China y las Olimpiadas: la otra cara de las medallas

Presentado el libro del padre Bernardo Cervellera sobre Pekín 2008

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MILAN, martes 3 de mayo de 2008 (ZENIT.org). «Quizás ninguna Olimpiada haya suscitado tantas esperanzas, desilusiones y enfrentamientos como Pekín 2008», afirmó el padre Bernardo Cervellera, director de la agencia informativa AsiaNews, durante la presentación en Italia de su libro «La otra cara de las medallas. China y las Olimpiadas».

 

Sacerdote del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras (PIME), misionero y periodista durante años en China, narra en su libro los enormes costes que la celebración de las Olimpiadas de este año están suponiendo para la población.

El autor explicó durante la presentación en Milán, cómo muchos habitantes de Pekín han visto demolidas sus casas para hacer sitio a estructuras deportivas, hoteles, edificios y carreteras.

«Las insignificantes compensaciones recibidas no permiten a los afectados comprarse una casa siquiera a 10 kilómetros del centro», constató.

Según Cervellera, los cambios urbanísticos a los que se ha sometido la capital y las ciudades implicadas en la celebración de los Juegos «están fuera de cualquier imaginación: se han destruido barrios históricos. Se han levantado altísimos y larguísimos muros blancos para esconder los barrios chinos aún no agredidos por la especulación, donde la pobreza y el abandono son evidentes».

«El Gobierno y el partido comunista chino consideran las Olimpiadas como una ocasión irrepetible para mostrar sus éxitos y para dar a conocer al mundo la nueva China emergente surgida, según su visión, de la pobreza, de la necesidad y protagonista de la historia, que se ha convertido en la cuarta potencia económica del mundo, glorificada por los Juegos».

El padre Cervellera afirma que los verdaderos héroes de las Olimpiadas son «los millones de inmigrantes campesinos pobres que huyen de los campos, en una situación de degradación, hambre y pobreza, para buscar fortuna en las grandes ciudades y en las aglomeraciones industriales de la costa».

Con obras urbanas que trabajan las 24 horas del día, han construido con inusual rapidez rascacielos, estrcucturas deportivas y carreteras, pero estos campesinos convertidos en obreros reciben sueldos irrisorios, explotados y a menudo ni siquiera pagados, sin asistencia sanitaria, alojados en barracas ruinosas.

Cada vez es más evidente el desequilibrio social: frente a 200 millones de ricos cada vez más ricos se oponen a 350 millones de pobres cada vez más pobres.

Los órganos oficiales del Partido Comunista Chino refieren más de 200 revueltas al día debido a la clara separación de estas clases sociales, a la vez que a la corrupción de políticos y funcionarios unida a la expropiación en los campos.

«A los nuevos ricos no les interesa nada de las clases sociales débiles -explica Cervellera-. La cultura, derivada del confucianismo en primer lugar, y luego del marxismo y del capitalismo, han producido una aridez espiritual en la sociedad china, en la que el individuo no cuenta».

«El valor lo establece el papel que uno tiene, la persona no tiene relevancia; lo importante es la pertenencia o la protección del clan o del Partido, y el Estado con su estructura vertical ante la que hay que responder siempre y en cualquier caso».

En el debate posterior, el padre Cervellera refirió el papel de la Iglesia, y de los católicos y protestantes chinos.

Todas las religiones han sido sometidas a un rígido control estatal. Recientemente se prohibió a muchas diócesis la participación en la peregrinación al santuario de la Virgen de Sheshan, situado en los alrededores de Shanghai.

Durante las olimpiadas las prohibiciones y el control de la policía serán todavía más fuertes, a pesar de lo cual, ha revelado el director de AsiaNews, «en la sociedad china y particularmente en la clase media formada por estudiantes, licenciados y en el mundo académico, crece la búsqueda de un sentido de la vida, del deseo de Dios; una búsqueda que se aleja cada vez más de los mitos y de las tradiciones basadas en el confucianismo.

«En el cristianismo -continúa Cervellera- buscan una respuesta capaz de unir la fe y la razón, en el encuentro con la persona histórica de Jesús, una nueva idea de Dios que podría contribuir a relajar las tensiones sociales».

Es significativa, a propósito de esto, la unidad de hecho a la que se ha llegado entre la Iglesia católica y la subterránea, desde siempre fiel al Papa; esto podrá producir mejores relaciones entre China y el Vaticano de cara a la consecución de la libertad religiosa, verdadera base para una China moderna y abierta a mundo-.

El Padre Cervellera afirma que «las libertades y los derechos humanos no se respetan casi nada en China», y ha contado que, de cara a las Olimpiadas, se ha distribuido a la prensa local un decálogo de temas que no deben ser tratadas en absoluto; y tampoco se abrirá todo el país a periodistas extranjeros y turistas.

El director de AsiaNews denuncia que «quien intenta oponerse a las expropiaciones defendiendo a los campesinos o a las personas menos pudientes, apoyando las causas legales para obtener compensaciones justas, o quien se opone a los abortos forzados, o quien defiende a los obreros explotados, es arrestado y castigado con años de prisión», como «sucede con algunos obispos católicos».

Además, añade, «la injusta ley del hijo único niega el derecho a la vida a millones de niños», mientras que a las parejas que han perdido a sus hijos en la región de Sichuan, gravemente afectada por el terremoto, el Gobierno les ha dado permiso especial para tener otro hijo.

La dramática situación de esta región preocupa mucho al Gobierno: 7.000 escuelas construidas recientemente se han derrumbado y la gente se pregunta sobre las exigencias para edificar y sobre la corrupción tan difundida que ha llevado a no tenerlas en cuenta.

Por Antonio Gaspari

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ZENIT Staff

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