Cardenal Saraiva Martins: Wojtyla, un beato para creyentes y no creyentes

Comentario del anterior prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos

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ROMA, martes 18 de enero de 2011 (ZENIT.org).- “La beatificación de Karol Wojtyla será un acontecimiento de gran alegría, porque fue un hombre muy amado, tanto por los creyentes como por los no creyentes”.

Así lo declaró a a ZENIT el cardenal José Saraiva Martins, que fue prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos entre 1998 hasta la muerte de Juan Pablo II en 2005.

El pasado viernes, la Santa Sede dio la noticia de la promulgación del decreto con el que se reconoce el milagro atribuido a la intercesión del Venerable Siervo de Dios Karol Wojtyla, acto que concluye el camino hacia la beatificación, anunciada para el próximo 1 de mayo en el Vaticano.

Pero ¿por qué es necesario el reconocimiento de un milagro? “Se trata de un sello, podemos definirlo así – afirmó Saraiva Martins – que Dios pone respecto a la actuación de un hombre o de una mujer que han demostrado con virtud heroica su fidelidad al Evangelio”. Para algunos “el heroísmo llega hasta el martirio por causa de la fe; para la mayor parte se trata sólo de responder hasta el final a su propia humanidad, en cualquier condición de vida”.

En otras palabras, “vivir lo ordinario de forma extraordinaria”. “Si se produce un milagro gracias a la intercesión de alguien que es invocado – explicó el cardenal Saraiva Martins – esto significa que este y Dios están en comunión, y esto es la santidad”.

Son muchos los recuerdos personales que ligan al cardenal con el papa Wojtyla, “un hombre con rasgos de gran humanidad que la gente ha sentido muy cercano”. Más que todo, sin embargo, “impresionaba su fe fuerte”.

“Sucedía a veces – explicó el purpurado – que por motivos de trabajo era invitado a comer con el Papa. Éste, antes de sentarse a la mesa, pasaba a la capilla privada junto con sus huéspedes”. Aquí “era capaz de sumergirse en la oración de forma tan profunda, totalmente inmerso en su relación con Dios aunque fuese sólo por espacio de unos minutos, que constituia por sí misma un testimonio evidente de su santidad”.

Por Chiara Santomiero

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ZENIT Staff

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