Benedicto XVI: Seguir a Cristo con la propia cruz

Hoy durante el rezo del Ángelus

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo 20 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la intervención de Benedicto XVI hoy, durante el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, con miles de peregrinos reunidos de todas partes del mundo.

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Queridos hermanos y hermanas

Esta mañana en la Basílica de San Pedro he conferido el orden presbiteral a catorce diáconos de la diócesis de Roma. El sacramento del Orden manifiesta, de parte de Dios, su atenta cercanía a los hombres y, de parte de quien lo recibe, la plena disponibilidad a convertirse en instrumento de esta cercanía, con un amor radical a Cristo y a la Iglesia. En el Evangelio de hoy domingo, el Señor pregunta a sus discípulos: “Vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Lc 9,20). A esta pregunta el apóstol Pedro responde prontamente: Tu eres el Cristo de Dios, el Mesías de Dios” (Ibid.), superando, así, todas las opiniones terrenas que consideraban a Jesús uno de los profetas. Según san Ambrosio, con esta profesión de fe, Pedro “abrazó juntas todas las cosas, porque expresó la naturaleza y el nombre” del Mesías (Exp. in Lucam VI, 93, CCL 14, 207). Y Jesús, frente a esta profesión de fe, renueva a Pedro y a los demás discípulos la invitación a seguirle en el camino comprometido en amor hasta la Cruz. También a nosotros, que podemos conocer al Señor mediante la fe en su Palabra y en los Sacramentos, Jesús nos dirige la propuesta de seguirle cada día, y también a nosotros nos recuerda que para ser sus discípulos es necesario apropiarnos del poder su Cruz, culmen de nuestros bienes y corona de nuestra esperanza.

San Máximo el Confesor observa que “el signo distintivo del poder de nuestro Señor Jesucristo es la cruz, que él llevó sobre sus hombros” (Ambiguum 32, PG 91, 1284 C). De hecho, “a todos decía: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, coja su cruz y me siga’” (Lc 9,23). Tomar la cruz significa comprometerse en derrotar al pecado que obstaculiza el camino hacia Dios, acoger cotidianamente la voluntad del Señor, acrecentar la fe sobre todo ante los problemas, las dificultades, el sufrimiento. La santa carmelita Edith Stein nos dio testimonio de ello en un tiempo de persecución. Escribía así desde el Carmelo de Colonia en 1938: “Hoy entiendo… qué quiere decir esposa del Señor en el signo de la cruz, porque por completo no se comprenderá nunca, ya que es un misterio… Más se hace oscuro a nuestro alrededor, tanto más debemos abrir el corazón a la luz que viene de lo alto”. (La elección de Dios. Cartas (1917-1942), Roma 1973, 132-133). También en la época actual muchos son los cristianos en el mundo que, animados por el amor por Dios, asumen cada día la cruz, sea la de las pruebas cotidianas, sea la procurada por la barbarie humana, que a veces requiere el valor del sacrificio extremo. Que el Señor nos conceda a cada uno de nosotros poner siempre nuestra sólida esperanza en Él, seguros de que, al seguirle llevando nuestra cruz, llegaremos con Él a la luz de la Resurrección.

Confiamos a la protección maternal de la Virgen María a los nuevos sacerdotes ordenados hoy, que se añaden a la multitud de cuantos el Señor ha llamado por su nombre: que sean siempre discípulos fieles, valientes anunciadores de la Palabra de Dios y administradores de sus Dones de la salvación.

[Después del ángelus]

Deseo dirigir un apremiante llamamiento para que la paz y la seguridad sean restablecidos en el Kirguistán meridional, a raíz de los graves conflictos que han tenido lugar en los días pasados. A los parientes de las víctimas y a cuantos sufren por esta tragedia expreso mi conmovida cercanía y aseguro mi oración. Invito, además, a todas las comunidades étnicas del país a renunciar a cualquier provocación o violencia y pido a la comunidad internacional que actúe para que las ayudas humanitarias puedan alcanzar prontamente a las poblaciones afectadas.

Hoy la Organización de las Naciones Unidas celebra la Jornada Mundial del Refugiado, para llamar la atención sobre los problemas de cuantos han dejado forzadamente su propia tierra, llevango a ambientes que a menudo son profundamente diversos. Los refugiados desean encontrar acogida y ser reconocidos en su dignidad y en sus derechos fundamentales; al mismo tiempo, pretenden ofrecer su contribución a la sociedad que les acoge. Oremos para que, en una justa reciprocidad, se responda de modo adecuado a esta expectativa y muestren el respeto que nutren por la identidad de las comunidades que les reciben.

[En español dijo]

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que se unen a esta plegaria mariana, también a través de la radio y la televisión. La liturgia de hoy nos llega con la pregunta de Jesús a sus discípulos: ¿Quién decís que soy yo? A ella se puede dar una respuesta acertada sólo tras haberla aprendido de Él, escuchando su palabra, imitando su vida, encontrándolo personalmente en los sacramentos y en la oración. Que la Virgen María nos ayude en esta apasionante búsqueda para descubrir a quien es nuestra alegría y nuestra salvación. Feliz Domingo.

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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