Cincuenta de la diócesis de Miami

Y muchos de periodismo católico

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MIAMI, domingo, 21 octubre 2007 (ZENIT.org).- La Arquidiócesis de Miami acaba de iniciar, el pasado 7 de octubre, en su fiesta de Nuestra Señora del Rosario, un año de celebraciones por el 50 aniversario de su fundación.

El arzobispo John C. Favalora compuso para la celebración una oración en la que, como María en el «Magnificat», agradece y alaba a Dios «por las grandes obras que Dios ha hecho por nosotros a través de cincuenta años».

Recuerda con gratitud «el 7 de octubre de 1958, cuando se estableció la Diócesis de Miami y el obispo Coleman F. Carroll fue instalado como su primer obispo. Al día siguiente de la instalación, el 8 de octubre de 1958, falleció el Papa Pío XII».

Da gracias también por los sacerdotes, religiosos y laicos que había en la diócesis en 1958, que abarcaba 16 condados y su posterior crecimiento.

A este desarrollo han contribuido, dice en su oración, «los muchos sacerdotes que, movidos por el Espíritu para tomar la misión de la Cruz, llegaron desde Irlanda y España (…). Entre los compañeros de trabajo del obispo Carroll se encontraban muy pocos nacidos aquí».

Así como «los sacerdotes misioneros que llegaron desde España como parte de la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA)».

En aquel tiempo, un gran número de las religiosas de la diócesis pertenecían a las Hermanas de San José de St. Augustine, la comunidad religiosa más antigua de Florida, invitadas, en 1866, por el obispo Augustin Verot, primer obispo de Florida.

En su oración el arzobispo recuerda los documentos vaticanos y la exhortación apostólica «Christifidelis Laici» que «fueron la piedra angular para que laicos y laicas asumieran una mayor responsabilidad en el trabajo de la Iglesia» Hoy, la archidiócesis cuenta con unos 75 movimientos.

Uno de los mayores retos para su pastor es la inmigración que, al mismo tiempo, ha enriquecido y aumentado el número de fieles: «Oleada tras oleada de exiliados e inmigrantes de cada nación de Latinoamérica, Europa y África, de China y Asia, quienes constantemente nos retan a crecer en la caridad y a vivir el mandato del Evangelio de ‘dar refugio a los desamparados y recibir al extranjero’».

En la actualidad, la misa se celebra en más de una docena de idiomas en toda la archidiócesis.

«La mejor manera en que podemos dar testimonio de nuestro agradecimiento a Dios es vivir como hermanos y hermanas en nuestra iglesia y en nuestra comunidad. Los múltiples retos de esta comunidad, rica en diversidad cultural, invitan a cada uno de nosotros a trabajar por la unidad, signo de la presencia de Dios, y por la que el Señor Jesús oró intensamente la noche antes de morir», concluye el obispo.

Una de las realizaciones más logradas y antiguas de Miami católica ha sido el diario dependiente de la misma, bilingüe en inglés y español.

La archidiócesis ha celebrado también a los periodistas que han hecho de este medio un producto informativo de calidad.

Entre los directores, una española desde hace tiempo naturalizada estadounidense, ha sido dos veces directora del diario, Araceli Cantero.

En declaraciones al diario, ésta explica que su propia vida se entreteje con la del periódico.

«Recordar los inicios de la Diócesis y de “La Voz”, que así se llamaba entonces, es para mí recordar mi propia vida, porque lo que soy es fruto de esa misma historia. Mi vida adulta está entretejida con las fechas, los eventos, el palpitar de esa diócesis y de este periódico. Es ahí en donde, durante casi tres décadas, he madurado como persona y como creyente», afirma Cantero.

La periodista, que por motivo familiares y profesionales ha pasado unos años en España, retorna a Miami: «Muy pronto podré recoger el periódico en mi parroquia de St. Peter and Paul», anuncia con alegría.

Mientras tanto, declara, «me atrevo a expresar tres deseos para “La Voz Católica”, que también se pueden aplicar a la Arquidiócesis: «No queremos ser un ghetto. Deseo que en sus páginas se reflejen buenas noticias de todos los colores y culturas. Que sea un lugar de encuentro y de solidaridad. Que la lengua común sea instrumento que transmita valores, cultura, costumbres, pero sin olvidar que las buenas noticias tienen rostros de otros colores y hablan otras lenguas. Estoy convencida de que cuando aceptamos esto y lo celebramos, seguimos creciendo juntos como comunidad plural pero católica, universal».

El segundo deseo de la periodista hispano-estadounidense es «recordemos nuestra raíces». «Podemos pensar que este periódico existió siempre como está hoy y podemos olvidarnos de que se ha ido construyendo día a día con el trabajo de muchos, con los sudores y la sangre de muchos».

Recuerda Araceli Cantero que, en las páginas de «La Voz Católica», han colaborado unas 150 personas. Algunas en plantilla y muchas más como colaboradores o columnistas.

«Con sus testimonios y sus palabras, estas personas nos han evangelizado. El contacto con inmigrantes o exiliados de Cuba y Haití, de India, Bosnia o México, nos ha abierto los ojos a otras realidades y otras maneras de ser y de hacer. El trabajo con angloparlantes, nos ha ayudado a relativizar posturas, a valorar la diferencia y buscar lo esencial», explica Cantero.

Y, por último, desea para los periodistas católicos que sean «buena noticia». «El tercer deseo tiene que ver con nosotros y exige un compromiso: el de ser ‘buena noticia’ allí en donde nos toque vivir. Y que sea tan vibrante nuestra vida, tan llena de alegría y esperanza, y de ganas de mejorar las cosas, que no falten buenas noticias que publicar», concluye.

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ZENIT Staff

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