Benedicto XVI recalca que nunca puede aplicarse la tortura

Indicaciones a capellanes de cárceles

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CIUDAD DEL ATICANO, martes, 11 septiembre 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha invitado a descubrir en todo encarcelado el rostro de Cristo y ha confirmado que la tortura no puede aplicarse en ninguna circunstancia.

«Cuando las condiciones en las cárceles obstaculizan el proceso de recuperación de la autoestima y la aceptación de los deberes relacionados con ella, estas instituciones dejan de cumplir uno de sus objetivos esenciales», afirma.

El Papa aconseja a las autoridades públicas que estén atentas, «evitando todos los medios de castigo o corrección que socaven o degraden la dignidad humana del detenido».

«En este sentido, reitero que la prohibición de la tortura no puede ser infringida en ninguna circunstancia», recalca.

Estas fueron algunas de las consignas que ha dejado a los participantes en el XII Congreso Mundial de la Comisión Internacional de la Pastoral en las Cárceles, con quienes se reunión el 6 de septiembre.

El tema del Congreso era «Descubrir el rostro de Cristo en cada detenido» (Cf. Mateo 25, 36).

«Vuestro ministerio exige mucha paciencia y perseverancia –reconoció el Papa–. Con frecuencia experimentáis desilusiones y frustraciones».

«Los detenidos –constató– pueden fácilmente dejarse aplastar por sentimientos de aislamiento, de vergüenza y rechazo que corren el riesgo de hacer añicos sus esperanzas y sus aspiraciones para el futuro».

«En este contexto, los capellanes y sus colaboradores están llamados a ser heraldos de la compasión y del perdón infinitos de Dios», aseguró.

Para el Papa la cárcel, y todas las personas involucradas en ella, tiene «la tarea difícil de ayudar a los detenidos a redescubrir el sentido para sus vidas de manera que, con la gracia de Dios, puedan transformar su propia vida, reconciliarse con sus familias y amigos ».

«En la medida de los posible», aseguró, deben ayudar a los detenidos «asumir la responsabilidad y los deberes que les permitan llevar una vida honesta y recta en el seno de la sociedad».

«Por su misma naturaleza, por tanto, estas instituciones tienen que contribuir a la rehabilitación de quien ha cometido el crimen, facilitando el paso de la desesperación a la esperanza, de la irresponsabilidad a la responsabilidad», concluyó.

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ZENIT Staff

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