Benedicto XVI: “Pablo no es historia pasada, sino que quiere hablar hoy con nosotros”

El Papa inauguró el sábado por la noche el Año Paulino en Roma

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ROMA, lunes, 30 de junio de 2008 (ZENIT.org).- San Pablo no es una “historia pasada, irrevocablemente superada”, sino que “Pablo quiere hablar con nosotros, hoy”, afirmó el Papa el pasado sábado, durante la solemne apertura del Año Paulino en la basílica romana de San Pablo Extramueros.

“Por esto he querido convocar este especial «Año paulino»: para escucharlo y tomar ahora de él, como nuestro maestro, en la fe y la verdad, en la cual están radicadas las razones de la unidad entre los discípulos de Cristo”.

Precisamente, reflexionar sobre el “Maestro de los Gentiles”, afirma el Papa, abre la mirada “hacia el futuro, hacia todos los pueblos y todas las generaciones. Pablo no es para nosotros una figura del pasado, que recordamos con veneración. Él es también nuestro maestro, apóstol y anunciador de Jesucristo también para nosotros”.

El Papa invitó a reflexionar sobre tres aspectos de la vida del Apóstol: su amor a Cristo y su valentía a la hora de predicar el Evangelio; su experiencia de la unidad de la Iglesia con Jesucristo, y su consciencia de que el sufrimiento va inseparablemente unido a la evangelización.

Respecto al primer aspecto, el Papa reflexionó sobre la confesión de fe contenida en la carta a los Gálatas, en la que muestra que “su fe es la experiencia del ser amado por Jesucristo de manera totalmente personal; es la conciencia del hecho que Cristo ha enfrentado la muerte no por algo anónimo, sino por amor a él- a Pablo- y que, como resucitado, lo ama todavía”.

“Su fe no es una teoría, una opinión sobre Dios o sobre el mundo. Su fe es el impacto del amor de Dios sobre su corazón”.

Esta experiencia es la que le empujaba a través de las dificultades, porque “lo que lo motivaba en lo más profundo, era el ser amado por Jesucristo y el deseo de transmitir a otros este amor. Pablo era alguien capaz de amar, y todo su obrar y sufrir se explica a partir de este centro”.

Ésta es la raíz de su libertad: “la experiencia del ser amado hasta el final por Cristo le había abierto los ojos sobre la verdad y sobre el camino de la existencia humana -esa experiencia abrazaba todo”.

Unidad de la Iglesia

Otro de los pasajes que el Papa comentó fue la manifestación de Cristo en el Camino de Damasco, y la frase de éste, “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”.

“Persiguiendo a la Iglesia, Pablo persigue al mismo Jesús. Jesús se identifica con la Iglesia en un solo sujeto. En esta exclamación del resucitado, que transformó la vida de Saúl, en el fondo está contenida toda la doctrina sobre la Iglesia como Cuerpo de Cristo”.

“Cristo no se ha retirado en el Cielo, dejando sobre la tierra una secuela de seguidores que llevan adelante su causa. La Iglesia no es una asociación que quiere promover una cierta causa”, añadió el Papa. Y esta doctrina es la que transmite Pablo en sus Cartas.

“Continuamente Cristo nos atrae hacia su Cuerpo, edifica su Cuerpo a partir del centro eucarístico, que para Pablo es el centro de la existencia cristiana, en virtud del cual todos, como también cada individuo puede de manera totalmente personal experimentar: Él me ha amado y ha se ha dado por mí”, añadió.

En último término, el Papa reflexionó sobre el sentido del sufrimiento en el Apóstol, a través de la Carta a Timoteo. “El encargo del anuncio y la llamada al sufrimiento por Cristo van inseparablemente juntas. La Llamada a ser el maestro de las gentes es al mismo tiempo e intrínsecamente una llamada al sufrimiento en la comunión con Cristo, que nos ha redimido mediante su Pasión”.

“En un mundo en el que la mentira es potente, la verdad se paga con el sufrimiento. Quien quiere esquivar el sufrimiento, tenerlo alejado de sí, tiene alejada la vida misma y su grandeza; no puede ser servidor de la verdad y así servidor de la fe”, añadió el Papa.

“No hay amor sin sufrimiento, sin el sufrimiento de la renuncia de sí mismos, de la transformación y purificación del yo por la verdadera libertad. Allí donde no hay nada que valga que por ello se sufra, también la misma vida pierde su valor”, afirmó.

Año Ecuménico

Por otro lado, Benedicto XVI mostró su alegría por el “carácter ecuménico” de este Año Paulino, en cuya apertura estuvieron presentes, además del Patriarca de Costantinopla, Bartolomé I, representantes de las Iglesias de Jerusalén, Antioquia, Chipre, Grecia, así como de otras iglesias y comunidades de Oriente y Occidente.

De hecho, el Patriarca Bartolomé I acompañó al Papa durante la inauguración de la Puerta Paulina. Además, con este sentido, el Papa ha encendido una especial «Llama paulina», que permanecerá encendida durante todo el año, en un especial bracero colocado en el pórtico de la basílica.

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ZENIT Staff

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