Cardenal Scherer: tiempo ordinario, tiempo de evangelización

No puede haber vida cristiana “sin oración personal”

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SAO PAULO, lunes 27 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Para la Iglesia y para los cristianos, el “tiempo ordinario”, retomado con la celebración de Pentecostés, “es el tiempo de la evangelización, del vivir cristiano en lo cotidiano y del testimonio de la fe a la luz del Misterio Pascual celebrado con el vigor de los dones de la salvación recibidos”.

“Es el tiempo de la perseverancia y de los frutos de la fe, de la esperanza y de la caridad”, afirma el arzobispo de Sao Paolo (Brasil), el cardenal Odilo Scherer, en un artículo publicado en la revista diocesana O São Paulo.

En su opinión, la vida cristiana se puede definir como “una consecuencia de Cristo”. “Es estar en camino con Jesucristo, dejándonos atraer a Él, aprendiendo de Él e intentando poner en práctica lo que hemos aprendido”.

Los cristianos, añadió, no actúan solos, porque “en el mismo camino actúan todos los demás hermanos, también ellos discípulos del Señor y miembros de la Iglesia, que nos sostienen y a quienes debemos sostener; nos acompañan los santos del cielo con sus intercesiones y su ejemplo de vida, dándonos fuerza y valentía para perseverar y seguir adelante”.

Vivir “en la Iglesia” y sentirse parte de ella “es fundamental en la vida cristiana”, destacó el purpurado, e indicó que “nadie es Hijo de Dios solo, ni discípulo solitario del Señor”.

Por eso, “la vida cristiana exige la participación en los actos de vida comunitaria, como la Santa Misa dominical, el resto de celebraciones de la Iglesia y los Sacramentos”, señaló.

En una época de afirmación creciente del individualismo, es necesario saber cultivar intensamente la dimensión comunitaria de la fe y de la vida cristiana, insistió.

“Necesitamos aprender de nuevo a valorar el domingo, día del Señor resucitado entre nosotros; la Misa dominical es fundamental para la vida cristiana”.

Monseñor Scherer indicó que los católicos, para no debilitarse en la fe, deben alimentarse constantemente de la Palabra de Dios, que “leída, escuchada y acogida con fe eclesial nos hace crecer en la comprensión de las cosas de Dios y de su santa voluntad”.

“Somos discípulos y, por esta razón, escuchamos siempre la Palabra de Dios, que nos da la dirección a seguir en la vida, es luz para el camino y nos da la verdadera sabiduría de Dios”.

Según el cardenal, la vida cristiana se traduce también en la sintonía con la voluntad de Dios. “No seremos personas de fe verdadera si no buscamos conformar nuestra vida al diseño de Dios”, observó.

“La forma más simple y directa de sintonizarnos con la voluntad de Dios es la observancia de los mandamientos de la Ley divina, que continúan siendo la referencia moral universal para todos. La observancia de los mandamientos se completa con la vivencia de las bienaventuranzas y las obras de misericordia”.

Monseñor Scherer destacó además, que no podría haber vida cristiana “sin oración personal, además de la comunitaria”.

La oración, “entendida, sobre todo, como el coloquio filial con Dios, es la expresión y ejercicio de nuestra condición de ‘hijos de Dios’, como resultamos por el Bautismo, y mantiene viva y constante nuestra comunión con Dios”.

Además de esto, la vida cristiana no sería completa “si falta la caridad fraterna, vivida de muchas maneras”.

“El amor al prójimo deriva de nuestro amor a Dios, y está íntimamente ligado a él; los hijos de Dios son hermanos entre ellos y deben tejer relaciones respetuosas, justas y fraternas en la convivencia social”.

La caridad “debe ser personal y también organizada, como expresión de la caridad de la Iglesia. La caridad organizada, como sucede en las obras sociales, crea oportunidades para que muchas personas puedan unirse a estas iniciativas”.

Monseñor Scherer recordó, finalmente, que “es el Espíritu Santo el que nos da la posibilidad de cumplir cualquier obra buena”. “Es Él el que nos hace capaces de ‘querer y actuar conforme a la voluntad de Dios’”.

“Vivir como buenos cristianos significa, por tanto, dejarse iluminar, inspirar y conducir por el Espíritu de Cristo -concluyó el cardenal-. Confiémonos a Él todos los días”.

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ZENIT Staff

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