Cardenal Scola: Un Sínodo para redescubrir el «asombro eucarístico»

El patriarca de Venecia plantea los temas del debate sinodal

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 3 octubre 2005 (ZENIT.org).- El argumento más candente para este Sínodo es redescubrir «el asombro eucarístico», esa fuerza del cristianismo en estos dos mil años que le ha llevado a extenderse por todos los rincones del planeta en todas las clases sociales, considera su relator general.

El cardenal Angelo Scola, patriarca de Venecia, sintetizó en estas palabras la «relación antes de la discusión» («relatio ante disceptationem») que presentó en el Aula del Sínodo ante los 256 padres sinodales, los 12 delegados de otras confesiones cristianas, así como a los auditores y expertos que forman parte de la asamblea.

La historia de la Iglesia, dijo en una rueda de prensa posterior, está hecha de millones de hombres y mujeres di «cualquier generación, clase social, raza o cultura» que han dejado sus casas el domingo para comer del Pan de Cristo.

El patriarca leyó su relación (puede consultarse en la sección «Documentos» de la página web de Zenit) en latín –los obispos pudieron tener traducción simultánea–. Dado que era muy larga, leyó una cuarta parte, según él mismo reveló después a los periodistas.

Su objetivo era el de recoger los argumentos más significativos del Instrumentum Laboris, el documento de trabajo en el que se han recogido los argumentos que se afrontarán en este Sínodo que lleva por tema: «La Eucaristía: fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia».

Benedicto XVI, como un participante más en el Sínodo, también escuchó con atención la relación del cardenal Scola.

«La dificultad está en cómo reavivar el asombro, generado por la Eucaristía, en los numerosos bautizados no practicantes (en algunos países europeos pueden superar el 80%)», reconoció.

«Son, por lo tanto, indispensables el anuncio y el testimonio personal y comunitario de Jesucristo a todos los hombres con el fin de suscitar comunidades cristianas vitales y abiertas», aclaró.

«La celebración eucarística hace la Iglesia», indicó. Gracias a la Eucaristía «los cristianos, incorporados a Cristo, se convierten en un solo cuerpo y participan de un solo Espíritu». «Fuera de esta comunión eucarística y sacramental la Iglesia no está plenamente constituida», insistió.

De esta constatación, el purpurado dedujo, entre otras cosas, el motivo por el cual la «comunión eucarística» requiere la «comunión eclesial».

Fue así como planteó la cuestión de la «intercomunion» –la posibilidad de que comulguen en la eucaristía personas no católicas– como una de las cuestiones que serán ulteriormente profundizadas por la asamblea.

Según dijo, «el no poder acceder a la concelebración eucarística y a la comunión eucarística por parte de los cristianos de diversas Iglesias y comunidades eclesiales y el carácter de excepción de la hospitalidad eucarística, no pueden ser sólo causa de dolor; más bien deben representar un estímulo permanente para la continua y común profundización del misterio de la fe que exige de todos los cristianos la unidad en la integral profesión de la fe».

En la rueda de prensa de presentación de la relación, junto al cardenal Scola, también monseñor Pierre-Antoine Paulo, O.M.I., arzobispo coadjutor de Port-et-Paix (Haití), quien lamentó el que en los temas del «Instrumentum laboris» no se haya dado más espacio a la relación entre ecumenismo y Eucaristía.

«Me hubiera gustado incluso el que en el Sínodo hubiera tenido lugar una celebración ecuménica para dar a entender que caminamos hacia la unidad», afirmó.

Para el cardenal Scola la Eucaristía es un «don» de Jesús, por tanto, non es «ni derecho ni posesión», y presentó esta perspectiva para afrontar la cada vez más extendida práctica di «asambleas dominicales en espera de sacerdote».

Estas asambleas son comunes en aquellos países en los que la falta de sacerdotes es particularmente aguda. En general, un laico preparado por la diócesis ofrece un comentario a la Palabra y en ocasiones distribuye la comunión.

Desde esta perspectiva también tocó el tema de los «viri probati», es decir, la petición surgida de algunos sectores de ordenar fieles casados, de comprobada fe y virtud.

Para el cardenal, no existe un número ideal de sacerdotes, pues la Iglesia no es una «“empresa” a la que se debe dotar de una determinada cuota de “personal directivo”».

Consideró más bien que el Sínodo debe proponer criterios para una encontrar «los criterios para una más adecuada distribución del clero en el mundo. En este sentido, el camino a recorrer, se muestra aún largo».

En la rueda de prensa posterior a la relación también participó monseñor Luis Antonio G. Tagle, obispo de Imus (Filipinas), quien reconoció que en su país la desproporción entre sacerdotes y católicos es enorme y cada vez mayor, algo que lleva a muchos presbíteros a celebrar hasta nueve misas en el domingo.

El prelado explicó que los obispos de su país no tienen una respuesta para este problema, «venimos a escuchar propuestas, en particular de obispos de países con problemas semejantes, como los de América Latina».

Los fieles «experimentan en su corazón el deseo de participar plenamente en la Eucaristía» y es «necesario preguntarse qué hace cuando las comunidades eclesiales no pueden garantizar a todos los fieles la participación en la misa del domingo», afirmó el prelado filipino.

Para monseñor Tagle, la clave está en cómo responder a la falta de sacerdotes y suscitar vocaciones al sacerdocio.

El cardenal Scola tocó también la cuestión de los divorciados que se vuelven a casar, reconociendo que se dan casos realmente difíciles, particularmente en los países de larga tradición cristiana.

«En la presente Asamblea se deberán profundizar ulteriormente y, prestando gran atención a los complejos y bien diferenciados casos, las modalidades objetivas para verificar la hipótesis de nulidad del matrimonio canónico», propuso.

«Verificación que, para respetar la naturaleza pública, eclesial y social del consentimiento matrimonial no podrá no tener a su vez, un carácter público, eclesial y social. El reconocimiento de la nulidad del matrimonio, por lo tanto, debe implicar una instancia objetiva que no puede reducirse a la conciencia singular de los cónyuges, ni siquiera si es sostenida por la opinión de una iluminada guía espiritual», aclaró.

«En cualquier caso –añadió–, sigue siendo decisiva la acción pastoral ordinaria de preparación lejana, próxima e inmediata de los novios al matrimonio cristiano, así como también el acompañamiento cotidiano en la vida de las familias dentro de la gran morada eclesial».

Monseñor Paulo consideró que el Sínodo podría analizar la función de la Eucaristía como «panis viatorum» (pan de los caminantes), es decir, apoyo y alimento para personas en dificultad y en búsqueda. En este sentido, explicó que podría considerarse «la condición de los divorciados que se han vuelto a casar», evaluando «caso por caso» eventuales «problemas individuales».

La última parte de la relación subrayó la dimensión antropológica, cosmológica y social de la Eucaristía, en particular los lazos inseparables entre Eucaristía y evangelización.

«Sobre todo en este tiempo de singular sufrimiento que padecen todas las áreas culturales del mundo, el cristiano que vive la propia existencia comunitaria en forma eucarística, se convierte en incansable anunciador y testigo de Jesucristo y de Su Evangelio en todos los ambientes de la existencia humana: desde el barrio hasta la es
cuela, el trabajo, el mundo de la cultura, de la economía, de la política, de las comunicaciones sociales, etc.», consideró el patriarca.

«Las comunidades cristianas –aclaró–, fundadas eucarísticamente, se convierten en lugares en los cuales cada hombre puede hacer la experiencia que la secuela de Cristo abre a la vida eterna, ofreciendo, desde el interior mismo de la historia, el ciento por uno».

El relator del Sínodo concluyó exponiendo un auspicio final: esta visión de la Eucaristía «no es una utopía. Vive ya plenamente en María, mujer eucarística», como la definió Juan Pablo II.

Las discusiones en el aula del Sínodo comenzaron en la tarde de este lunes. Cada uno de los participantes pudo tomar la palabra durante seis minutos. De las 18.00 a las 19.00 tuvieron lugar por primera vez en un Sínodo «Intervenciones libres», en las que los obispos tomaron la palabra sin un tema predeterminado.

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ZENIT Staff

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