Cien mil peregrinos en el Jubileo de los campesinos y ganaderos

El Papa: Si la técnica no se reconcilia con la naturaleza, ésta se rebelará

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CIUDAD DEL VATICANO, 12 nov (ZENIT.org).- Juan Pablo II defendió esta mañana con firmeza el valor y el orgullo del trabajo agrícola, «sometido a apuros y duras situaciones» al celebrar en el Vaticano la jornada jubilar de los campesinos y ganaderos.

Cien mil personas llenaban hasta los topes la plaza de San Pedro. Al inicio de la Vía de la Conciliación tuvieron que quedarse algunas vacas traídas por peregrinos campesinos para que fueran bendecidas por el Santo Padre. Sin embargo, había tanta gente que resultó sumamente peligroso introducirlas en la plaza vaticana.

Las viseras amarillas de los campesinos se encargaron de dar color a un encuentro en el que también participaron los representantes de las Organizaciones de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Estaban presentes, además, Federaciones de panaderos y cooperativas agroalimentarias.

Todos ellos representaba a los 3 mil millones y medio de agricultores del mundo entero, incluidos los más de ochocientos millones de personas que pasan hambre en el mundo, como recordó al inicio de la eucaristía presidida por el sucesor de Pedro, el obispo italiano Fernando Charrier, presidente del Comité preparatorio de las Jornadas Jubilares del Mundo del Trabajo.

El «orgullo» del trabajo de la tierra
El Papa pronunció su homilía pensando en los agricultores cuyos rostros están curtidos por la intemperie y el trabajo de la tierra. Ante todo, les invitó a sentirse «orgullosos por la tarea que os asigna vuestro trabajo» .

Un orgullo que a veces cede al desaliento ante los riesgos que implica la vida agrícola en estos momentos, no sólo a causa de las «imprevisibles adversidades atmosféricas», sino también del «descuido del hombre».

«La actividad agrícola de nuestros días tiene que vérselas con las consecuencias de la industrialización y el desarrollo no siempre ordenado en las áreas urbanas –constató el Papa Wojtyla–, y con el fenómeno de la contaminación atmosférica y el desequilibrio ecológico, con las basureros tóxicos y con la deforestación».

Ante esta situación, el mensaje pontificio fue claro: «Es necesario que el trabajo agrícola esté cada vez más organizado y apoyado por disposiciones sociales que reconozcan plenamente el cansancio que comporta y la gran utilidad que le caracteriza».

Reconciliar técnica y naturaleza
«Si el mundo de la técnica más refinada no se reconcilia con el sencillo lenguaje de la naturaleza, en un equilibrio saludable –explicó el Santo Padre–, la vida del hombre correrá riesgos cada vez mayores de los que hemos comenzado a ver síntomas preocupantes».

Aunque el Papa no quiso entrar en detalles, muchos de los presentes vieron en sus palabras una clara alusión a abusos de la naturaleza como el que ha dado lugar a la así llamada enfermedad de la «vaca loca» y que sigue ganándose las primeras páginas de los periódicos europeos.

El hombre, «custodio» de la tierra
«Trabajad resistiendo a la tentación de una productividad y de una ganancia que van en detrimento del respeto de la naturaleza –dijo por consiguiente el obispo de Roma–. La tierra ha sido confiada al hombre por Dios para que la cultivara y la custodiase. Cuando se olvida este principio, convirtiéndose en tiranos y no en custodios de la naturaleza, ésta antes o después se rebelará».

Agricultura y solidaridad
En la segunda parte de su homilía, el pontífice afrontó la otra cara de la agricultura contemporánea, la de esos «pueblos enteros que viven sobre todo del trabajo agrícola en las regiones menos desarrolladas».

Zonas en las que a las carestías se les añaden las consecuencias de la guerra. Por ello, dijo el Papa al dirigirse a los agricultores, «es necesario contribuir con la promoción de una cultura de la solidaridad que a nivel político y económico, nacional e internacional, impulse iniciativas generosas y eficaces en beneficio de los pueblos menos afortunados».

Durante la eucaristía se rezó en polaco, alemán, filipino, español y portugués por el respeto de la creación, por la justicia en la distribución de los bienes de la tierra, por el reconocimiento de la dignidad del trabajo en el campo, y por los políticos y responsables de las naciones para que se comprometan en la lucha contra el abuso egoísta de los bienes creados.

Máquinas para el tercer mundo y compra de deuda externa
El fruto de los trabajadores de la tierra fue presentado por cooperativas agrícolas ante el papa durante el ofertorio con cestas de uva, pan y pescado, espigas de trigo y mazorcas de maíz… Las asociaciones de esta categoría profesional quisieron ofrecer un gesto concreto de solidaridad: la compra de máquinas agrícolas para Montenegro (Yugoslavia) y proyectos de desarrollo agrícola en Congo, Uganda, India, Kosovo, Bielorrusia.

Asimismo, ofrecieron donativos para sumarse a la campaña de la Iglesia en Italia contra la deuda externa de los países pobres que incluye la compra de la deuda de estas naciones.

Al final, antes de despedirse de los peregrinos del campo, Juan Pablo II, cuando se disponía a rezar la oración mariana del «Angelus», sintetizó en una frase el mensaje que quería dejarles en este Jubileo de la agricultura: «El equilibrado uso de los recursos naturales y la justa distribución de los bienes disponibles permitirán ofrecer a la población mundial esa seguridad alimentaria que todos deseamos».

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ZENIT Staff

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