Calendario maya y Navidad

Falsa información sobre el calendario de la antigua cultura americana

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HECHOS

Varias personas estaban temerosas porque se había difundido la falsa información de que, según el calendario maya, este 21 de diciembre se acabaría el mundo, el sol no brillaría y habría terremotos y otras calamidades.

Es una interpretación errónea decir que los mayas predijeron el fin del mundo para esta fecha. Nada hay de eso. Su calendario es muy preciso, porque se basa en la cuidadosa observación que hacían del movimiento de los astros. Nos asombra su precisión científica para medir el tiempo; pero no intentaban predecir el futuro. Por tanto, no anunciaron catástrofes, mucho menos el fin del mundo. Midieron los años de la humanidad por periodos de 400 años; a cada uno lo llamaron baktún. Su calendario abarca 13 baktunes; al terminar, se cierra un ciclo, que es lo que ocurre el 21 de diciembre de 2012, pero no significa que luego venga el caos. Es algo parecido a la cuenta de nuestro calendario gregoriano: El 31 de diciembre de 1999 concluyó el siglo XX, y el 1 de enero del año 2000 empezó un nuevo siglo; pero nada pasó con ese cambio de siglo. Claro que cambian muchas cosas en los ciclos de la historia humana, pero no se anuncian catástrofes físicas o astronómicas. Los mayas nada especial predijeron para este 21 de diciembre.

CRITERIOS

¿Cuándo será el fin del mundo? Nadie lo sabe. Jesús nos dijo con toda claridad que eso sólo Dios Padre lo sabe (cf Mt 24,36). Aunque algunos protestantes anunciaban el fin del mundo al llegar el año 2000, atemorizando con el interés de que los ignorantes se afiliaran a su religión, nada extraordinario aconteció.

Sin embargo, es muy interesante relacionar la contabilidad de los mayas con la Navidad, porque su calendario se basa sobre todo en la observación del movimiento del sol. El 21 de diciembre de todos los años, empieza el solsticio de invierno, en que el sol empieza a vencer a la oscuridad de la noche. Hasta este día, los días son más cortos y las noches más largas; es decir, predomina la oscuridad, equivalente a la muerte. Pero a partir de esta fecha, empiezan poco a poco a ser más largos los días, hasta que llega el verano, en que predomina el sol. Por ello, los antiguos de casi todas las culturas celebraban en estas fechas de diciembre grandes fiestas en honor del sol, como si éste fuera un dios, principio de la vida. Festejaban que el sol nuevamente venciera a la noche, a la oscuridad. Y honraban al emperador, que se consideraba hijo del sol. Los cristianos, a partir del siglo IV y V, cambiaron el sentido de esas fiestas paganas en honor del sol, y empezaron a celebrar la Navidad precisamente el 25 de diciembre, cumbre de las fiestas paganas, considerando que el verdadero Sol que vence la oscuridad del pecado y de la muerte, es Jesucristo.

La Biblia no dice ni el día ni el mes del nacimiento de Jesús; sólo menciona a los gobernantes civiles y religiosos de la época, en base a lo cual, en fecha tardía, se hizo el cálculo del año en que nació, con un error de cuatro o cinco años. La encarnación del Verbo de Dios y su nacimiento en Belén obviamente son muy importantes, pues son la presencia visible, histórica, tangible, del amor de Dios. Pero lo definitivamente trascendente es la muerte y sobre todo la resurrección de Jesús, que están muy precisas y detalladas en la Biblia. Si hubiera nacido y muerto en la cruz, pero no hubiera resucitado, no sería Dios, no nos habría salvado. Por ello, lo que más importó a los evangelistas era el día de la resurrección. Los cuatro concuerdan en que fue el primer día de la semana, llamado luego domingo. Hasta cuatro o cinco siglos después se empezó a celebrar la Navidad, escogiendo el solsticio de invierno como fecha simbólica, por la observación del movimiento del sol que hicieron egipcios, griegos, romanos y otras culturas, al igual que los sabios mayas.

PROPUESTAS

Lo importante de estas fechas es vivir en armonía y concordia en la familia y en la comunidad, gozando de la paz que Jesucristo nos trae. No nos dejemos atemorizar por ignorantes y por predicadores proselitistas, aunque siempre hay que estar preparados para cuando sea nuestro encuentro definitivo con El, que es nuestro sol y nuestra vida.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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