Benedicto XVI: san Francisco de Sales, modelo de humanismo cristiano

Anticipó la visión conciliar sobre la santificación de los laicos en la vida cotidiana

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 2 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- San Francisco de Sales (567-1622), obispo de Ginebra y patrón de escritores y periodistas católicos, fue la figura sobre la que habló hoy el Papa Benedicto XVI, dentro de su ciclo sobre doctores de la Iglesia, en la Audiencia General.

El Papa ilustró la vida de este santo obispo de origen noble y gran formación cultural, autor de clásicos cristianos como la Introducción a la vida devota, que tuvo gran influencia en la espiritualidad católica, y que anticipó algunas intuiciones del Concilio Vaticano II sobre los laicos.

Francisco de Sales fue obispo de Ginebra “desde el exilio” en la pequeña localidad montañosa francesa de Annecy, pues su sede episcopal era en aquellos momentos el bastión del calvinismo.

A pesar de su retiro, “la influencia de su vida y de su enseñanza en la Europa de la época fue inmensa. Fue apóstol, predicador, escritor, hombre de acción y de oración; comprometido a cumplir los ideales del Concilio de Trento, implicado en la controversia y en el diálogo con los protestantes, experimentando cada vez más, más allá del necesario enfrentamiento teológico, la eficacia de la relación personal y de la caridad; encargado de misiones diplomáticas a nivel europeo, y de deberes sociales de mediación y reconciliación”.

“Pero sobre todo, san Francisco de Sales es un pastor de almas”, afirmó, citando la Introducción a la vida devota.

En esa obra, subrayó el Pontífice, el santo “dirige una invitación que podía parecer, en la época, revolucionario. Es la invitación a ser completamente de Dios, viviendo en plenitud la presencia en el mundo y los deberes del propio estado”.

Precisamente, “el Documento con el que el Papa León XIII, más de dos siglos después, lo proclamó Doctor de la Iglesia insistirá en esta ampliación de la llamada a la perfección, a la santidad”.

“Nacía así la llamada a los laicos, ese cuidado por la consagración de las cosas temporales y por la santificación de lo cotidiano sobre la que insistirán el Concilio Vaticano II y la espiritualidad de nuestro tiempo”, afirmó Benedicto XVI.

Libertad verdadera

Otra de las grandes enseñanzas de san Francisco de Sales, explicó el Papa, es la esencia de la verdadera libertad, que es el amor, en su obra Tratado del amor de Dios, “una verdadera y propia  summa, y a la vez una fascinante obra literaria”, afirmó.

“Su descripción del itinerario hacia Dios parte del reconocimiento de la inclinación natural, inscrita en el corazón del hombre, aunque pecador, de amar a Dios sobre todas las cosas”.

Para el santo, Dios “es padre y señor, esposo y amigo, tiene características maternas y de nodriza, es el sol del que la noche es misteriosa revelación. Un tipo de Dios que atrae hacia sí al hombre con vínculos de amor, es decir de verdadera libertad”.

Francisco fue un “que gran conocedor del corazón humano fue san Francisco de Sales”, afirmó el Papa, citando unas frases del santo a Juana de Chantal: “Os dejo el espíritu de libertad, no el que excluye la obediencia, que esta es la libertad del mundo, sino la que excluye la violencia, el ansia y el escrúpulo”.

“En un tiempo como el nuestro que busca la libertad, también con violencia e inquietud, no se debe perder la actualidad de este gran maestro de espiritualidad y de paz, que consigna a sus discípulos el ‘espíritu de libertad’, la verdadera, como culmen de una enseñanza fascinante y completa sobre la realidad del amor”.

Según el Papa, san Francisco de Sales es “un testimonio ejemplar del humanismo cristiano, con su estilo familiar, con parábolas que tienen a menudo batir de alas de la poesía, recuerda que el hombre lleva inscrito en lo más profundo de su ser la nostalgia de Dios y que sólo en Él se encuentra la verdadera alegría y su realización más plena”.

“No por nada, en el origen de muchas vías de la pedagogía y de la espiritualidad de nuestro tiempo encontramos las huellas de este maestro, sin el cual no hubieran existido san Juan Bosco ni la heroica ‘pequeña vía’ de santa Teresa de Lisieux”, añadió.

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ZENIT Staff

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