Colombia: Las FARC impiden la recuperación del cuerpo del sacerdote a quien asesinaron

El padre Francisco Montoya, párroco en Istmina Tadó, tenía 33 años

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QUIBDÓ, jueves, 20 enero 2005 (ZENIT.org).- Guerrilleros de las «Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia» (FARC) activos en el departamento noroccidental de Chocó persisten en su negativa de entregar el cuerpo de un sacerdote católico, el padre Francisco Montoya, a quien secuestraron, dispararon y enterraron el mes pasado.

La desaparición del párroco de Istmina Tadó, de 33 años, se registró el pasado 8 de diciembre cuando viajaba de Quibdó (capital de Chocó) a Nóvita para celebrar la solemnidad de la Inmaculada Concepción (Cf. Zenit, 24 diciembre 2004).

«Había entrado en la zona [controlada por las FARC] sin la autorización» de éstas, le secuestraron y «le acusaron de ser un informador del ejército» sólo porque venía de otra región, afirmó el vicario general de la diócesis de Quibdó, el padre Manuel García, según citó el miércoles Compass Direct, una organización que documenta la persecución religiosa.

Durante días las FARC mantuvieron retenido al padre Montoya, llevándole de un lugar a otro y finalmente a una base en la montaña, en otra región. Sospechando del sacerdote, «sin pruebas, sin investigación seria», le dispararon, declaró el vicario.

Con la preocupación por su paradero, una comisión eclesial se trasladó a buscarle. Entonces el frente «Aurelio Rodríguez» de las FARC reivindicó el asesinato.

Un portavoz de la guerrilla confirmó que le habían enterrado en la montaña donde fue asesinado, pero rehusó a permitir la exhumación de sus restos aduciendo razones de «seguridad».

«La Iglesia puede entrar, pero sólo con su autorización [de las FARC]», explicó el padre García. «Es una situación muy dolorosa».

El sacerdote asesinado «era un hombre muy humilde, con un alma muy alegre», recordó.

Originario de Medellín, el padre Montoya había pedido ser enviado a ejercer su ministerio en las comunidades indígenas y afro-colombianas en Chocó; abrazó su cultura y recorría a pié toda la región.

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ZENIT Staff

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