Benedicto XVI llega a Estados Unidos para sanar heridas de la Iglesia en el país

Entrevista con la profesora Donna Orsuto, directora del Lay Center

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ROMA, martes, 15 abril 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI llega a los Estados Unidos para sanar las heridas pasadas y afrontar los desafíos actuales, afirma Donna Orsuto, originaria de Ohio, y directora del Lay Center, una residencia romana internacional para los estudiantes de las universidades pontificias.

En esta entrevista a Zenit, Orsuto, quien es también profesora en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, comparte sus expectativas para la visita que comienza este martes el Papa a los Estados Unidos y habla de temas como la experiencia de la Iglesia ante el escándalo de abuso sexual o su posición actual sobre la inmigración.

–¿Cuál es su expectativa como mujer en un ambiente pontificio romano ante la visita del Papa a su país?

–Orsuto: Tanto la experiencia de enseñar en la Universidad Gregoriana, donde los estudiantes vienen de más de 120 países diferentes, como viviendo en una comunidad internacional aquí, en el Lay Center, con estudiantes de 10 nacionalidades y de distintas religiones, me ha ayudado a comprender el regalo y el desafío de construir puentes entre las personas de distintos contextos culturales y religiosos.

En sus palabras a la nueva embajadora americana ante la Santa Sede, el Papa Benedicto XVI ha subrayado la «importancia que los Estados Unidos han atribuido al diálogo interreligioso e intercultural como una fuerza positiva para alcanzar la paz».

Tengo la esperanza de que sus encuentros en el país demuestren en primer lugar el compromiso continuo de la Iglesia católica para dialogar, y ser una fuente de estímulo para la Iglesia en los Estados Unidos con sus esfuerzos de diálogo.

Con su inmenso bagaje teológico e intelectual, el Papa Benedicto XVI comunicará a la Iglesia en los Estados Unidos una reflexión profunda sobre cómo las preocupaciones locales en los Estados Unidos se relacionan con los problemas globales más amplios.

–La Iglesia católica en ese país ha sufrido una crisis seria después de los escándalos de abusos sexuales de hace algunos años. ¿Es un problema cerrado?

–Orsuto: Sí, la Iglesia en los Estados Unidos ha sufrido una crisis seria y probablemente tardará muchos años en sanar las heridas y engendrar la confianza y la reconciliación.

Esta crisis no sólo ha tocado a aquellos de los que sexualmente se ha abusado, sino que también ha causado sufrimiento y confusión a todos los católicos, sacerdotes y laicos. Muchos de nuestros buenos sacerdotes han sufrido en primera persona las consecuencias de este doloroso azote. También ha provocado un impacto negativo en la imagen que los que no son católicos tienen de la Iglesia.

«Crisis seria» es la frase correcta para describir el abuso sexual y los escándalos. Sin infravalorar la gravedad de esta situación, es importante recordar que un tiempo de crisis puede convertirse en un tiempo de cambio. Leí recientemente que, en su uso moderno, la palabra «crisis» viene del término médico del siglo XVI, con el que se describe el punto de avance ante una enfermedad, cuando tiene lugar un desarrollo importante que señala la recuperación o la muerte. Creo que muchos de los pasos positivos de los responsables de la Iglesia en los años recientes nos han puesto en el camino de la recuperación.

Es poco realista esperar que esa recuperación sea instantánea. Así que no es un problema cerrado. Soy optimista ante la visita del Papa: con su mensaje de esperanza en Cristo puede contribuir a este proceso de curación. Sobre todo creo que su encuentro con sacerdotes será importante, porque necesitan oír sus palabras de confianza y esperanza.

–La inmigración también es un problema serio en los Estados Unidos en este momento. ¿Piensa que el Papa va a decir algo sobre este problema?

–Orsuto: Si nos basamos en los discursos anteriores, antes de que él fuera Papa y durante su pontificado, vemos que puede plantear este problema. Él también estaba implicado en la preparación del Catecismo de la Iglesia católica, que en su número 2241 dice: «Las naciones más prósperas tienen el deber de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero que busca la seguridad y los medios de vida que no puede encontrar en su país de origen. Las autoridades deben velar para que se respete el derecho natural que coloca al huésped bajo la protección de quienes lo reciben. Las autoridades civiles, atendiendo al bien común de aquellos que tienen a su cargo, pueden subordinar el ejercicio del derecho de inmigración a diversas condiciones jurídicas, especialmente en lo que concierne a los deberes de los emigrantes respecto al país de adopción. El inmigrante está obligado a respetar con gratitud el patrimonio material y espiritual del país que lo acoge, a obedecer sus leyes y contribuir a sus cargas».

La Comisión para Migración de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos ha hablado audazmente sobre este tema, y esta visita del Santo Padre puede ser una oportunidad para reforzar sus declaraciones.

–La fe en los Estados está viva y los católicos son personas conocidas por su generosidad. ¿Qué podría aprender Europa al respecto?

–Orsuto: En general, los católicos en los Estados Unidos son entusiastas sobre su fe y la comparten con otros. También son generosos compartiendo sus recursos con las parroquias y con quienes lo necesitan.

Por ejemplo, es edificante ver lo que los católicos hacen para apoyar a sus parroquias con su tiempo y talento, o cómo viven su fe en la esfera pública, incluso cuando como católicos son un signo contradicción y parecen ir contracultura.

Pienso por ejemplo en la posición fuerte de tantos católicos oponiéndose a la pena de muerte, respetando la dignidad humana de su principio hasta el fin de la vida, apoyando políticas de inmigración, y otros problemas sociales.

En muchos casos hay una buena formación de los católicos en Estados Unidos sobre la fe. Hay muchas cosas que los católicos pueden aprender del contacto con los europeos y viceversa. Los europeos pueden aprender sobre la laicidad y el papel de la Iglesia en la sociedad.

Por Miriam Díez i Bosch

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ZENIT Staff

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