Benedicto XVI se despide de Estados Unidos llamando a la unidad de la Iglesia

Para ser «heraldos de la esperanza», afirma en el «Yankee Stadium» de Nueva York

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NUEVA YORK, domingo, 20 abril 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI concluyó este domingo su visita pastoral a los Estados Unidos lanzando un llamamiento a la unidad de la Iglesia para anunciar con convicción la esperanza y la alegría de Cristo a ese país.

Su último gran acto público fue una celebración eucarística, en el estadio de béisbol de los Yankees de Nueva York, ante unos 57 mil peregrinos, en la que conmemoró los doscientos años de la creación de las diócesis de Boston, Nueva York, Filadelfia, y Louisville.

En su homilía, pronunciada en inglés y español, el Papa recorrió estos dos siglos en los que la Iglesia católica ha pasado de ser una pequeñísima comunidad, a tener numéricamente un papel decisivo en la vida de la nación.

«Pensemos en las continuas oleadas de emigrantes, cuyas tradiciones han enriquecido mucho a la Iglesia en Estados Unidos», recordó. «Pensemos en la recia fe que edificó la cadena de Iglesias, instituciones educativas, sanitarias y sociales, que desde hace mucho tiempo son el emblema distintivo de la Iglesia en este territorio».

Este resultado, explicó rodeado de una espectacular escenografía, ha tenido que afrontar, ante todo, el reto que plantean «las tensiones lingüísticas y culturales», como sucedió entre los primeros cristianos de Imperio Romano.

«La unidad de la Iglesia no tiene más fundamento que la Palabra de Dios, hecha carne en Cristo Jesús, Nuestro Señor –subrayó–. Todos los signos externos de identidad, todas las estructuras, asociaciones o programas, por válidos o incluso esenciales que sean, existen en último término únicamente para sostener y favorecer una unidad más profunda que, en Cristo, es un don indefectible de Dios a su Iglesia».

Y el segundo reto que la Iglesia tiene en el país es el de manifestar el gozo de la fe en Dios, motivo por el cual exhortó a los católicos del país a ser «un pueblo de la alegría, heraldos de la esperanza que no defrauda, nacida de la fe en la Palabra de Dios y de la confianza en sus promesas».

Esto, subrayó, «significa superar toda separación entre fe y vida, oponiéndose a los falsos evangelios de libertad y felicidad. Quiere decir, además, rechazar la falsa dicotomía entre la fe y la vida política, pues, como ha afirmado el Concilio Vaticano II, «ninguna actividad humana, ni siquiera en los asuntos temporales, puede sustraerse a la soberanía de Dios»».

«Esto quiere decir esforzarse para enriquecer la sociedad y la cultura norteamericanas con la belleza y la verdad del Evangelio, sin perder jamás de vista esa gran esperanza que da sentido y valor a todas las otras esperanzas que inspiran nuestra vida», reconoció.

Con «estas bases sólidas» el Papa auspició un futuro de promesas para el cristianismo en el país. «Sólo Dios en su providencia sabe lo que su gracia debe realizar todavía en sus vidas y en la vida de la Iglesia de los Estados Unidos. Mientras tanto, la promesa de Cristo nos colma de esperanza firme», reconoció.

La celebración eucarística concluyó con el «Himno a la Alegría» de Beethoven, dando el ambiente de esperanza que el pontífice ha querido imprimir a esta visita –el eslogan era «Cristo, nuestra esperanza»–, tas la crisis que en los años pasados ha tenido que afrontar.

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ZENIT Staff

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