Claves de lectura del llamamiento del obispo de Hong Kong a la púrpura cardenalicia

Monseñor Zen Ze-kiun será el único cardenal chino de menos de 80 años

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CIUDAD DEL VATICANO/HONG KONG, domingo, 5 marzo 2006 (ZENIT.org).- «Un signo de benevolencia y de afecto del Papa por toda China»: así interpretó el obispo de Hong Kong su llamamiento a la púrpura cardenalicia el pasado 22 de febrero.

Salesiano de 74 años, monseñor Joseph Zen Ze-kiun se cuenta entre los quince cardenales que Benedicto XVI creará en su primer consistorio, el próximo el 24 de marzo.

«Una sacudida para Hong Kong y para China»: con estas palabras describió la designación del prelado chino al cardenalato el padre Bernardo Cervellera, sacerdote del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME), experto en el contexto chino y director de la agencia especializada «Asianews».

El viernes, en el diario italiano «Avvenire», el misionero daba cuenta de la reacción de Pekín: «una sobria declaración de Liu Jianchao, portavoz del Ministerio de Exteriores, que se apresura a exigir que “las personalidades religiosas no se entrometan en política”».

Y es que el obispo de Hong Kong tiene en su «currículo» «vigilias de oración anuales para recordar la masacre de Tienanmen, denuncia de las detenciones de obispos y sacerdotes, lucha por defender la democracia de Hong Kong contra las manipulaciones de Pekín, defensa de la libertad de educación, compromiso por la libertad religiosa de la Iglesia y de las religiones (también de Falun Gong)», recuerda el padre Cervellera.

«Pero más que un obispo que se entromete en política –distingue–, monseñor Zen es un campeón de la doctrina social de la Iglesia», que difunde con entusiasmo.

«Por eso habla frecuentemente con claridad de justicia social y de libertad religiosa –analiza el padre Cervellera–. Su acción no es una mezcla ambigua de fe y política, sino una afirmación del derecho de la Iglesia a tener libertad sin estar bajo el continuo y sofocante control del Estado y de los políticos».

De ahí que, como constata el sacerdote del PIME, el obispo Zen sea estimado por una parte del liderato político en China por su claridad, y que su lucha por la democracia y la libertad religiosa sea vista por los liberales como un arranque catalizador hacia una reforma no violenta del sistema de Pekín.

En China el gobierno permite la práctica religiosa sólo con personal reconocido y en lugares registrados ante la Oficina de Asuntos Religiosos y bajo el control de la «Asociación Patriótica» (AP). De ahí la diferencia que afirman entre una Iglesia «oficial» y los fieles que tratan de salirse del citado control para ponerse en obediencia directa del Papa formando la Iglesia «no oficial» o «clandestina».

Según el padre Cervellera, «probablemente los únicos que no aprecian» al obispo de Hong Kong «sean los miembros de la AP».

El vicepresidente de este organismo, Liu Bainian, reaccionó con un breve comentario –«Está bien tener un cardenal chino»– al próximo cardenalato de monserñor Zen, recuerda el director de «Asianews».

A la vez aclara que Bainian lleva meses de gira por China «para reafirmar el control de la AP sobre la Iglesia y sobre los nombramientos episcopales y para reducir a la obediencia –con lavado de cerebro o con prisión— a los obispos clandestinos».

Mientras que la labor del obispo Zen «es, al contrario, defender la no injerencia del Estado en los nombramientos y unir las dos ramas de la Iglesia en China»; hasta «ha hablado frecuentemente de la persecución sufrida también en la Iglesia oficial». «Por esto es amado por ambas ramas de la Iglesia y es un punto de referencia para oficiales y clandestinos», reconoce el padre Cervellera.

«Pienso que el Papa ha nombrado a Zen precisamente porque es chino», expresó el obispo no oficial de Qiqihar, monseñor Giuseppe Wei Jingyi –uno de los cuatro prelados de China Popular llamados por Benedicto XVI y ausentes en el Sínodo del pasado octubre en Roma–.

«Es una decisión perfecta, justa, inteligente. El nuevo cardenal es una persona magnífica. Este nombramiento expresa el hecho de que para el Papa la nación china y la Iglesia en China tienen un lugar importante en su corazón», añadió monseñor Wei, a quien el gobierno chino no autorizó a viajar al Vaticano el otoño pasado.

En sus declaraciones a «Asianews» del jueves pasado, el obispo de Qiqihar describió a monseñor Zen como «una personalidad de fe profunda y apasionada», «muy fiable e intransigente en cuanto a los valores y principios de la Iglesia», «un carácter muy conocido en China».

«Para los habitantes de Hong Kong, incluso para los no cristianos, monseñor Zen es un campeón de justicia y caridad –añade el padre Cervellera en su reflexión de “Avvenire”–: hasta como obispo ha sido capellán de las religiosas de la Madre Teresa y capellán en las cárceles».

El director de «Asianews» pudo hablar con monseñor Zen a los pocos minutos de su llamamiento al colegio cardenalicio. «Me confió conmovido –recuerda el padre Cervellera–: “Este nombramiento es una confirmación de todo el compromiso emprendido hasta ahora, una confirmación de que no nos hemos salido del camino. El Papa está informado de todas nuestras tomas de posición. Este acto nos conforta y sostiene”».

Y es que en Hong Kong el prelado lleva tiempo comprometido en una lucha por el sufragio universal y por la defensa de las escuelas cristianas de las ingerencias del gobierno, una actitud por la que «había recibido críticas de personalidades políticas y de algunos de sus sacerdotes», explicaba la agencia del PIME.

El único (futuro) cardenal de menos de 80 años «se rinde» a la decisión del Papa

Cuando fue hecho público su llamamiento al cardenalato, el obispo de Hong Kong lo atribuyó sólo a un hecho: «El Papa quiere mucho a toda China».

«Este nombramiento es un signo de benevolencia y de afecto del Papa hacia toda China. Y si acepto, lo acepto por toda China», reconocía el prelado a la agencia del PIME.

Y es que hace tiempo que monseñor Zen hablaba incluso en público de su deseo de retirarse. «Ahora todo cambia (…). Estaremos preparados y obedeceremos. (…) Sobre China habrá mucho que trabajar», admitió.
<br> En cuanto a lo que puede ayudar el nombramiento de un cardenal chino en el diálogo entre la Santa Sede y Pekín, monseñor Zen explicaba a «Radio Vaticana»: «El diálogo oficial es ciertamente a nivel diplomático; es entre el Ministerio de Exteriores de Pekín y la Secretaría de Estado [vaticana]».

«Naturalmente –añadía–, puesto que este diálogo se refiere a los asuntos religiosos, por parte china hay oficiales de la Oficina de Asuntos Religiosos que actúan de asesores. Y de este lado debe entrar en el diálogo también, por ejemplo, la Congregación para la Evangelización. El Santo Padre, con este nombramiento, da por lo tanto a entender que agradece la voz de los obispos chinos».

Y explicaba el espíritu con el que se encamina al purpurado: «Esta nueva tarea es un acto de confianza del Santo Padre y lo acepto gustosamente, aunque me acerco a los 75 años. Ofreceré todo lo que quede de mi vida, de mis fuerzas, para servir a la Santa Iglesia».

Originario de Shanghai, donde nació el 13 de enero de 1932, Joseph Zen Ze-kiun se formó en la familia salesiana. Fue ordenado sacerdote en 1961. Un momento fundamental de su ministerio fueron los siete años (de 1989 al 1996) en los que, con las primeras tímidas aperturas de Pekín, pudo enseñar en los seminarios de China continental, una circunstancia que le hace profundo conocedor de la Iglesia allí, «oficial» y «clandestina».

Juan Pablo II le nombró obispo coadjutor de la diócesis de Hong Kong ( www.catholic.org.hk) en 1996. Se hizo cargo de su sede episcopal en 2002, a la muerte de su predecesor, el cardenal John
Baptist Wu Cheng-chung. En su territorio se cuentan 317 colegios católicos.

La defensa de la libertad religiosa en China y de las posturas del Vaticano durante la canonización de los mártires chinos impulsó al gobierno de Pekín a bloquear durante seis años (de 1998 a 2004) sus visitas a China continental (Print Friendly, PDF & Email

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ZENIT Staff

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