Chile: La estabilidad del matrimonio, tema de una Carta Pastoral

«Lo que Dios ha unido» analiza la indisolubilidad del vínculo conyugal

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SANTIAGO DE CHILE, 24 junio 2002 (ZENIT.org).- «Lo que Dios ha unido» es el título de la Carta Pastora que el cardenal Francisco Javier Errázuriz, arzobispo de Santiago y presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, acaba de publicar sobre el divorcio, cuestión central de un debate legislativo en el país

En este contexto, la carta, fechada el 21 de junio pasado, propone el matrimonio indisoluble como un bien para Chile.

Teniendo en cuenta que «la familia es el bien que más apreciamos los chilenos», monseñor Errázuriz constata una realidad familiar débil en la actualidad, con hogares monoparentales, escasez económica, ausencias del padre o la madre por motivos laborales, y el aumento de la violencia doméstica.

Otras realidades familiares surgen de una convivencia sin que haya habido matrimonio, donde hay más riesgo de sufrir la separación y el abandono. También se dan situaciones de ruptura y nuevas uniones. Ante este panorama, el arzobispo de Santiago se pregunta: «¿Será el divorcio una manera de reconstruir la esperanza?».

«Es necesario tomar conciencia de las motivaciones que se invocan para dar solución jurídica a estos problemas», aclara el prelado. Muchos «piensan que el divorcio es el camino para arreglar estos problemas. No piensan suficientemente que el divorcio es un mal que tiene consecuencias muy graves para la estabilidad del hogar, para la vida de la sociedad y para las futuras generaciones».

A ello se añade la concepción actual del bien individual sobre el bien común, la realización personal más que el servicio a los demás, y la defensa de la libertad del individuo, olvidando los compromisos que éste asume. «La exageración de esta corriente no puede dar buenos frutos ni para la persona ni para la sociedad», afirma el purpurado chileno.

En la actualidad, Chile estudia actualizar la legislación a favor de la familia, así como renovar la ley de matrimonio civil –que es de 1894–. La normativa debe ocuparse de toda la realidad y las situaciones por las que atraviesa la familia, «pero eso no significa que para enfrentar las rupturas haya que negar la indisolubilidad matrimonial» introduciendo en la legislación, por primera vez, una herramienta jurídica para disolver matrimonios válidos, a saber, el divorcio, aclara la Carta Pastoral.

El texto de monseñor Errázuriz hace hincapié en que la indisolubilidad no es una ley extrínseca al matrimonio, sino que se inscribe en el ser mismo de éste, en la naturaleza de la alianza. En este sentido, «la fe y la tradición de la Iglesia no han agregado nada al matrimonio natural al afirmar que es para toda la vida».

El tema de la indisolubilidad no es, por lo tanto, una materia reservada a quienes profesen un credo determinado. Así, «la decisión natural y generalizada que existe en los novios de contraer matrimonio para toda la vida es un signo de que ésta es una propiedad intrínseca del matrimonio».

«También la exigencia natural de los hijos de contar siempre con su propia familia es un signo que habla de la familia como comunidad estable. Incluso se puede comprobar esta inclinación natural al compromiso irrevocable en quienes tuvieron el dolor de fracasar en su primer matrimonio y establecieron una nueva unión, deseando ardientemente que esta vez sea para siempre», reconoce el prelado.

Por otro lado, los efectos negativos del divorcio para la familia se pueden leer en la experiencia de otros países. Cuando se aprueba el divorcio en un país, aumenta el número de rupturas matrimoniales; los hijos de padres divorciados tienen mayores problemas psicológicos, precocidad sexual, un índice de delincuencia y drogadicción más elevado, y también, a su vez, mayor tasa de rupturas y divorcios.

En el contexto del matrimonio cristiano, la Carta Pastoral hace referencia a la separación: «A veces […] la convivencia se hace imposible. A veces se producen tales daños que la separación llega a ser un deber, aunque deba considerarse como un remedio extremo». Puede suceder que alguien llegue a la conclusión de que la separación es definitiva y se pregunte si cabe la declaración canónica y civil correspondiente, especialmente si la convivencia destruye el hogar o si la otra parte ha sellado una nueva unión.

En estas situaciones, monseñor Errázuriz recuerda que la causa del desencuentro puede residir en «el hecho de haber contraído inválidamente matrimonio. Es aconsejable, entonces, recurrir a un experto. Hay abogados eclesiásticos y civiles que conocen esta delicada materia y pueden aconsejar, también gratuitamente».

El cardenal Errázuriz invita en su carta a apoyar a los legisladores, responsables en este momento de esta importante cuestión, «con la oración, proporcionándoles antecedentes y reflexiones, pero sin ponerlos bajo presión, ni aceptar que sean presionados […]. Deben votar libremente, conforme a su conciencia, después del exigente esfuerzo que hagan por formarla».

Puesto que «la familia es el núcleo básico de la sociedad» –según la Constitución Política del país–, monseñor Errázuriz hace un llamamiento final: «El Estado no debe debilitar la familia, sino fortalecerla».

El texto íntegro de la Carta Pastoral «Lo que Dios ha unido», del cardenal arzobispo de Santiago de Chile, Francisco Javier Errázuriz, se puede consultar en el portal oficial de las diócesis de la Iglesia Católica en Chile [ http://www.iglesiachile.org/especiales/divorcio.html ].

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ZENIT Staff

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