Benedicto XVI: "La Iglesia en Turquía está esperando el reconocimiento jurídico civil"

Discurso al nuevo embajador de Turquía

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 7 de enero de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso del Papa al nuevo embajador de la República de Turquía ante la Santa Sede, Kenan Gürsoy, a quien recibió este jueves en el Vaticano con motivo de la presentación de sus Cartas Credenciales.

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Señor Embajador:

Me complace darle la bienvenida al Vaticano y aceptar las Cartas que le acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Turquía ante la Santa Sede. Le agradezco sus amables palabras y los saludos que me ha traído de su Presidente, Su Excelencia Abdullah Gül. Por favor, transmítale mis mejores deseos y asegúrele mis oraciones constantes por el bienestar y la prosperidad de todos los ciudadanos de su tierra.

Como Su Excelencia ha observado, nos estamos acercando rápidamente al quincuagésimo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Turquía y la Santa Sede, fruto del pontificado de mi predecesor el Papa Juan XXIII, que había servido como Delegado Apostólico en Estambul, y cuyo afecto por la gente de Turquía es bien conocido. Mucho se ha logrado durante los últimos cincuenta años en las áreas de interés común que usted ha indicado, y estoy seguro de que esas cordiales relaciones se harán más profundas y fuertes como resultado de la colaboración continuada en las muchas cuestiones que actualmente se plantean en los asuntos multilaterales.

Recuerdo con gran placer mi visita a su país en 2006, cuando pude expresar mis respetos a la gente de Turquía y a los miembros de su Gobierno. Aprovecho esta oportunidad para reiterar mi agradecimiento por la cálida acogida que recibí. Uno de los aspectos más destacados de esa visita fue mi encuentro con el Patriarca Bartholomé I en el Fanar. En la secular República de Turquía, de población predominantemente musulmana, las comunidades cristianas están orgullosas de desempeñar su función, conscientes de su antigua herencia y de la significativa contribución que han realizado de cara a la civilización, no sólo de su tierra, sino del conjunto de Europa. Durante las recientes celebraciones del aniversario de los dos mil años del nacimiento de Pablo de Tarso, esa herencia cristiana se convirtió en un foco de particular atención en todo el mundo, y me gustaría expresar el aprecio de los cristianos de todas partes por los pasos que se han dado para facilitar las peregrinaciones y las celebraciones litúrgicas en los lugares relacionados con el gran Apóstol.

Mi visita a Turquía también me brindó una apreciada oportunidad para saludar a los miembros de la comunidad musulmana. De hecho, fue mi primera visita como Papa a un país predominantemente islámico. Estuve contento de poder expresar mi estima a los musulmanes y reiterar el compromiso de la Iglesia católica para llevar adelante el diálogo interreligioso en un espíritu de respeto mutuo y amistad, dando testimonio común de la fe firme en Dios que caracteriza a cristianos y musulmanes, y tratando de conocernos mejor mutuamente para fortalecer los lazos de afecto entre nosotros (cf. Discurso, Encuentro con el Presidente de la Dirección de Asuntos Religiosos, Ankara, 28 de noviembre de 2006). Mi oración ferviente es que este proceso conduzca a una mayor confianza entre individuos, comunidades y gentes, especialmente en las zonas de conflicto de Oriente Medio.

Los católicos en Turquía aprecian la libertad de culto que está garantizada por la Constitución, y les complace poder contribuir al bienestar de sus conciudadanos, especialmente a través de de la participación en actividades caritativas y en la asistencia sanitaria. Están orgullosos de la asistencia proporcionada a los pobres por los hospitales La Paix y Saint Georges de Estambul. Para que esos dignos esfuerzos puedan florecer, estoy seguro de que el Gobierno continuará haciendo lo que pueda para garantizar que éstos reciben cualquier apoyo que pueden necesitar. Además, la Iglesia católica en Turquía está esperando el reconocimiento jurídico civil. Éste la ayudaría a disfrutar de una plena libertad religiosa y a realizar una todavía mayor contribución a la sociedad

Como estado democrático laico que atraviesa la frontera entre Europa y Asia, Turquía está bien situada para actuar como puente entre el Islam y Occidente, y para realizar una significativa contribución a los esfuerzos por llevar paz y estabilidad a Oriente Medio. La Santa Sede aprecia las numerosas iniciativas que Turquía ha llevado a cabo ya en este sentido, y está dispuesta a apoyar los esfuerzos adicionales para acabar con los largos conflictos de la región. Como la historia ha mostrado tan a menudo, las disputas territoriales y las rivalidades étnicas sólo pueden resolverse de manera satisfactoria cuando las aspiraciones legítimas de cada parte son debidamente tenidas en cuenta, las injusticias del pasado, reconocidas y, cuando es posible, reparadas. Déjeme asegurar a Su Excelencia la alta prioridad que la Santa Sede concede a la búsqueda de soluciones justas y duraderas para todos los conflictos de la región, y su disposición a poner sus recursos diplomáticos al servicio de la paz y la reconciliación.

Ofreciendo mis mejores deseos por el éxito de su misión, querría asegurarle que los distintos departamentos de la Curia Romana estarán siempre encantados de proporcionarle ayuda y apoyo en el pleno cumplimiento de sus responsabilidades. Sobre Su Excelencia, su familia y todas las personas de la República de Turquía, invoco cordialmente abundantes bendiciones del Altísimo.

[Traducción del inglés por Patricia Navas

©Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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