Benedicto XVI toma posesión de su catedral, la basílica de San Juan de Letrán

El Papa no es un «soberano absoluto», aclara

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 8 mayo 2005 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI tomó posesión este sábado de la cátedra del obispo de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán, en una celebración eucarística en la que ilustró los aspectos esenciales de su ministerio como sucesor de Pedro.

«Queridos romanos, ahora soy vuestro obispo y quiero tratar de ser vuestro obispo con todo el corazón, el obispo de Roma», dijo el Papa improvisando, con palabras cargadas de emoción.

«Y todos nosotros queremos tratar de ser cada vez más católicos, cada vez más hermanos y hermanas en la gran familia de dios, esa familia en la que no existen extranjeros», añadió.

El Papa llegó a la basílica hacia las 17,15 hora local en un coche descubierto desde el que saludó a miles de personas congregadas en la plaza situada ante las puertas del templo, en el centro histórico de la capital italiana.

En la larga homilía, el Papa Joseph Ratzinger abrió su corazón para exponer algunas de las ideas que constituyen lo que considera el eje de lo que será su ministerio petrino.

De hecho recordó, «Pedro expresó en primer lugar, en nombre de los apóstoles, la profesión de fe: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Esta es la tarea de todos los sucesores de Pedro: ser la guía en la profesión de fe en Cristo, el Hijo del Dios vivo».

Benedicto XVI reconoció que «esta potestad de enseñanza da miedo a muchos hombres dentro y fuera de la Iglesia. Se preguntan si no es una amenaza a la libertad de conciencia, si no es una presunción que se opone a la libertad de pensamiento. No es así», aseguró.

«El poder conferido por Cristo a Pedro y a sus sucesores es, en sentido absoluto, un mandato a servir –señaló–. La potestad de enseñar, en la Iglesia, comporta un compromiso al servicio de la obediencia a la fe. El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Por el contrario, el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra».

«Él no debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente y vincular a la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, ante los intentos de adaptarse y aguarse, así como ante todo oportunismo».

Según el Papa, esta fue la misión de Juan Pablo II, «cuando ante todos los intentos, aparentemente benévolos, ante las erradas interpretaciones de la libertad, subrayó de manera inequívoca la inviolabilidad del ser humano, la inviolabilidad de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural».

«La libertad de matar no es una verdadera libertad, sino una tiranía que reduce el ser humano a la esclavitud», aclaró Benedicto XVI en el pasaje de su homilía que más aplausos suscitó.

«El Papa es consciente de estar, en sus grandes decisiones, ligado a la gran comunidad de la fe de todos los tiempos, a las interpretaciones vinculantes desarrolladas a través del camino de peregrinación de la Iglesia», concluyó.

De regreso al Vaticano desde San Juan de Letrán, el Papa visitó la basílica de Santa María la Mayor, donde se detuvo en oración ante el icono de María «Salus populi romani», sumamente venerada por los romanos.

Con esa visita el Papa concluyó la toma de posesión de las cuatro grandes basílicas de Roma: San Pedro, San Pablo Extramuros –que visitó el 25 de abril–, San Juan de Letrán y Santa María la Mayor.

La diócesis de Roma se compone de cinco basílicas patriarcales, 58 basílicas menores, más de 330 parroquias, y 279 iglesias no parroquiales.

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ZENIT Staff

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