CIUDAD DEL VATICANO, 7 octubre 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II propuso a santa Brígida de Suecia, compatrona de Europa, como «mujer de unidad» y «testigo del ecumenismo» al presidir este viernes las vísperas solemnes en las que participaron representantes del resto de las comunidades cristianas.
En la Basílica de San Pedro se reunieron al atardecer del día para rezar por la unidad de los cristianos la princesa Victoria, representante de los reyes de Suecia, así como los arzobispos eméritos luteranos de Uppsala, Bertil Werkström y Gunnar Weman.
Representantes protestantes, anglicanos y ortodoxos participaron también en la oración.
En vísperas del séptimo centenario del nacimiento de la santa sueca (1303-1373), amada por los cristianos de las diferentes confesiones, el Papa subrayó el ejemplo que deja hoy esta «gran misionera de la fe»: «su aspiración activa y diligente por la unidad de los cristianos».
«En una época compleja y difícil de la historia de la Iglesia y de Europa –afirmó el Papa– esta incansable discípula del Señor no dejó de trabajar por la cohesión y el auténtico progreso de la unidad de los creyentes».
Por este motivo, explicó, «en cuanto mujer de unidad, se nos presenta como testigo del ecumenismo», un ecumenismo que el obispo de Roma calificó de «espiritual y al mismo tiempo activo».
«Se trata de una herencia espiritual que hay que recoger, de un compromiso común que hay que continuar con gozosa generosidad», exigió el Papa.
«Pero, dado que la unidad de la Iglesia es una gracia del Espíritu –concluyó–, somos conscientes de que es necesario ante todo implorarla constantemente en la oración, y después construirla con tenacidad incansable, ofreciendo cada uno su propia contribución personal».
