Cardenal Kasper: ''La Iglesia de todos los concilios es la misma''

Intervino en el congreso »A los cincuenta años del Concilio Vaticano II (1962-2012)»

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SALAMANCA, domingo 18 noviembre 2012 (ZENIT.org).- El Comité organizador del Congreso «A los cincuenta años del Concilio Vaticano II (1962-2012)», organizado Junta de Decanos de las Facultades de Teología de España y Portugal, hizo pública ayer 17 de noviembre una reflexión final sobre el evento, después de que el cardenal Walter Kasper, presidente emérito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos pronunciara la ponencia final y el nuncio Renzo Frattini dijera unas palabras.

El Congreso de Teología, del que ZENIT viene informando, concluyó ayer con la ponencia de clausura del cardenal Walter Kasper titulada “Hermenéutica y recepción del Concilio Vaticano II”. “Para la mayoría de los contemporáneos el Concilio es historia pasada, porque muchos no vivieron de manera consciente aquel acontecimiento, que ya se considera algo del pasado”, afirmó.

“Hoy, cincuenta años después, vivimos en un tiempo totalmente cambiado, globalizado. La fe optimista en el progreso hace tiempo que ya se ha evaporado”. Nuestra Iglesia, sin embargo, no parece que viva la etapa primaveral que supuso el Concilio Vaticano II, sino que más bien en Europa da la impresión de haber una fase invernal.

El Concilio es un caso especial en la historia de los concilios precedentes, pues “no fue convocado por una situación de herejías o cismas, ni se declararon dogmas formales o medidas disciplinares concretas”. Respondió a “un tiempo nuevo con un optimismo que nacía de la fe en Dios, rechazando a los profetas de calamidades, y buscando un aggiornamento, una puesta al día de la Iglesia”. De hecho, “la intención era traducir al lenguaje de nuestros días la fe tradicional”, no un simple acompasamiento a los tiempos.

El cardenal Kasper apuntó que “en muchos casos hubo que encontrar fórmulas de compromiso para buscar el consenso, y por eso los textos conciliares albergan un amplio potencial conflictivo. El Vaticano II es un concilio de transición, en el que sin renunciar a lo antiguo, se hacen sentir aires de renovación”. Y explicó las tres fases de la recepción conciliar. La primera, entusiasta, contó con la contestación de algunos sectores eclesiales. “Se produjo un éxodo de muchos sacerdotes y religiosos, una caída de la práctica religiosa, y sobre todo después de la encíclica Humanae Vitae, rechazada injustamente, surgieron movimientos de protesta”. Por eso algunos críticos consideran el Concilio como una desgracia en la historia reciente de la Iglesia. Pero “pensar que todo esto sucedió por causa del Concilio es un error”.

El Sínodo de 1985 tuvo la tarea de hacer el balance de los veinte años transcurridos desde la finalización del Concilio. “Fue consciente de la crisis, pero no quiso adherirse al lamento crítico, sino que habló de una ambivalencia, reconociendo junto a los aspectos negativos los muchos frutos buenos: la renovación litúrgica, etc.”. Como dejó claro el cardenal Kasper, “la Iglesia de todos los concilios es la misma”.

En cuanto a la reforma litúrgica, “fue recibida con gratitud por la mayoría, aunque algunos la acogieron de forma crítica”. Otro hito importante en el postconcilio fue el Código de Derecho Canónico de 1983, publicado por Juan Pablo II como una “aportación a la renovación de la vida de la Iglesia”. A todo esto hay que añadir, según el ponente, muchas aportaciones del magisterio eclesial.

Luces y sombras postconciliares

Pese a todo, no faltan aspectos positivos. “Los documentos conciliares no se han quedado en letra muerta, sino que han determinado la vida en las diócesis, parroquias y comunidades religiosas, a través de la liturgia, de la espiritualidad bíblica y de la participación de los laicos, además de estimular el diálogo ecuménico e interreligioso”. Además, muchos nuevos movimientos espirituales surgidos después son un fruto del Concilio, “con su variedad de carismas y la llamada universal a la santidad”. En la primera encíclica sobre el ecumenismo, Ut Unum Sint, Juan Pablo II desarrolló las propuestas del Concilio sobre la unidad de los cristianos.

El cardenal alemán también aludió a algunas sombras en algunos temas: “la colegialidad del episcopado, la corresponsabilidad de los laicos en la misión de la Iglesia, el papel de las Iglesias locales… sólo han sido desarrollados parcialmente”. Y la diferente comprensión de la Iglesia trae consigo una diferente comprensión de la unidad, lo que da una variedad difícil de posturas ante el ecumenismo. Además hay otros temas discutidos, como el papel de la mujer en la Iglesia.

Ante todo esto, hay algunas demandas y reclamaciones de reforma. “Algunas son dignas de ser tenidas en cuenta, como la exigencia de transparencia; otras, que se apartan de la Tradición de la Iglesia, como la petición de la ordenación de las mujeres, no son aceptables”. El futuro de la Iglesia no depende de estas preguntas: “la Iglesia que se inspira en las principales corrientes sociales terminará siendo indiferente y, al final, inútil. No será atrayente si se engalana con plumas ajenas, sino defendiendo su causa de forma creíble, siendo valiente y potente ante la crítica de la sociedad”. Frente a esto, “ahora es la ocasión para ocuparse otra vez y a fondo de los textos del Concilio, y extraer sus riquezas”.

Un acercamiento reflexionado

“No hay que hacer un mito del Concilio, ni reducirlo a un par de tópicos baratos”, afirmó el cardenal. “Se necesita una hermenéutica conciliar, una exposición reflexionada”. El punto de partida deben ser los textos del Concilio, según las reglas y criterios reconocidos. Y la interpretación debe basarse “en la jerarquía de verdades”.

La Iglesia no es una institución absolutista, sino que, como comunión, se construye esencialmente sobre la comunicación. “Por eso, siguiendo el ejemplo del Concilio apostólico de Jerusalén, en los momentos difíciles, los sucesores de los apóstoles se han reunido para buscar el camino común. A Pedro le tocó un papel especial, y tuvo la aprobación de toda la comunidad”, señaló el ponente. Después, “la recepción es cosa de todo el pueblo de Dios”.

En la hermenéutica, “el consenso debe ser no sólo sincrónico, referido a la Iglesia actual, sino diacrónico, referido a la Iglesia de todos los tiempos, según el pensamiento de Benedicto XVI. Por eso la hermenéutica puede ser de la discontinuidad o de la ruptura, o se puede hacer desde la continuidad o de la reforma. Una renovación de la Iglesia dentro de la continuidad”. En el proceso de la Tradición, “la novedad de Jesucristo tiene que resplandecer siempre nueva en su nunca gastada novedad, porque Jesucristo resucitado se hace presente en la Iglesia a través de la acción del Espíritu Santo”.

Nuevo caminar tras las huellas del Concilio

En la última parte de su ponencia, el cardenal Kasper miró al futuro. Habló de varias posturas de la postmodernidad que dificultan la vida y la acción de la Iglesia. “No debemos caer en una comprensión fundamentalista de la fe, recelosa de la razón o emocional, sino que cada uno debe dar cuenta –apología– de la esperanza que hay en nosotros. Debemos ser capaces de dialogar con argumentos sobre nuestra fe”.

Además, se acercó a la pregunta sobre Dios, en una situación muy distinta a la que afrontó el Concilio con el tema del ateísmo. “Los hombres que viven fuera, en el atrio de los gentiles, tienen otras preguntas: de dónde vengo y adónde voy, por qué existo, qué sentido tiene el sufrimiento y cómo puedo librarme de él. La presente situación exige a los responsables de la Iglesia que sean teólogos, cuya tarea es hablar de Dios, y de todo lo demás en cuanto está en relación con Dios”. Esto, dijo, es el programa que propuso en el siglo XIII
santo Tomás de Aquino. En Jesús, Dios “se ha revelado como Dios con nosotros y para nosotros”.

Con ocasión del aniversario conciliar, recordó el ponente, Benedicto XVI ha proclamado el Año de la Fe, porque “sin ella, todo lo demás está literalmente en el aire”. Las divisiones entre conservadores y progresistas “no prestan ninguna ayuda, y sin la fe, todas las acciones van al vacío. Necesitamos un giro teocéntrico en la pastoral”.

Nuncio: “conocimiento mayor y mejor del Concilio”

Tras el cardenal Kasper, el nuncio Renzo Fratini pronunció unas palabras. «Este Congreso ha sido una gran iniciativa de todas las Facultades de Teología de España y Portugal”, dijo y por eso agradeció su preparación y realización. “Estoy seguro de que sus ponencias contribuyen a un conocimiento mayor y mejor de los documentos del Concilio, para enriquecer la vida eclesial y también la vida social”.

Las aportaciones del Concilio no son una meta, señaló monseñor Fratini, “sino más bien una etapa en el seguimiento de los caminos del Señor, edificando la Iglesia para un mundo mejor para todos”.

«Pensar y sentir con la Iglesia»

Vicente Botella, secretario de la Junta de Decanos de Teología de España y Portugal, leyó el comunicado final elaborado por el comité organizador del Congreso, como una valoración de conjunto de algunos de los elementos centrales que lo han guiado.

Este Congreso, ha querido ser, afirman, «un recuerdo agradecido al gran acontecimiento eclesial que fue el Concilio Vaticano II, con motivo de los 50 años de su inauguración; un concilio que ha marcado decisivamente la vida de la Iglesia y sigue siendo una brújula segura para la Iglesia del siglo XXI».

Con la participación de casi cuatrocientos congresistas, la mayoría de los cuales profesores y alumnos de sus facultades y de los centros teológicos superiores a ellas vinculados, y con ponentes profesores de todas las Facultades de Teología de España y Portugal, el Congreso, señalan «es un signo de comunión entre ellas, cada una con sus propias riquezas y unidas todas en la misma fe y en el servicio a la Iglesia», afirma.

El Congreso tuvo el apoyo de las conferencias episcopales española y portuguesa, y en él participaron como ponentes algunos obispos-teólogos, como «otra manifestación de comunión eclesial».

Las distintas intervenciones tuvieron en cuenta todos los grandes temas y documentos del Concilio, pues «la consideración del conjunto de la doctrina conciliar es un criterio hermenéutico para la correcta interpretación de los diferentes aspectos y aportaciones conciliares».

En el Congreso quedó claro que la pretensión fundamental del Concilio fue «ofrecer un testimonio autorizado del Evangelio al mundo contemporáneo».

Una idea de fondo, aparecida en todas las ponencias, fue «que el Magisterio posterior ha acogido, interpretado y actualizado el Concilio». En esa línea, el Congreso ha seguido el principio hermenéutico del papa Benedicto XVI de “la reforma en la continuidad”, que «posibilita descubrir en los textos conciliares su auténtico espíritu».

El Congreso considera que, a la luz de esta hermenéutica, «la teología tiene en la Iglesia la función esencial de releer los textos conciliares y de aplicar y prolongar los principios del Concilio ante los nuevos problemas que surgen y las nuevas realidades a las que hoy hay que responder».

Asimismo, entiende que la teología, como ciencia de la fe, «tiene su propio lugar en la Iglesia para lograr el necesario diálogo crítico de la fe con la cultura contemporánea». Los teólogos están llamados a realizar este servicio como parte de la misión salvífica de la Iglesia. Por eso es necesario, afirmala reflexión final, «que piensen y sientan con la Iglesia».

Finalmente, este Congreso, memoria agradecida al Concilio Vaticano II, haciéndose eco del Mensaje final del reciente Sínodo sobre la Nueva Evangelización, quiere evocar el encuentro de Jesús con la samaritana (cf. Jn 4): “Como Jesús, en el pozo de Sicar, también la Iglesia siente el deber de sentarse junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para hacer presente al Señor en sus vidas, de modo que puedan encontrarlo, porque sólo él es el agua que da la vida verdadera y eterna”.

Cristo, la Iglesia, las religiones

Anteriormente, la última jornada del Congreso tuvo como invitado a Luis F. Ladaria, arzobispo secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con una ponencia titulada “Cristo, la Iglesia, las religiones”. Monseñor Ladaria fue presentado por Vicente Vide, decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto y presidente de la Junta de Facultades de Teología de España y Portugal.

El secretario de Doctrina de la Fe afirmó que “la Iglesia, a pesar de todos los problemas, enraizada en la tradición, ha crecido en la comprensión de las cosas y las palabras transmitidas, tendiendo a la plenitud de la verdad divina”. Y propuso el tema de estudio: la relación de Cristo y la Iglesia por Él fundada con las otras religiones. Repasó algunas verdades cristológicas fundamentales que recuerda el Concilio.

Analizó la estrecha relación entre Cristo y el Espíritu Santo, y la necesaria conjunción de cristología y pneumatología. “No se puede separar a Cristo de su Iglesia, ni a la Iglesia de Cristo”, recordó monseñor Ladaria. Ella entra en el designio divino de salvación: “Cristo y la Iglesia no se pueden confundir, pero tampoco separar, pues constituyen un solo ‘Cristo total’, y así la Iglesia es un sacramento universal de salvación, su relevancia y su función se extienden más allá de sus fronteras visibles, según la doctrina del Concilio”.

En cuanto a las religiones, el ponente afrontó la dificultad del concepto de “religión”, e hizo un repaso de la consideración magisterial de las religiones no cristianas y sus miembros, y cómo “lo bueno de las otras religiones tiene que ser sanado, elevado y perfeccionado”, según los textos del Concilio. Cristo es el autor de todo lo bueno, de todo lo que hay de verdad y de gracia en todos los pueblos y culturas, pero que no llega a su plenitud como en la Iglesia. 

El hito posterior fundamental es la declaración Dominus Iesus, que monseñor Ladaria explicó en sus puntos principales relativos a esta cuestión. El ponente terminó su intervención citando a los Padres de la Iglesia para concluir que “todos los caminos tienen que confluir en Cristo para llegar al Padre”.

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ZENIT Staff

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