Benedicto XVI: “La Misericordia es la síntesis del mensaje cristiano”

Intervención en el Ángelus

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Benedicto XVI: “La Misericordia es la síntesis del mensaje cristiano”

Intervención en el Ángelus

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 8 de junio de 2008 (ZENIT.org) Publicamos la intervención del Papa Benedicto XVI este domingo, durante el rezo del Ángelus con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro

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¡Queridos hermanos y hermanas!

En el centro de la liturgia de la Palabra de este Domingo hay una expresión del profeta Oseas que Jesús retoma en el Evangelio: “Quiero amor y no sacrificio / conocimiento de Dios más que holocaustos” (Os 6,6). Se trata de una palabra clave, una de aquellas que nos introducen en el corazón de la Sagrada Escritura. El contexto, en que Jesús la hace propia, es la vocación de Mateo, de profesión “publicano”, es decir recaudador de impuestos por cuenta de la autoridad imperial romana: por eso mismo, era considerado por los Judíos como un pecador público. Tras llamarlo precisamente cuando estaba sentado en el banco de los impuestos -ilustra bien esta escena un celebérrimo cuadro de Caravaggio-, Jesús fue a su casa con los discípulos y se puso a la mesa junto con otros publicanos. A los fariseos escandalizados les respondió: “No son los sanos quienes necesitan al médico, sino los enfermos… No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores… (Mt 9, 12-13). El evangelista Mateo, siempre atento al vínculo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, en este momento pone en los labios de Jesús la profecía de Oseas: “Id y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio”.

Es tal la importancia de esta expresión del profeta que el Señor la cita nuevamente en otro contexto, a propósito de la observancia del sábado (cfr Mt 12, 1-8). También en este caso Él se atribuye la responsabilidad de la interpretación del precepto, revelándose como “Señor” de las mismas instituciones legales. Dirigiéndose a los fariseos, añade: “Si hubiérais comprendido lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio, no habríais condenado a personas sin culpa” (Mt 12,7). Por tanto, en este oráculo de Oseas, Jesús, el Verbo hecho hombre, se ha, por así decirlo, “encontrado” plenamente; lo ha hecho propio con todo su corazón y lo ha realizado con su comportamiento, a costa incluso de chocar con la susceptibilidad de los jefes de su pueblo. Esta palabra de Dios ha llegado a nosotros, a través de los Evangelios, como una de las síntesis de todo el mensaje cristiano: la verdadera religión consiste en el amor a Dios y al prójimo. Esto es lo que da valor al culto y a la práctica de los preceptos.

Dirigiéndonos ahora a la Virgen María, pedimos por su intercesión vivir siempre en la alegría de la esperanza cristiana. Que la Virgen, Madre de Misericordia, suscite en nosotros sentimientos de filial abandono respecto a Dios, que es misericordia infinita; nos ayude a hacer nuestra la oración que San Agustín formula en un conocido pasaje de sus Confesiones: “¡Ten piedad de mí, Señor! Mira que no te escondo mis heridas: tú eres el médico, yo el enfermo; tú eres misericordioso, yo mísero… Toda mi esperanza está puesta en tu gran misericordia” (X, 28.39; 29.40).

(Después del rezo del Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En francés comenzó diciendo:)

El Evangelio de hoy nos muestra el rostro de amor y de misericordia de Jesús, que come con los publicanos y pecadores. Que podáis descubrir el rostro del Señor para vosotros, especialmente en los Sacramentos del Perdón y de la Eucaristía, y que os convirtáis para vuestro alrededor en testigos del amor de Dios hacia toda la humanidad.

(En inglés dijo:)

Saludo a todos los visitantes de habla inglesa presentes en el Angelus de hoy, especialmente al grupo de peregrinos de Malmö, en Suecia. Rezo para que vuestra visita a Roma fortalezca vuestra fe y profundice vuestro amor a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. En el Evangelio de este domingo hemos escuchado cómo Jesús llamó a Mateo, el recaudador de impuestos. Inmediatamente Mateo se levantó y se convirtió en seguidor de nuestro Señor. Estemos preparados para rechazar todo aquello que nos separa de Dios, de manera que podamos responder generosamente a su llamada.

(En español dijo:)

Os invito a que os acerquéis con confianza a Jesucristo, médico que sana los corazones y llama sin cesar a la conversión, para que inspirados por Él, penséis lo que es recto y lo cumpláis con su ayuda.

(En alemán dijo:)

La separación de Dios, el pecado, hace a la humanidad enferma. Sufre por su egoísmo, que no le deja lugar a una vida auténtica. Cristo es el médico, que nos trae la curación y nos devuelve la salud. Él abrirá nuestra vida a Dios y a los demás. Acojamos su amor que nos sana y ofreezcámoslo a aquellos que nos rodean. Así viviremos verdaderamente.

(En polaco dijo:)

Saludo cordialmente a todos los polacos. Dirijo hoy una particular oración por los mineros que el miércoles pasado han perdido la vida en la mina Borynia. Suplico para ellos la gracia del eterno descanso, el conforto espiritual para sus familias y la pronta curación para los heridos. Que Dios misericordioso nos preserve de la muerte imprevista, que Él os proteja, os guíe y os bendiga.

(Traducción del original realizada por Inmaculada Álvarez)

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ZENIT Staff

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