Cardenal Angelo Scola

Nacido el 7 de noviembre de 1941

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Une buena capacidad pastoral y dotes intelectuales. Su historia de sacerdote, obispo y después cardenal se caracteriza por una vocación relativamente tardía, madurada en una época de una gran fermento para la Iglesia –el inmediato postconcilio- en una de las diócesis más ricas y dinámicas de Europa: Milán.

Nacido en Malgrate, en la provincia de Lecco, el 7 de noviembre de 1941, Angelo Scola crece en una familia humilde y hasta su adolescencia se formó en Acción Católica.

A inicios de los años 60 y después de haber realizado los estudios de ingeniería en el Politécnico y los de filosofía en la Universidad Católica, el joven Scola se convirtió en discípulo y amigo de don Luigi Giussani. En 1965 el cardenal arzobispo de Milán, Giovanni Colombo, lo nombra presidente de la Federación de Universitarios Católicos Italianos (FUCI) de la diócesis ambrosiana, encargo que Scola mantuvo hasta 1967, año de su ingreso en el seminario de la diócesis de Milán.

La experiencia de seminarista fue complicada: Scola paga su cercanía a don Giussani y a Comunión y Liberación, movimiento todavía naciente y no plenamente comprendido por el mundo católico en aquellos años. Por sugerencia de don Giussani, Scola termina sus estudios como seminarista en Téramo, donde será ordenado sacerdote en 1970.

Ya antes de ser sacerdote, Scola entra en contacto con eminentes teólogos de la época, de Henri de Lubac a Hans Urs von Balthasar. Al mismo tiempo empieza a profundizar los estudios y el conocimiento de las Iglesias ortodoxas y del cristianismo en la época de la Europa comunista. Colabora también con la revista Communio.

La carrera académica de Angelo Scola inicia en los años 70 en la Universidad de Friburgo, donde enseñó teología. En 1982 se convierte en profesor de la Universidad Pontificia Lateranense, en la que asume el rectorado en 1995. En ese mismo año fue nombrado presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para los estudios sobre matrimonio y familia. Entre 1986 y 1991 fue consultor de la Congregación de la Doctrina de la Fe, por entonces guiada por el cardenal Joseph Ratzinger.

En 1991 Angelo Scola recibe la ordenación episcopal. De 1991 a 1995 es obispo de Grosseto. En 2002 Scola es nombrado patriarca de Venecia: siendo la diócesis una sede cardenalicia, recibirá el birrete rojo de manos del beato Juan Pablo II, durante su último consistorio, en 2003. En 2011 fue nombrado arzobispo de Milán por Benedicto XVI.

En los dos primeros años a la guía de la diócesis ambrosiana, el cardenal fue protagonista y testigo de dos eventos históricos: el Encuentro Mundial de las Familias en Milán (30 de mayo-3 de junio de 2012) y la apertura del Año Constantiniano (6 diciembre 2012), en ocasión de los 1.700 años de la proclamación del Edicto de Milán por parte del emperador Constantino.

En particular, el Encuentro Mundial de las Familias representó para el cardenal Scola, la ocasión para despertar la vocación cosmopolita e inclusiva de la ciudad de Milán, precisamente a partir del valor fundamental de la familia.

El 7 de diciembre de 2011, fiesta patronal de san Ambrosio, con ocasión del tradicional «Discurso a la Ciudad», el arzobispo exhortó a los milaneses a un «radical cambio del estilo de vida», en una diócesis de gloriosas tradiciones cristianas, que por desgracia, en las últimas décadas, no ha sido inmune a la onda de secularización que ha tenido como consecuencia el individualismo, el hedonismo y, en definitiva, el empobrecimiento de las relaciones humanas. En esa misma ocasión, el cardenal Scola subrayó las intuiciones «proféticas» de su predecesor san Ambrosio, en particular en la condena del aborto y en la valorización del rol de la mujer en la Iglesia. Según Scola, el trabajo de los milaneses no debe convertirse en fin en sí mismo sino que debe encuadrarse en la óptica del «don» y de la «gratuidad». El «gusto del trabajo», de hecho, debe ir «más allá de su valor de mercado» y no vivirse «de forma separada de los afectos».

El cardenal Scola habla de un cristianismo «humilde» pero «no tibio» y ha detectado en el Año Constantiniano una ocasión para reflexionar sobre la libertad religiosa en el ámbito de una sociedad multiétnica como la actual, que, en parte, refleja la realidad de la época de Constantino.

Al finalizar el Encuentro Mundial de las Familias, dirigiéndose a los periodistas que habían hablado de un posible fracaso del evento, debido a la supuesta impopularidad del pontífice, el cardenal respondió: «Tenéis que destacar un dato de hecho: el pueblo de Dios ama al papa y la opinión pública italiana no coincide con la opinión mediática italiana».

Sobre la noticia de la renuncia de Benedicto XVI, Scola declaró: «el testimonio del papa nos ha demostrado qué es una vida plena, capaz de estar de frente a Jesús, destino del hombre». En esta ocasión destacó el vínculo indisoluble entre Roma y Milán en el catolicismo: ««Pedro y Ambrosio, una sola fe»: es esta la fuente de nuestra confianza».

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ZENIT Staff

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