Cardenal Barragán desmiente declaraciones atribuidas sobre homosexuales

El purpurado aclara que se ha sacado de contexto una cita bíblica

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes 4 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- El cardenal Javier Lozano Barragán, presidente emérito del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, nunca ha dicho que los homosexuales no puedan ir al cielo, según él mismo ha confirmado.

Grandes agencias de información refirieron el 2 de diciembre que, según el purpurado mexicano «transexuales y homosexuales no entrarán al Reino de los Cielos». Periódicos y páginas web de todo el mundo han republicado esos artículos.

El cardenal ha aclarado que su declaración ha sido sacada de contexto, pues él se había limitado a citar la Biblia, en particular la carta de san Pablo a los Romanos (1, 26-27), en la que se condena moralmente la práctica de la homosexualidad.

«Esto es lo que dice la Palabra de Dios, no es lo que yo dije. Ahora, que un homosexual en especial no se pueda salvar, nunca lo he dicho, porque se puede salvar. Muchas veces no se es homosexual por propia culpa, todo depende de la educación y del ambiente», aclaró este jueves en una conversación telefónica.

«Lo único que puedo decir es que para que haya una culpa grave, además de necesitar la materia grave, se necesita una advertencia plena y consentimiento pleno, en donde una de esas tres condiciones falle, no hay culpa grave», ha indicado en una conversación telefónica.

Pero sobre todo, el purpurado aclara que él no es quien juzga a la personas, sino Dios.

En medio del revuelo mediático que habían causado las declaraciones sacadas de contexto del purpurado, medios de información pidieron un comentario al padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, quien se limitó a exponer la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica.

El número 2358 del Catecismo constata que las personas con tendencias homosexuales deben ser acogidas «con respeto, compasión y delicadeza».

«Se evitará –añade–, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición».

Por Jesús Colina

 

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ZENIT Staff

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