Carta abierta del cardenal de Venezuela ante la Semana Santa

Jorge Urosa Savino, arzobispo de Caracas

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CARACAS, sábado, 27 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos la carta abierta que ha enviado el cardenal Jorge Urosa Savino, arzobispo de Caracas, a todos los sacerdotes, diáconos, religiosos y fieles de esa arquidiócesis.

* * *

Mis queridos hermanos:

Reciban un cordialísimo saludo. Como estoy actualmente en período de convalecencia y no podré hacerme presente en los oficios litúrgicos de la Catedral de Caracas, que serán presididos por los Sres. Obispos Auxiliares, quiero por este medio hacerme presente entre ustedes, y llevarles un mensaje de fe, esperanza y alegría cristiana.

Con la hermosa celebración del Domingo de Ramos iniciamos la Semana Santa.  La liturgia de  este domingo nos introduce de lleno en los misterios –  hechos maravillosos- de la pasión , muerte y resurrección del Señor,  que se irán desplegando ante nuestros ojos no sólo en la bellísima liturgia del Triduo Pascual, sino también en los pasos de las procesiones tradicionales y particularmente en la veneración del Nazareno.

El Señor nos ofrece durante esta Semana Mayor, tiempo especialmente lleno de gracia y propicio para nuestra salvación, la ocasión de renovar, y fortalecer nuestra fe. En efecto: el Domingo de Ramos Dios nos invita a acoger a Cristo como el rey de Israel, el salvador, el que reinará desde la cruz. En contraposición a muchos de los que lo aclamaron a su ingreso en Jerusalén pero después le dieron la espalda, estamos llamados  a permanecer siempre fieles a quien dio su vida por nuestra salvación.

Un tema que debe estar en nuestras mentes y corazones en esta Semana Santa es la fidelidad, la fortaleza en la fe. Como nos dice el autor de la Carta a los Hebreos: «Tenemos un sumo sacerdote que penetró los cielos, Jesús, el hijo de Dios. MANTENGAMOS FIRMES LA FE QUE PROFESAMOS» ( Hb 4, 14- 15). En el marco de la Misión Continental Evangelizadora, que es un gran proyecto de renovación espiritual y pastoral, personal, comunitaria y estructural, los invito a sentir el gozo de creer en Jesucristo, el Nazareno inmolado por nuestra salvación, que resucitó gloriosamente para darnos una nueva vida, la vida misma de Dios, y para abrirnos las puertas del cielo.

Permítanme, pues, insistir en la necesidad de renovar nuestra fe, y de fortalecerla, debido a las circunstancias difíciles en las que vivimos a inicios de este siglo XXI en Venezuela y en el mundo entero. Hay muchas amenazas a nuestra fe y a la Religión Católica: las corrientes del secularismo del mundo occidental que quieren sacar a Dios de la vida pública y social;  los embates de la superstición,  los ataques de la nueva era con el inexistente y falso «espíritu de la navidad», que es una vacía idolatría y debemos rechazar frontalmente. También la expansión lamentable  de la santería, que es una religión pagana, incompatible con la fe en Cristo.  Amenazan también nuestra fe los escándalos de algunos ministros de la Iglesia, conocidos por la prensa internacional.   Y el espíritu antirreligioso de quienes, en Venezuela, animados por la corriente atea marxista, y por animosidad contra la Iglesia, atacan nuestra Religión en varias formas Pues bien: ante esas y otras tentaciones y amenazas, y ante la fragilidad de una vida incoherente con las exigencias de nuestra religión, nosotros debemos permanecer firmes en la fe, y vivir de acuerdo a nuestra excelsa condición de hijos de Dios, discípulos de Jesucristo, y miembros de la santa Iglesia Católica. Así, como María, seremos realmente felices por creer en Dios.

Cristo es el Señor, es decir, es Dios. El resucitó y está con nosotros. El es el Camino, la Verdad y la Vida. El es la razón y el centro  de nuestra hermosísima fe cristiana. El nos da razones para vivir y esperar. Que en esta Semana Mayor podamos, con la ayuda del Espíritu Santo, aumentar y fortalecer nuestra fe en Jesucristo, y valorar intensamente nuestra santa Religión Católica, como un don maravilloso de Dios Nuestro Señor.

 Mis queridos hermanos: Que la celebración de la Resurrección de Jesús, el Divino Salvador, nos anime, nos llene de alegría, y nos fortalezca en la lucha contra el pecado. Y nos lleve a vivir como auténticos cristianos, con una conducta santa y virtuosa, digna de quienes creemos en Jesús Resucitado. Y que María Santísima, que con alegría contempló y abrazó a su Hijo resucitado al alba del Domingo de Pascua, interceda por nosotros para que tengamos una fe viva, firme y que se proyecte en nuestras vidas. Amén.

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ZENIT Staff

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