Benedicto XVI: Sólo el amor del Espíritu Santo nos hace testigos de Cristo

Intervención antes y después de rezar el Ángelus este domingo

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LORENZAGO DI CADORE, domingo, 15 julio 2007 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI este domingo, a mediodía, antes y después de rezar la oración mariana del Ángelus.

El encuentro de oración, con un marcado carácter festivo, junto a numerosísimos fieles y peregrinos, tuvo lugar en Castello di Mirabello, próximo a la villa donde reside el Papa en Lorenzago di Cadore –en los Dolomitas de Belluno- durante este período de descanso, hasta el 27 de julio.

* * *

Queridos hermanos y hermanas:

Doy gracias al Señor que también este año me ofrece la posibilidad de pasar algunos días de descanso en la montaña, y estoy agradecido a cuantos me han acogido aquí, en Lorenzago, en este encantador panorama cuyo fondo son las cimas del Cadore y donde vino varias veces también mi amado predecesor Juan Pablo II. Dirijo un agradecimiento especial al obispo de Treviso y al de Belluno-Feltre, y a todos los que, de varias formas, contribuyen a asegurarme una estancia serena y provechosa. Ante este espectáculo de prados, de bosques, de cumbres tendidas el cielo, brota espontáneo en el alma el deseo de alabar a Dios por las maravillas de sus obras, y nuestra admiración por estas bellezas naturales se transforma fácilmente en oración.

Todo buen cristiano sabe que las vacaciones son tiempo oportuno para reposar el físico y también para alimentar el espíritu a través de espacios más amplios de oración y de meditación, para crecer en la relación personal con Cristo y conformarse cada vez más a sus enseñanzas. Hoy, por ejemplo, la liturgia nos invita a reflexionar sobre la célebre parábola del buen samaritano (v. Lc 10,25-37), que introduce en el corazón del mensaje evangélico: el amor a Dios y el amor al prójimo. ¿Pero quién es mi prójimo? –pregunta el interlocutor a Jesús. Y el Señor responde dando un vuelco al interrogante, mostrando, con el relato del buen samaritano, que cada uno de nosotros debe hacerse prójimo de cada persona que encuentra: «¡Ve y haz tú lo mismo!» (Lc 10,37). Amar, dice Jesús, es comportarse como el buen samaritano. Nosotros sabemos, por lo demás, que Buen Samaritano por excelencia es precisamente Él: aún siendo Dios, no dudó en abajarse hasta hacerse hombre y dar la vida por nosotros.

El amor es por lo tanto el «corazón» de la vida cristiana; de hecho, sólo el amor, suscitado en nosotros por el Espíritu Santo, nos hace testigos de Cristo. He querido volver a proponer esta importante verdad espiritual en el Mensaje para la XXIII Jornada Mundial de la Juventud, que se hará público el próximo viernes, 20 de julio: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos» (Hechos 1, 8). Éste es el tema sobre el cual, queridos jóvenes, os invito a reflexionar en los próximos meses, para prepararos a la gran cita que tendrá lugar en Sydney, en Australia, dentro de un año, justamente en estos días de julio. Las comunidades cristianas de esa amada nación están trabajando activamente para acogeros y les estoy agradecido por los esfuerzos organizativos que están realizando. Confiemos a María, a quien mañana invocaremos como Virgen del Monte Carmelo, el camino de preparación y el desarrollo del próximo encuentro de la juventud del mundo entero, al que os invito, queridos amigos de cada Continente, a participar numerosamente.

[Tras rezar el Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos. En italiano dijo:]

Me alegra saludar uno a uno a los obispos presentes: monseñor Andrich, obispo de Belluno-Feltre, monseñor Mazzocato, obispo de Treviso, monseñor Magnani, obispo emérito de Treviso, y monseñor Pasqualotto, obispo auxiliar de Manaus, en Brasil, originario de Treviso. Aseguro una especial oración para ellos y para el camino pastoral de las respectivas comunidades diocesanas.

Saludo a los presidentes de la región de Veneto y de la provincia de Treviso, y a los responsables de importantes instituciones locales.

Dirijo mi pensamiento a los sacerdotes y a los diáconos permanentes; a los educadores y a los seminaristas del Seminario de Treviso, junto a sus familiares; a los representantes de los Institutos de vida consagrada y de las diversas agregaciones laicales, entre ellas Acción Católica, los Scout y los Movimientos eclesiales; a los diversos colaboradores de organismos diocesanos y de las escuelas católicas. Con gran afecto saludo finalmente a los niños y jóvenes que están viviendo su «campamento-escuela» aquí, en Cadore.

[Después de reiterar su saludo, dijo en alemán:]

Que el tiempo libre de las vacaciones nos ayude a profundizar en el vínculo con Dios y con las personas que tenemos cerca. No dejemos escapar esta oportunidad. Os deseo felices vacaciones y os imparto mi bendición de todo corazón.

¡Gracias de nuevo por haber venido! ¡Feliz domingo a todos!

[Traducción del original plurilingüe realizada por Zenit.
© Copyright 2007 – Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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