Chiara Lubich, don para ortodoxos; según el patriarca de Constantinopla

Discurso conmemorativo de Su Santidad Bartolomé I

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ESTAMBUL, martes, 17 marzo 2009 (ZENIT.org).- Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento de los Focolares, no sólo ha sido un don para la Iglesia católica sino también para la ortodoxa, considera el patriarca ecuménico Su Santidad Bartolomé I.

El pastor de la histórica sede de Constantinopla dirigió este domingo un conmovido discurso de recuerdo de la fundadora, con quien había mantenido amistad durante muchos años, al recordar el primer aniversario de su fallecimiento.

El patriarca ecuménico pronunció sus palabras, tras presidir las vísperas celebradas en la Iglesia de la Panaghia en el Belgrad Kapi en Estambul, con la participación de una delegación llegada de Roma en representación de la presidenta de los Focolares, Maria Voce.

«Hoy no estamos de luto, sino de alegría», confesó el patriarca Bartolomé I, quien con sus palabras evocó el camino de fe de la fundadora de los Focolares «con la fuerza desarmante y persuasiva de su sonrisa».

Chiara Lubich, dijo, es «un don entregado no sólo a la Iglesia romana, de la que fue hija fiel y activa, sino también a nuestra Iglesia de Constantinopla».

«Como humilde Clara de Asís, su patrona desde la consagración virginal juvenil, nuestra hermana no se propuso realizar proyectos ambiciosos o fundados en perspectivas humanas. Día tras día, Chiara recorrió con fe incesante el itinerario que siempre le trazó la gracia divina como un don».

Bartolomé I recogió el legado dejado por Chiara Lubich a través del movimiento que fundó con estas palabras: «En medio siglo, el pequeño grupo que se reunió en Trento alrededor de Chiara para socorrer a tantas víctimas de la segunda guerra mundial y a los pobres de la ciudad, ha ampliado los espacios de la caridad hasta el punto de no conocer limites ni geográficos ni siquiera confesionales».

El patriarca recordó los años en los que estudió teología en Roma y en los que conoció personalmente a Chiara Lubich y su movimiento, «caracterizado por el gozo de compartir el amor por el prójimo».

El líder ortodoxo también visitó a la fundadora poco antes de morir cuando se encontraba internada en el Hospital Gemelli de Roma

«En su sonrisa luminosa, podemos entrever la superación de la espera ansiosa, la feliz visión de la mesa común, el alcance de la unidad de nuestras Iglesias hermanas. Esta visión debe guiarnos a todos para cumplir con la voluntad del Señor, iluminando el mundo a través de las buenas obras», concluyó.

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ZENIT Staff

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