Benedicto XVI se pone al servicio de la reconciliación entre los pueblos

Como lo hizo el Papa Benedicto XV, cuyo nombre ha escogido

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 27 abril 2005 (ZENIT.org).- En su primera audiencia general, el Papa Benedicto XVI se puso al servicio de la paz entre los pueblos, como su predecesor, Benedicto XV, quien promovió la reconciliación en tiempos de la primera guerra mundial.

En sus palabras ante los más de veinte mil peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Santo Padre explicó que su nombre también se inspira en san Benito de Nursia (Benito y Benedicto en latín e italiano son el mismo nombre), padre del monaquismo occidental, que desempeñó un papel decisivo para las raíces cristianas de Europa.

Fue una audiencia caracterizada por los gestos de cariño al nuevo Papa en una estupenda mañana de sol. Llegó en el viejo jeep blanco descubierto de Juan Pablo II –el mismo en el iba cuando le disparó el turco Alí Agca el 13 de mayo de 1981–. Recorrió la plaza durante unos quince minutos para saludar de cerca de los peregrinos.

Sus primeras palabras fueron para expresar el «asombro y gratitud a Dios, que me ha sorprendido ante todo a mí mismo al llamarme a suceder al apóstol Pedro».

Sentado en el sillón de su predecesor, sin un baldaquino que le protegiera del sol, confesó su «conmoción interior ante la magnitud de la tarea y la responsabilidad que [Dios] me ha confiado», por lo que pidió la «oración insistente» de los creyentes.

Al Santo Padre se le pudo ver durante todo el acto, que duró más de dos horas, sereno y sonriente, respondiendo con el saludo de la mano o con una bendición a los numerosos gritos de ánimo de los fieles, entre los que había más de mil alemanes.

Recordando la figura de Benedicto XV, cuyo pontificado tuvo lugar entre 1914 y 1922, explicó que «fue valiente y auténtico profeta de paz y trabajó con gran valentía para evitar el drama de la guerra y después para limitar sus nefastas consecuencias».

«Siguiendo sus huellas –añadió–, deseo poner mi ministerio al servicio de la reconciliación y armonía entre los hombres y los pueblos, con el profundo convencimiento de que el gran bien de la paz es sobre todo un don de Dios, frágil y precioso, que tenemos que invocar, defender y construir todos los días con la colaboración de todos».

El Santo Padre explicó que su nombre recuerda además a san Benito de Nursia (480-547), fundador del monaquismo occidental y patrón de Europa junto con lo santos Cirilo y Metodio.

«La progresiva expansión de la Orden benedictina por él fundada ha ejercido un influjo enorme en la difusión del cristianismo en todo el continente –explicó–. Por esto, san Benito es sumamente venerado en Alemania y, en particular, en Baviera, mi tierra de origen»

El santo, siguió diciendo, «constituye un punto fundamental de referencia para la unidad de Europa y un fuerte recuerdo de las irrenunciables raíces cristianas de su cultura y de su civilización».

Con su pontificado, el Papa Joseph Ratzinger quiere dejar a los cristianos el mismo mensaje que san Benito dejaba a sus monjes en el capítulo 4 de su «Regla»: «no anteponer nada al amor de Cristo».

«Al inicio de mi servicio como sucesor de Pedro, pido a san Benito que nos ayude a mantener con firmeza el carácter central de Cristo en nuestra existencia –afirmó–. ¡Que en nuestros pensamientos y en todas nuestras actividades siempre esté en el primer lugar!».

El pontífice tuvo la grata sorpresa de recibir en la audiencia a una numerosísima peregrinación procedente precisamente de la archidiócesis de Spoleto-Nursia, acompañada por su pastor, monseñor Riccardo Fontana.

Benedicto XVI anunció, por último, que en las próximas audiencias generales de los miércoles continuará con los comentarios a los Salmos y cánticos de las vísperas que Juan Pablo II había preparado y que quedaron interrumpidos el 26 de enero, a causa de su enfermedad.

El Papa saludó en varios idiomas a los peregrinos, en particular en italiano castellano, francés, inglés, y alemán. Sorprendió a todos los presentes al leer perfectamente un breve saludo en polaco. Al hablar en castellano se interrumpió con gusto para escuchar la canción «Cielito lindo», que le cantó un grupo de jóvenes mexicanas.

Tras la audiencia, todos los cardenales y obispos presentes en la plaza de San Pedro subieron para saludar personalmente al Papa e intercambiar con él en privado, durante unos instantes, unas palabras.

La audiencia concluyó con el la bendición del Papa impartida antes de cantar el Padrenuestro en latín. El mismo Santo Padre, con un gesto de las manos, animó a entonarlo a todos los fieles presentes.

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ZENIT Staff

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