que “llevó una vida intensa de oración, unida a la penitencia y a la pobreza evangélica”; san Bonifacio, obispo misionero y mártir inglés fundador de la diócesis de Erfurt en 742, venerado como “Apóstol de Alemania”; san Kilian, misionero itinerante irlandés que murió también mártir en Würzburg “porque criticaba el comportamiento moralmente equivocado del duque de Turingia”.

El Papa citó también a san Severo, “el patrón de Severikirche. En el siglo cuarto, fue obispo de Rávena; en el año 836, su cuerpo fue trasladado a Erfurt, para arraigar más profundamente la fe cristiana en esta región”.

Los santos, afirmó, “nos muestran que es posible y bueno vivir de manera radical la relación con Dios, poner a Dios en primer lugar y no como una realidad más entre otras”, “nos muestran de manera evidente el hecho de que Dios ha tomado la iniciativa de dirigirse a nosotros; en Jesucristo se ha manifestado y se nos manifiesta”.

“Cristo sale a nuestro encuentro, habla a cada uno y lo invita a seguirlo”. Los santos “han tendido a Él desde lo más recóndito de su ser, y de Él recibieron la luz que les abrió a la vida verdadera.”.

“Los santos, aunque sólo sean pocos, también cambian el mundo”, concluyó el Papa.

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ZENIT Staff

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