Cardenal Lehmann: «Fe sin timidez y diálogo con todos»

Rechaza una postura sólo defensiva de mantener la identidad cristiana

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TURÍN, martes, 16 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Identidad y diálogo: en este binomio se podría sintetizar la misión del cristianos en tiempos de globalización, según el cardenal Karl Lehmann, obispo de Maguncia y presidente de la Conferencia Episcopal alemana.

El purpurado ha estado en Turín (Italia) durante 36 intensas horas en las que se ha dirigido a las diversas «almas» de la ciudad, desde los intelectuales al laicado comprometido.

Primero se ha encontrado con los profesores universitarios de la Facultad de Ciencias Políticas y luego ha hablado en la Galería de Arte Moderna, acompañado por el arzobispo de Turín, Severino Poletto. Esta mañana, ha pronunciado el discurso de apertura del año académico de la Facultad de Teología y de la Universidad Pontificia Salesiana.

«Creo que el cristianismo debe estar presente en todos los contextos sociales y confrontarse con cualquier visión del mundo. Y debe hacerlo de modo concreto, sin miedo de las dificultades y de los inevitables contrastes. Quiero decir que el diálogo por un lado significa presentar nuestra identidad con extrema claridad y por otro comporta el rechazo de toda forma de fanatismo e intolerancia», ha dicho el cardenal Lehmann en esta entrevista concedida al diario Avvenire.

–En Europa, ¿debe valer esto para la relación con las demás religiones, comenzando por el Islam, así como para el alma más laicista del viejo continente?

–Cardenal Lehmann: Ciertamente. Desde sus orígenes, el cristianismo ha sabido ensanchar los propios confines culturales, geográficos e incluso lingüísticos. El diálogo no puede excluir a nadie, ni siquiera a quien orienta la propia vida con un sistema de valores profundamente distante del nuestro.

Las mayores dificultades nacen sin embargo cuando se trata de impregnar de fe las opciones cotidianas. Bajo el perfil ético, muchas personas que, incluso se definen católicas, comparten posturas que la Iglesia no aprueba. Pienso en el debate sobre la familia, sobre la homosexualidad.

No soy pesimista, porque históricamente la capacidad intelectual, ética, moral del cristianismo ha logrado siempre mantener la propia postura con autoridad y credibilidad. Quizá se ha dado un problema de estilo. Hay que pasar de una posición meramente defensiva, de quien se siente «contra la pared», a propuestas y proyectos claros, concretos. El diálogo debe acompañarse con la fuerza de presentar sin ambigüedades lo que pensamos como Iglesia. Corriendo el riesgo de ser impopulares.

–Una postura que no es fácil, en un contexto cultural en el que el cristianismo es minoritario. Por otra parte –la referencia inmediata es la ley francesa que prohíbe la ostentación pública de símbolos religiosos–, aumenta el temor de que definirse creyente convencido sea la antesala de la intolerancia. La moral laica se presenta como el único puerto en calma.

–Cardenal Lehmann: No es sólo el caso francés. También en Alemania el debate se hace vivo. Me parece, sin embargo, y en mi país ha sido así, que los políticos han transformado en cuestiones constitucionales lo que se podía haber resuelto de modo más sencillo, afrontando pragmáticamente cada situación.

Nadie, por ejemplo, puede responder en modo abstracto al por qué una mujer islámica desea llevar el velo y luego pretender juzgar todas las opciones con una única ley.

–Según muchos intelectuales, no es casualidad el que todas estas situaciones se originen en el mundo musulmán. En Europa, hay muchos que temen lo que se ha dado en llamar, con un término antipático, «islamización».

–Cardenal Lehmann: Repito, creo que el miedo está fuera de lugar. La libertad religiosa es un valor fundamental que vale para todos. El remedio es proponer un cristianismo que no sea de fachada sino auténtico, sin timidez, con valor. Nuestra fe no teme el diálogo.

–Usted ha advertido sobre los riesgos del fanatismo y la intolerancia. En Holanda, hace unos días, hemos asistido al homicidio de un director de cine por sus críticas al Islam y luego al incendio de una mezquita.

–Cardenal Lehmann: Durante mucho tiempo, se ha visto a Holanda como un país en el que convivían, en modo aparentemente ideal, culturas y credos diferentes. Esta postura no ha sido capaz de ver las tensiones escondidas. Hay que partir de nuevo, desde el respeto de los derechos humanos hasta la tutela de la libertad religiosa. Aceptar estos principios es la condición para tener ciudadanía en una sociedad civil.

–El otro gran desafío es la cuestión antropológica. Usted ha prestado siempre mucha atención a los problemas de la bioética.

–Cardenal Lehmann: Son problemas fundamentales, en torno a los que se juega el futuro de la persona humana y el núcleo del cristianismo. Y me parece que la opinión pública empieza a comprender el valor de lo que está en juego. Pero hay que trabajar mucho en la relación con los medios de comunicación y con los proyectos educativos para traducir en términos comprensibles cuestiones que parecen sólo para especialistas.

–Usted abre hoy el año académico de la Facultad de Teología y de la Universidad Salesiana. ¿Qué lugar debe ocupar la teología en la sociedad moderna?

–Cardenal Lehmann: La sociedad pide ayuda de muchos modos a las Iglesias. Hay una demanda de fe que, a menudo, se hace a escondidas. En ciertos aspectos, hoy el desafío que tiene la teología es más intenso. Se trata de iniciar un diálogo con las tendencias más en boga, trabajar para combatir el vacío de sentido que domina en muchas sociedades, salir al encuentro de quienes buscan una respuesta a su demanda de sentido y de trascendencia, de apoyar experiencias positivas de encuentro con Dios, de proporcionar un testimonio misionero relanzando la evangelización.

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ZENIT Staff

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