Benedicto XVI: “la obra curativa de Jesús se prolonga en la misión de la Iglesia”

Hoy durante el rezo del Ángelus

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo 8 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la intervención del Papa Benedicto XVI hoy durante el rezo del Ángelus, a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro.

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Queridos hermanos y hermanas,

hoy el Evangelio (cfr Mc 1,29-39) – en estrecha continuidad con el domingo pasado – nos presenta a Jesús, que tras haber predicado el sábado en la sinagoga de Cafarnaúm, curó a muchos enfermos, empezando por la suegra de Simón. Entrado en su casa, la encontró en la cama con fiebre y, en seguida, tomándola de la mano, la curó y la hizo levantarse. Tras ponerse el sol, sanó a una multitud de personas afligidas por males de todo tipo. La experiencia de la curación de los enfermos ha ocupado buena parte de la misión pública de Cristo y nos invita una vez más a reflexionar sobre el sentido y el valor de la enfermedad en toda situación en que pueda encontrarse l ser humano. Esta oportunidad nos viene ofrecida también por la Jornada Mundial del Enfermo, que celebraremos el próximo miércoles, 11 de febrero, memoria litúrgica de la Beata Virgen María de Lourdes.

A pesar de que la enfermedad forme parte de la existencia humana, nunca conseguimos habituarnos a ella, no sólo porque a veces llegue a ser pesada y grave, sino esencialmente porque estamos hechos para la vida, para la vida completa. Justamente nuestro “instinto interior” nos hace pensar en Dios como plenitud de vida, es más, como Vida eterna y perfecta. Cuando somos probados por el mal y nuestras oraciones parecen resultar vanas, surgen en nosotros la duda y, angustiados, nos preguntamos: ¿cuál es la voluntad de Dios? Es precisamente a esta pregunta a la que encontramos respuesta en el Evangelio. Por ejemplo, en el pasaje de hoy leemos que “Jesús curó a muchos que estaban afectados por varias enfermedades y expulsó muchos demonios” (Mc 2,34); en otro pasae de san Mateo se dice que “Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mt 4,23). Jesús no deja dudas: Dios – del que Él mismo ha revelado su rostro – es el Dios de la vida, que nos libra de todo mal. Los signos de este poder suyo de amor son las curaciones que realiza: demuestra así que el Reino de Dios está cerca restituyendo a los hombres y las mujeres a su plena integridad de espíritu y de cuerpo. Digo que estas curaciones son signos: guían hacia el mensaje de Cristo, nos guían hacia Dios y nos dan a entender que la verdadera y más profunda enfermedad del hombre es la ausencia de Dios, de la fuente de la verdad y del amor. Y sólo la reconciliación con Dios puede darnos la verdadera curación, la verdadera vida, porque una vida sin amor y sin verdad no sería verdadera vida. El Reino de Dios es precisamente la presencia de verdad y de amor, y así es curación en lo profundo de nuestro ser.

Gracias a la acción del Espíritu Santo, la obra de Jesús se prolonga en la misión de la Iglesia. Mediante los Sacramentos es Cristo quien comunica su vida a multitud de hermanos y hermanas, mientras cura y conforta a innumerables enfermos a través de las tantas actividades de asistencia sanitaria que las comunidades cristianas promueven con caridad fraterna mostrando así el rostro de Dios, Su amor. Es verdad: ¡cuántos cristianos -sacerdotes, religiosos y laicos- han prestado y siguen prestando en todas partes del mundo sus manos, sus ojos y sus corazones a Cristo, verdadero médico de los cuerpos y de las almas! Oremos por todos los enfermos, especialmente por los más graves, que no pueden de ninguna forma proveer a sí mismos, sino que dependen totalmente de los cuidados de otros; que cada uno de ellos pueda experimentar, en la solicitud de quienes están cerca, el poder del amor de Dios y la riqueza de su gracia que nos salva. María, salud de los enfermos, ruega por nosotros.

[Después del Ángelus, dijo]

En estas semanas se están registrando en Madagascar fuertes tensiones políticas que han provocado también disturbios populares. Por esto los Obispos de la isla han convocado para hoy una jornada de oración en favor de la reconciliación nacional y de la justicia social. Vivamente preocupado por el periodo particularmente crítico que el país está atravesando, os invito a uniros a los católicos malgaches para confiar al Señor los muertos en las manifestaciones y para invocar de Él, por intercesión de María Santísima, la vuelta a la concordia de los ánimos, a la tranquilidad social y a la convivencia civil.

Como señalaba hace un momento, el próximo 11 de febrero, memoria de la Beata Virgen María de Lourdes, se celebra la Jornada Mundial del Enfermo. Por la tarde encontraré a los enfermos y a los demás peregrinos en la Basílica de San Pedro, después de la Santa Misa que presidirá el Presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, cardenal Lozano Barragán. Desde ahora aseguro mi especial bendición a todos los enfermos, a los agentes sanitarios y a los voluntarios de todas partes del mundo.

[En español dijo]

El evangelio que se ha proclamado este domingo nos presenta a Jesucristo envuelto en una intensa labor apostólica, sin que por ello su profunda vida interior se vea mermada. Ambas cosas, la actividad del Hijo de Dios y su plegaria, son actos de su amor y entrega a sus coetáneos. Que la Santísima Virgen María nos ayude a todos los miembros de la Iglesia a actualizar este sentido misionero, que combina el trabajo y las ocupaciones con una continua vida de unión con Dios. Muchas gracias y feliz domingo.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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