Benedicto XVI y el magisterio de Juan Pablo II sobre la dignidad de la mujer

Entrevista a sor Marcella Farina, teóloga salesiana

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 24 abril 2006 (ZENIT.org).- La profesora sor Marcella Farina sostiene que el magisterio de Benedicto XVI sobre la dignidad y la misión de la mujer, de algún modo, reanuda el pensamiento expresado por el Papa Juan Pablo II.

En esta entrevista, concedida a Zenit, en el primer aniversario del inicio del pontificado de este Papa, sor Marcella, que es profesora de Teología Fundamental y de Teología Sistemática de la Facultad Pontificia de Ciencias de la Educación «Auxilium», observa además que la encíclica «Deus caritas est» profundiza este magisterio.

«En efecto –explica–, si retomamos los textos en los que su predecesor habló del «genio femenino» podemos concluir que tal genio coincide con la acogida y la comunicación del amor que, desde el Corazón de Dios, se irradia y resplandece en los corazones humanos».

Sor Marcella, salesiana, es miembro de la Academia Pontificia Teológica y de la Asociación Mariológica Interdisciplinar, además de socia fundadora de la Sociedad Italiana para la Investigación Teológica.

–Juan Pablo II habló del «genio femenino». ¿Piensa que el Papa Benedicto XVI sorprenderá con algún gesto hacia las mujeres?

–Sor Marcella: Benedicto XVI sigue las huellas de Juan Pablo II con el estilo que le es propio, hecho de noble delicadeza y de claro testimonio.

Con su primera carta encíclica, «Deus Caritas Est», nos deja entrever su profunda proximidad al mundo contemporáneo y, por tanto, hacia las mujeres; también indica por qué camino va y qué quiere proponer no sólo a la Iglesia sino a todas las personas de buena voluntad.

Cuando se acoge la caridad de Dios con sencillez y radicalidad, el mundo se transforma, renace como una nueva primavera. Cada criatura, en especial la criatura humana hecha a imagen de Dios, refleja la luminosidad de Dios, por tanto su belleza.

Benedicto XVI, en este año de pontificado, nos ha ofrecido un rico patrimonio doctrinal en el ámbito antropológico. Basta pensar en las audiencias, en los discursos y mensajes propuestos a las academias pontificias, en los encuentros con personas de diversas instituciones, creyentes y no creyentes.

Tiene un estilo de sobriedad, hecho de audacia y ardor evangélico, de humildad y coraje, de dedicación generosa y de sencillez. No creo que haga gestos «sorprendentes» en el sentido fenomenológico. El estupor que suscita en quien lo encuentra, y en quien lo escucha, brota de su cercanía amable y profunda.

— La «Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración del hombre y de la mujer en la Iglesia y el mundo», fue publicada justo cuando Joseph Ratzinger presidía la Congregación para la Doctrina de la Fe.
<br> –Sor Marcella: Sí, tiene fecha de 31 de mayo de 2004, fiesta de la Visitación de la Virgen María, un día especialmente elocuente para la comunicación de valores antropológicos expresados en femenino.

Cuando era prefecto de la Congregación, publicó el texto el 31 de julio de 2004. La carta, como se ve, tiene la fecha de un día en el que se conmemora a María en viaje para visitar a su prima Isabel a la que lleva la Vida, que es Jesús.

Me parece que quiere dar a entender que, con María, la aurora de la nueva humanidad según el proyecto de Dios, la alegría mesiánica se ofrece a mujeres y a hombres, a las generaciones pasadas, presentes y futuras, a individuos y a pueblos. Este es un mensaje de propuesta y compromiso que ofrece a la humanidad, por tanto a las mujeres.

En cierto sentido, reanuda el magisterio de Juan Pablo II sobre la dignidad y misión de la mujer. La encíclica «Deus Caritas Est» lo profundiza. Si revisamos los textos en los que su predecesor hablaba del «genio femenino», podemos concluir que tal genio coincide con la acogida y la comunicación del amor que, desde el Corazón de Dios, se irradia y resplandece en los corazones humanos.

–Benedicto XVI ha hablado de grandes mujeres en la Iglesia, como santa Catalina de Siena o Hildegarda de Bingen, mujeres que ya Juan Pablo II estimaba mucho…

–Sor Marcella: En efecto, el 19 de octubre de 1997, Juan Pablo II proclamó a santa Teresa del Niño Jesús, doctora de la Iglesia. Fue un modo singular de celebrar el centenario de su muerte. En la carta apostólica «Divini Amoris Scientia» habla del genio femenino e instaura una hermosa comparación entre la pequeña Teresa y Catalina de Siena: las dos son doctoras de la Iglesia por el don del Espíritu, que las ha hecho sabias y les ha permitido captar el sentido fundamental de la experiencia humana y cristiana que es el amor. En la carta encíclica «Evangelium Vitae», confía a las mujeres la elaboración de un nuevo feminismo, una tarea que podrá desarrollar poniendo en acción su genio femenino.

Benedicto XVI, en su magisterio, vuelve a menudo sobre este patrimonio doctrinal subrayando también ante los no creyentes el incremento de significado antropológico que aporta el Evangelio para la autocomprensión humana, por tanto para una autoconciencia femenina más profunda y madura. Quiero recordar la carga de significado humanizante que puede tener para la humanidad pensar y vivir «veluti si Deus daretur» [como si Dios existiera]. Añade que un pensamiento sin la amplitud de la trascendencia, por tanto, sin la acogida del misterio de Dios, no es un pensamiento verdaderamente libre y fecundo. Así, invita a creyentes y no creyentes a la tarea ética de pensar hasta el fondo sobre la verdad y recuerda la vocación a la santidad que se dirige también a nuestra mente. Por lo demás, ¿cómo se podría amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente, con toda el alma, con todo nuestro ser?

Si los no creyentes están llamados a pensar y vivir «veluti si Deus daretur» nosotros creyentes estamos llamados a pensar y vivir respondiendo hasta el fondo a la tarea moral de dar razón de nuestra fe. En este campo, hay un espacio singular reservado a las mujeres que en la historia han alimentado un lazo entre razón y relación, entre pensamiento y sentimiento. Sobre todo, nosotras, las mujeres creyentes, estamos llamadas a ir hasta el fondo en el dar razón de nuestra fe, según la vía de la «Divini amoris scientia», favoreciendo el paso de la teología a la teofanía, de la cristología a la cristofanía.

Jesús resucitado encuentra a María de Magdala y la encamina por la vía del amor pascual. Ojalá que también nos encuentre a nosotros y nos indique este camino, de modo que podamos, con su ardor, dar el anuncio pascual.

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ZENIT Staff

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