Carlos Díaz: «Como filósofo prefiero quemar la fama para confesar el credo»

Entrevista con el pensador español

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MÉXICO, D.F., 8 mayo 2002 (ZENIT.org).- El filósofo español Carlos Díaz, con más de cien libros publicados, conserva vivísima la pasión por vivir a Cristo en un momento en que «lo políticamente correcto» es reírse de Él, de su Iglesia y de los cristianos. Así lo demuestra en esta entrevista, realizada en su reciente visita a México.

–¿Sigues conservando tu idea de que el cristianismo es una «lúcida ingenuidad»?

–Carlos Díaz: Totalmente. Si tomamos la palabra ingenuidad y la desarrollamos etimológicamente, podemos decir que «in-genuo» es el que está postrado, el que se pone de rodillas y, al mismo tiempo, el que está en lo genuino. Lo ingenuo y lo genuino es estar de rodillas ante el Señor. Sólo ante Él. Y eso da una enorme lucidez. A diferencia de los que se ponen de rodillas ante el Imperio.

–…Se trata, como pensaba Dostoievski, de tener algo infinitamente grande ante quien arrodillarnos, para no tener que arrodillarnos ante lo infinitamente pequeño…

–Carlos Díaz: El cristiano es el hombre que se arrodilla ante Dios para crecer como hombre.

–¿Tiene «salida» la juventud actual hacia el cristianismo?

–Carlos Díaz: Alguna vez le preguntaron al cardenal Enrique Tarancón, de Madrid, que por qué los jóvenes ya no entraban al seminario, que por qué no había vocaciones y tal. Y él dijo: porque se lo impedimos los mayores, los adultos. No hay nadie más joven que Jesús de Nazaret: Él es el riesgo, la aventura, el romper con todo lo establecido, pero mucho más de lo que puede romper cualquier joven que se cree «rompedor». Habrá futuro para la juventud si nosotros los mayores nos rejuvenecemos.

–¿Quién es ese «nosotros»?

–Carlos Díaz: Cualquier creyente que lo sea de verdad. Rejuvenecerse es volver a dejarse asir de la mano del Señor. Yo no creo en un cristianismo de cada uno enamorado del Señor. Me enternece el pecador convertido, que no se fija ni siquiera en sus pecados, que se fija en la Gracia que le viene de aquel joven nazareno. Esa Gracia es la que hará joven a la Iglesia.

–¿Un cristianismo horizontal?

–Carlos Díaz: Ni horizontal, ni vertical ni inclinado. Un cristianismo arrodillado.

–Tu has reflexionado mucho sobre el sujeto ético. ¿Goza de buena o mala salud en nuestros días?

–Carlos Díaz: El sujeto ético se ha convertido en sujeto patético y en sujeto dietético. De la ética ya nadie se quiere acordar. Porque no está el hombre a la altura del hombre cuando se le deja ser hombre solamente. «El hombre sobrepasa al hombre», decía Pascal, si y sólo sí ese «sobrepasamiento» es en el Señor.

–El cineasta Billy Wilder decía: «Si creyera en Dios le daría las gracias a Él, pero sólo creo en Billy Wilder: gracias, Billy Wilder»… ¿No te parece que en el llamado «mercado religioso» está
sucediendo algo parecido, es decir, gente que se hace a sí mismo como dios y un bufete de religiones que se lo permiten?

–Carlos Díaz: Esa frase la dijo un cineasta español de apellido Trueba, cuando recibió el Oscar a la mejor película extranjera… Muestra la necesidad que tiene el «progresista» de justificarse ante la tribu, creyendo solamente en los dioses que en cada momento la tribu necesita para justificarse a sí misma. No tienen valor para creer en el Dios desconocido y a la vez en el Dios totalmente otro y totalmente uno. Pero Dios no es un ídolo, y lo que la tribu necesita son ídolos a los que asirse y triunfar por encima de ellos, trepar por encima de los ídolos.

–…hasta convertirnos en ídolos de nosotros mismos…

–Carlos Díaz: Sí, yo no doy las gracias a nadie, yo no creo en nadie, creo en mi «inspiración» y en mí mismo. Pero las «estrellas» son todas así. Hay una actriz española que se llama Penélope Cruz que va diciendo por ahí que es budista… El budismo significa un desprecio absoluto de todo el «glamour» y todos los focos y todas las famas… ¿Cómo se puede ser predicador del budismo con una vida que es la negación del budismo? ¡Y todo el mundo se lo cree!

–Es que ya no es necesario ser congruente…

–Carlos Díaz:…No, porque es lo «políticamente correcto», lo «culturalmente correcto», y hoy el budismo pasado por Hollywood llega a ser correcto cinematográficamente… Hace falta gente in-correcta, gente que corrija lo correctamente asumido.

–Quizá ahora veamos al budismo como la antesala de la bulimia, que tanto les gusta practicar ahora a los esqueletos del cine…

–Carlos Díaz: El bulismo y el budismo, es una paradoja tremenda. Porque hay que ver la fuerza de voluntad que hay que desarrollar para extinguir el yo. Y no se extingue el yo en el altar mayor del yo que es Hollywood…

–Aparte, Occidente se basa en el yo como piedra fundamental de las obras…

–Carlos Díaz:…El «yo pienso» de Descartes es el «yo conquisto» del Imperio, pero siempre el «yo». Por eso digo que ningún occidental puede llegar a ser budista.

–¿Sigue siendo hoy razonable preguntarse por Dios? ¿No debería pasar esta pregunta por el testimonio?

–Carlos Díaz: Hoy yo añadiría al título de mi libro «Preguntarse por Dios es razonable», preguntarse por Dios es «inevitable». Ya no se trata de preguntarse a nivel racional, pero sí a nivel humano, con todo tu cuerpo y con todo tu ser.

–¿Todavía es posible hablar de una identidad cristiana, en la era de las identidades fragmentadas?

–Carlos Díaz: El «Credo» es el referente de nuestra identidad. Hay que repasar sus artículos para acordarnos siempre y en todo lugar en lo que creemos; por lo tanto, de lo que somos. Lo que decimos en el «Credo» hay que leerlo desde los signos de los tiempos y con los referentes intelectuales de cada tiempo. Por eso un pensador o un escritor católico no va a ganar una fama extraordinaria. ¿Por qué? Pues porque lo que vaya a decir él ya está dicho en el «Credo». Yo, como filósofo, prefiero quemar la fama para confesar el «Credo». La fama de uno, haciendo lo que reclama la fama hoy, sería jugar con Dios para convertirlo en un ídolo de nuestra cultura. Un camino peligroso que no pienso transitar…

–Y está la burla de Dios, hoy tan socorrida por algunos que quieren hacer reír a toda costa…

–Carlos Díaz: Estos que se creen que van lejos, digo: bueno…, qué lejos están de poder atacar a Cristo y a lo sagrado. No pueden hacerlo porque no lo conocen. Desde fuera no puedo hacer más que esperpentos. Si uno quiere hacer literatura esperpéntica profunda debería ser cristiano. Ahora bien, por ser cristiano no puede hacerla.

–Entonces, el signo de identidad del cristiano es ése…

–Carlos Díaz:…que con Jesús de Nazaret no se juega.

–Pascal decía que solamente se puede uno conocer a sí mismo a través de Cristo.

–Carlos Díaz: Sí y esa es la diferencia entre un sacerdote y un psicólogo. El sacerdote no te cobra y te perdona, en cambio el psicólogo te cobra y no te perdona… Eso es así porque el sacerdote te enseña a ver el rostro de Cristo, el Cristo que eres tú, que somos todos.

–Para ser perdonados, para que la Gracia nos llene, tenemos antes que vaciarnos de nosotros mismos, dejar que Cristo habite en nosotros…

–Carlos Díaz: Marcos 5. El endemoniado de Gerasa. Estaba lleno de demonios, es decir, de «egos» en conflicto. Muchas voces alborotadas. Jesús le pregunta «¿Cómo te llamas?», que entonces era la pregunta para liberar al esclavo. Responde con aquello de «mi nombre es legión», pero la pregunta de Jesús es: «Tú que eres persona, quién eres en el fondo de lo que eres». Y esa es la gran pregunta que no
s hace Jesús de Nazaret a cada uno. Y al vaciarnos, nuestra respuesta debería ser: «mi nombre es dejar que tú me habites».

–¿Ha fracasado el mundo?

–Carlos Díaz: El fracaso del mundo moderno quiso sustituir la Gracia por el esfuerzo, por el método, por el mérito, por la revolución, por el músculo, por el héroe rojo… Si Dios ha muerto en mi corazón, yo no encontraré en ningún lado un corazón razonable.

Entrevista realizada por Jaime Septién, director del El Observador.

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ZENIT Staff

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