Cardenal Martino: “Con los emigrantes se debe vivir la caridad como la vivió San Pablo”

Durante la presentación del Mensaje del papa para la próxima Jornada de los Migrantes

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 8 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- Una gran preocupación por el aumento del número de emigrantes en todo el mundo, obligados a huir de la situación de pobreza y violencia de sus países, expresó este miércoles en rueda de prensa cardenal Renato Raffaele Martino, presidente del Pontificio Consejo «Justicia y Paz» y del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Inerrantes.

En esta presentó el mensaje del Santo Padre para la 95 Jornada Mundial del emigrante y del refugiado que se realizará el 18 de enero de 2009 con el tema: “San Pablo emigrante, apóstol de las gentes”, en el que se señala “auténtico misionero de lo inmigrantes”,

El cardenal aseguró que, así como son complejos algunos temas como la paz en el mundo o el equilibrio del ecosistema, de la misma manera lo es el movimiento migratorio “donde todos están llamados a dar una contribución particular sobre todo para la mejora de la relación entre las culturas”, aseguró.

El movimiento migratorio, como consecuencia de la globalización, al cual se refiere hoy Benedicto XVI en su mensaje, ha alcanzado grandes dimensiones: cerca de 200 millones de personas que viven lejos de su país original lo hacen “impulsados por la pobreza, el hambre, la violencia, la guerra, las rivalidades étnicas, pero con el deseo de una vida mejor”, agregó.

Quienes dejan su país generalmente se dirigen a las áreas más ricas del mundo, “esto explica por qué la migración es vista por lo países que la acogen como una especie de “invasión”, con repercusiones negativas sobre cuestiones de seguridad y estabilidad”, dijo.

Y mostró su preocupación por la manera como muchos paises le cierran las puertas a quien busca nuevas oportunidades, hecho que en muchos casos los lleva a que busquen forzosamente situaciones de irregularidad. “El problema no se resolverá cerrando las fronteras sino acogiendo, con las reglas justas, equilibradas y solidarias los flujos migratorios de parte de los estados”, dijo el cardenal.

“Hay que facilitar una integración gradual de los emigrantes, en el respeto de su identidad cultual y también de la población local. De allí brota la hospitalidad generosa que es ‘hija primogénita del ágape’, como dice el Papa”.

El purpurado invitó a experimentar esfuerzos concretos de reciprocidad y de intercambio y se refirió al mensaje del Papa, que asegura que el mandamiento del amor se alimenta “cuando los discípulos de Cristo participan unidos a la mesa de la Eucaristía”

“Nosotros podemos agregar que no existe más distinción, en visión cristiana, entre emigrante y autóctono, forastero y local, extranjero y residente. Por tanto, la cena del Señor es de verdad “sacramento de fraternidad” cuya más genuina expresión no puede ser otra que el servicio mutuo hacia todos, porque el amor es la lengua oficial de la Iglesia y su específico lenguaje”, agregó.

Por su parte, el secretario de este dicasterio, monseñor Agostino Marchetto, señaló cómo la Iglesia, durante toda su historia, ha dado prueba de hospitalidad y solidaridad hacia los pobres, acogiendo esta actitud que encuentra su propio origen en el Evangelio, “donde el mensaje de salvación es destinado a todos, sin distinción de nacionalidad o cultura”. Y dijo que los cristianos deben así anunciar la Buena Nueva, el Reino de Dios. “Misión de crucial importancia tanto para las personas como para las naciones”.

El prelado señaló que una caridad incondicional es el elemento constitutivo de la Iglesia: “en concreto, el compromiso de la sociedad ha inspirado a los principios de su Doctrina Social – de la Iglesia – vale decir, la dignidad de cada ser humano, el bien común, la solidaridad y la subsidiariedad”, dijo.

Así mismo destacó la labor de las organizaciones que se ocupan específicamente de los emigrantes como la Comisión Católica Internacional para las migraciones, las Caritas, el Jesuit Refugee Service, los movimientos eclesiales y las congregaciones religiosas que tantas veces ofrece esperanza, coraje, amor e incluso creatividad para restaurar la vida a los refugiados. “Entender qué significa compartir los recursos según tales necesidades, requiere también la actualización continua de programas de asistencia ejecutados por la Iglesia en el marco de una actualización pastoral”, dijo

Aseguró también que practicar la solidaridad significa aprender a vivir en amor hacia el prójimo en un mundo cada vez más globalizado pero a la vez más independiente.

Cada Estado está invitado a defender los derechos de quienes dejan su país a causa de la persecución. Por ello deben protegerlos de acuerdo con las normas del Derecho Internacional. “No obstante existe la impresión de que hace años los refugiados vienen tratados sin consideración de parte de las regiones que los obligan a huir”, afirmó, y denunció que tales medidas se caracterizan por la erosión de los estándares humanitarios y la introducción de normas restrictivas como la obligación de la visa de ingreso y la publicación de las listas de los llamados “países seguros”, normas adoptadas en los países del norte que tienen repercusiones negativas sobre la políticas adoptadas en los países del sur.

“Que la dedicación con la que el emigrante dan Pablo ha desarrollado su misión, dando prueba de valentía y entusiasmo, inspire a la Iglesia y a la sociedad a dar respuestas solidarias a los desafíos presentes en la sociedad contemporánea así como la promoción de la pacífica convivencia entre etnias, culturas y religiones diversas”, dijo

Estudiantes itinerantes

Monseñor Marchetto también se refirió a quienes estudian en el extranjero, ya que este número ha aumentado en los últimos 15 años – actualmente unos 3 millones en todo el mundo- Subrayó así las oportunidades y también los desafíos y obstáculos que ha traído esta movilidad y exhortó a “la creación de ambientes adecuados de acogida y acompañamiento que ponen en practica la premura de la hospitalidad”, y aseguró que el estudiante emigrante puede reforzar la identidad misionera de la Iglesia.

También señalo la necesidad de “formar estos jóvenes motivándolos, si es del caso, a regresar a su tierra de origen. De hecho sus perspectivas están ligadas al futuro, ya que poseen una clave principal del desarrollo de sus países sea sobre el plano material, académico, social o espiritual”

El prelado concluyó su intervención retomando el modelo de San Pablo quien durante sus viajes “ha probado la alegría y la tristeza, éxito y fracaso, todo para poder ser prototipo también para los jóvenes e hoy que estudian lejos de la tierra”.

Por Carmen Villa

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ZENIT Staff

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