Caluroso abrazo de la comunidad eclesial a los veintitrés nuevos cardenales

Miles de familiares y amigos felicitan a los purpurados en el Vaticano

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 27 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Las visitas de cortesía del sábado a los veintitrés nuevos cardenales se convirtieron literalmente en un caluroso abrazo de felicitación de la comunidad eclesial, representada por miles de personas de toda edad y condición.

Familias enteras, amigos, obispos, sacerdotes, religiosos y numerosos miembros del Colegio Cardenalicio colmaron pasillos y dependencias del Vaticano a las pocas horas de que el Papa creara estos nuevos purpurados, originarios de Alemania, Argentina, Brasil, España, Estados Unidos, Francia, India, Irak, Irlanda, Italia, Kenia, México, Polonia y Senegal.

Llamado a la púrpura en 1994, el cardenal Miloslav Vlk –arzobispo de Praga– se sumó a las visitas, y esperando su turno para saludar a los nuevos purpurados reconoció a Zenit el «bellísimo acontecimiento» que había vivido la Iglesia universal en el marco de este consistorio.

Y es que «los cardenales han vendido de todo el mundo; se puede decir que el Papa aumenta su «senado» de colaboradores, y ésta es una señal preciosa en este mundo» porque la Iglesia gobierna «con los hermanos», recalcó.

«He encontrado al Santo Padre siempre contento, sonriente», describió, apuntando la experiencia del encuentro de reflexión del viernes del Colegio Cardenalicio en torno al Benedicto XVI, y al consistorio de creación de cardenales, celebrado al día siguiente en la Basílica de San Pedro.

«Ha sido una ceremonia gozosa; todos estaban alegres de encontrarse unos a otros. Ha sido bellísimo, bellísimo…», repetía.

Para estas visitas se prepararon, a cada uno de los nuevos veintitrés cardenales, entornos de acogida en el Aula Pablo VI, en el Palacio de la Gobernación, en el Palacio de la Canónica – Fábrica de San Pedro (tanto en el Vicariato de la Ciudad del Vaticano como en la Biblioteca) y en el Palacio Apostólico (Sala Regia, Aula de las Bendiciones, Sala Ducal y de los Paramentos).

En un ambiente festivo, nutridos grupos y filas de amistades aguardaron para llevar detalles de cortesía, flores, y sobre todo su felicitación y abrazo, agradecido y correspondido por los cardenales en la tarde del sábado.

El nuevo cardenal Agustín García-Gasco reconoció a Zenit su emoción por la intensa jornada: «Estoy muy feliz, pensando también que [el cardenalato] ha sido un gran regalo para Valencia», de donde es arzobispo. La archidiócesis española fue anfitriona de Benedicto XVI el año pasado con ocasión del V Encuentro Mundial de las Familias.

Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, el arzobispo polaco y nuevo cardenal Stanislaw Rylko ha asumido el honor de la púrpura cardenalicia «sobre todo con un sentimiento de enorme gratitud hacia el Papa por este nuevo signo de confianza» hacia su persona».

«He aceptado este nombramiento con alegría, pero con temblor del corazón también, porque me doy cuenta de que es un don y un desafío a la vez –admitió a Zenit–. Y pido al Señor que me dé la fuerza de no desilusionarle, sobre todo a Jesús, pero también al Santo Padre».

Por su particular compromiso en el servicio de la Iglesia, el Papa creó cardenal también al padre Urbano Navarrete, jesuita, antiguo rector de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

El sábado las emociones eran muchas e intensas, pero el nuevo purpurado español identificó a Zenit una en especial: «Cuando me he postrado ante el Romano Pontífice lo único que le he dicho ha sido: «Gracias por la confianza que ha puesto en mi». Tal vez es el momento culminante de la jornada».

«En mi corazón llevaba también la idea de que no es solamente la confianza que ha puesto en mi personalmente, sino también la confianza que supone en la institución en la que he trabajado toda mi vida, que es la Universidad Gregoriana, y en cierto sentido igualmente en la Compañía de Jesús, donde estoy desde mi juventud», añadió.

Para el jesuita su llamamiento a la púrpura es un gesto que va más allá del significado personal: «Es también colectivo –dice–, porque difícilmente una persona trabaja sola; el resultado es una colaboración de todos».

En medio del bullicio, en el atrio del Aula Pablo VI, recalcó otra emoción: «La cantidad de personas conocidas, más de Roma que de otro sitio, que han venido espontáneamente a saludarme. También en el campo pastoral, porque he estado cuarenta y cuatro años dedicado todas las mañanas de los domingos en un confesionario fijo, sin faltar –cuando he estado en Roma-, si no era por motivos de salud».

Y es que el ahora cardenal, el padre Navarrete, jamás ha querido faltar al ministerio de la Confesión: «Para estar en contacto directo con el Pueblo» de Dios, concluye.

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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