Cardenal Tomko: Si comprenden la misa, no se la perderán

Apertura del Congreso Eucarístico Internacional en Quebec

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QUEBEC, martes, 17 junio 2008 (ZENIT.org).- Si los católicos realmente comprenden el significado de la misa dominical, no se la perderían, dijo el cardenal Josef Tomko en la apertura del 49 Congreso Eucarístico Internacional.

El cardenal Tomko, enviado especial del Papa para el evento, presidió el domingo la misa de apertura del congreso de una semana de duración en Quebec, Canadá. También presidirá la misa de clausura el 22 de junio, durante la que Benedicto XVI se dirigirá a los participantes en directo vía satélite.

Unos 11.000 peregrinos, 50 cardenales y más de 100 obispos se reunieron para la misa inaugural del congreso titulado «La Eucaristía, Don de Dios para la Vida del Mundo».

«La Eucaristía es un don de Dios -dijo el cardenal Tomko–. No es un objeto, como los otros dones de Dios, sino uno muy especial, poque es el don de Dios mismo».

«La Eucaristía es Cristo mismo, una persona con su naturaleza divina y humana, dada a nosotros. Es el cuerpo y sangre del Cristo Resucitado, presente entre nosotros bajo los signos sacramentales del pan y el vino».

El cardenal explicó: «Antes de dejar este mundo, Jesús deseaba dejar a su Iglesia y a toda la humanidad el don de su Presencia. Eligió la forma del pan y el vino. Desde el principio de su vida pública, en Cafarnaum, prometió el pan de vida: ‘El pan que os daré es mi carne para la vida del mundo'».

«En la víspera de su pasión, en el Cenáculo, tomó el pan y declaró solemnemente: ‘este es mi cuerpo entregado por vosotros’. Y dijo sobre el vino: ‘Bebed de él todos, esta es mi sangre de la alianza, que será derramada por muchos para el perdón de los pecados'».

«Él cumplió sólo unas horas antes, sin sangre, en una manera sacramental, el sacrificio ofrecido de modo sangriento en la Cruz y el Calvario. Jesús por tanto instituyó la Eucaristía como su sacrificio redentor. La Eucaristía es una forma sacramental del sacrificio de Jesús en la cruz, Cenáculo y Calvario son un sacrificio ‘por la vida del mundo'».

«Este sacrificio sucedió sólo una vez -añadió el legado papal–, pero Jesús quiso aplicarlo y perpetuarlo a través de los siglos. Por tanto el dió un mandato a sus apóstoles: ‘Haced esto en memoria mía'».

«Es un memorial y un mandato: no sólo para recordarle con discursos y palabras, sino para hacer lo que él hizo».

«Desde aquél tiempo -dijo el cardenal Tomko–, los sacerdotes de su Iglesia cumplen este sublime mandato realizando la misma acción y pronunciando las mismas palabras. A través de dos mil años resuenan las mismas palabras de Jesús consagrando el pan y el vino».

«En cada celebración de la Misa -dijo–, Jesucristo mismo está presente entre nosotros en el lugar del sacrificio como el cordero de Dios que quita los pecados de nuestro mundo, de nuestra comunidad, nuestros pecados».

«No es un espectáculo, no es una pura conmemoración o recuerdo -subrayó–, es la representación sacramental de este evento salvífico, un memorial que permanece ofrciendo su frutos a los fieles».

El cardenal añadió: «Si comprendemos en profundidad el significado de nuestra Eucaristía semanal, revisaremos nuestra asistencia a ella. Será claro para nosotros por qué los mártires de Abitine, en África del Norte, declararon al juez pagano: ‘No podemos vivir sin el Domingo (Eucaristía)’ -‘Sine Dominico non possumus vivere’- y por qué ellos ofrecieron sus vidas por esta convicción».

 Traducido del inglés por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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