Cardenal Rivera: El desempleo, un problema de todos

Recuerda que no sólo hay hambre física, sino también espiritual

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CIUDAD DE MÉXICO, 28 julio 2003 (ZENIT.org).- El problema del desempleo no afecta sólo a quienes no tienen trabajo, sino a cada uno de los ciudadanos, ha explicado el arzobispo primado de México, el cardenal Norberto Rivera.

En un encuentro con la prensa este domingo, el purpurado comentó los negativos datos sobre el empleo en la República Mexicana reconocidos por varios representantes e instituciones, y consideró que «es un momento oportuno para que la sociedad, junto con el gobierno, se unan y puedan generar esos empleos que van a dar a nuestros hermanos no solamente pan, sino dignidad».

«Si sigue en descenso el número de los empleos, todos vamos a padecer, no solamente aquellos que están sufriendo hambre. Porque la inseguridad va a crecer y va a crecer también la salida de nuestros paisanos», aclaró.

«El problema es que no se ha tenido una política definida de crecimiento, de desarrollo –aclaró–. Y es importante para todos nosotros una definición». Esta responsabilidad, aclaró, no sólo corresponde al presidente de la República, sino también al Congreso y a los particulares.

En la homilía que pronunció durante la misa dominical, poco antes de su encuentro con la prensa, el cardenal Rivera insistió precisamente en las dos facetas del hambre que sufre el hombre: material y espiritual.

«El compromiso social no puede separarse del compromiso de la salvación espiritual porque la religión se desvirtúa o se vuelve enajenante –aclaró–. La unidad de la fe no se puede profesar si no está ligada al amor, y al amor efectivo».

«Cristo no es el estadista revolucionario que sueña la multitud, pero tampoco es el místico separado del mundo que otros presentan. Cristo es el Hijo de Dios, encamado», subrayó.

Y concluyó: «Quienes tenemos la dicha de estar en la Eucaristía, en la multiplicación del pan, debemos compartir con los hermanos la fortaleza y la alegría que hemos recibido. Debemos hacer que otros muchos hermanos también puedan alimentarse de este pan misterioso que Jesús sigue multiplicando a través de los siglos».

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ZENIT Staff

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