Comentario a la liturgia dominical

Domingo XXIX Ciclo A Textos: Isaías 45, 1, 4-6; 1 Tes 1, 1-5; Mateo 22, 15-21

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P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).

Idea principal: Al César el tributo y a Dios el culto, que no al revés.

Resumen del mensaje: El evangelio no aparta a los cristianos de la política, sino que quiere que el cristiano participe con especial responsabilidad y testimonio de la construcción del bien común. Lo difícil para un cristiano es cómo fundamentar en el evangelio este compromiso, es decir, cómo unirlo al compromiso religioso para que no se perpetúe aquella nefasta separación entre fe y praxis, entre el tributo que debemos dar a Dios y el tributo que debemos dar a César. La Palabra de Dios nos ayuda hoy a este problema.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, la Palabra de Jesús afirma que el Reino de Dios y el del César no se excluyen, como pensaban los judíos. Ahora bien, Jesús deja bien claro que el poder político y militar son radicalmente relativizados, mientras que el Reino de Dios es absoluto. La pregunta que le hicieron los fariseos y herodianos no era una pregunta, sino un cepo lobero: si Jesús dice que no paguen al César, se juega la cabeza; pero si dice que paguen, se juega el prestigio y, con él, su campaña electoral por el reinado de los cielos. La pregunta era una hipocresía, una tentación. Tentación de idolatría. La moneda del tributo era el denario, que llevaba la inscripción “Tiberius divus et pontifex máximus” (Tiberio, dios y sumo pontífice). Y el segundo mandamiento del decálogo decía: “No esculpirás imagen alguna, nada que se parezca a lo que hay arriba en el cielo…” (Ex 20, 4; Dt 4, 15-20). Por eso Jesús: al César lo suyo, que es la obediencia a la autoridad, y lo suyo a Dios, que es la adoración. Velas, una y sólo a Dios. Nos previene del fanatismo, absolutización y sacralización de la política.

En segundo lugar, ¿cómo se debe comportar entonces un cristiano, un discípulo de Cristo delante del reino del César, es decir, delante del Estado y del orden constituido? ¿Obediencia o libertad? Este es el dilema de siempre. El Nuevo Testamento resuelve este dilema: el discípulo de Cristo queda libre no sólo para resistir al Estado, sino también para obedecerle. El Estado no es un absoluto, un poder divino, como era antes de la venida de Cristo. Cristo modificó el concepto de poder y lo sustituye por el servicio. ¿Lo entienden hoy nuestros césares o gobernantes? El discípulo de Cristo puede aceptar el poder estatal en libertad, sin miedo de caer en Estado-latría, o sea en culto al estado o al emperador. Sólo dará su tributo al César cuando tiene conciencia de que será un compromiso justo para la transformación de la sociedad, cuando tiene conciencia de que su colaboración con las leyes, los votos y los impuestos será constructiva.

Finalmente, ¿cuándo es que un discípulo de Cristo debe decir “no” al poder estatal y resistirle? ¿Cuándo la libertad debe prevalecer sobre la obediencia? También el Nuevo Testamento responde: cuando está en juego la propia fe, es decir, cuando el Estado se desvía de los planos de Dios y se erige de nuevo como absoluto, como era antes de Cristo, y no permite más “dar a Dios lo que es de Dios”. No debemos dar nuestro voto a políticos vividores, insolventes, corrompidos y corruptores, golfos con dinero de nuestros impuestos, gobernantes prepotentes, totalitarios antidemócratas, que absolutizan al Estado. No demos nuestro voto a gobernantes que emiten o proponen leyes en contra del bien común, que atacan el matrimonio, a la familia, a la vida, a la libertad de enseñanza, a la propiedad privada, al hombre y a Dios. Esta situación se repite hoy, en algunos regímenes políticos, donde la Iglesia es forzada al silencio y el cristiano no puede –no debe- con toda su lealtad decir un “sí” incondicional a tal Estado. El cristiano se encuentra en un verdadero estado de persecución.

Para reflexionar: ¿Somos conscientes de que “dar a Dios lo que es de Dios” significa devolverle su absoluto poder legislativo, ejecutivo, judicial, que está por encima de todos los parlamentos, gobiernos, partidos y Estados del mundo? ¿Hemos devuelto a Dios el título de propiedad exclusiva de todos los bienes de la creación y nos contentamos con el título que tenemos, el de administradores de esos bienes, ejerciendo su función social: pan, trabajo, dinero, bienes…de Dios para todos? Pensemos en esta frase de san Agustín: “Deo, ait, reddendus est christianus amor, régibus humanus timor” (Lib I contra Epist Parm, c. 7: a Dios hay que darle el amor cristiano, a los reyes el temor humano).

Para rezar: Quiero rezar con Calderón de la Barca: “Al rey, la hacienda y la vida se ha de dar; pero el honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios. Señor, ayúdame a darte mi adoración, y al estado, mi respeto, mi oración y mi sumisión en todo aquello que respete tu santa Ley. Pero cuando el estado me pida cosas en contra de tu santa Ley, dame la fuerza para decir “no”, aunque eso signifique la proscripción, la defenestración y el martirio.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org

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Antonio Rivero

El padre Antonio Rivero nació en Ávila (España) en 1956. Entró a la congregación de los Legionarios de Cristo en 1968 en Santander (España). Se ordenó de sacerdote en Roma en la Navidad de 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas en Salamanca, en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y en Teología por la Universidad de santo Tomás también en Roma. Es doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) donde defendió su tesis el 16 abril del año 2013 sobre la dirección espiritual en san Juan de Ávila, obteniendo “Summa cum laude”. Realizó su ministerio sacerdotal como formador y profesor de Humanidades clásicas en el seminario en México y España. Fue vicario parroquial en la ciudad de Buenos Aires durante doce años. Durante diez años fue director espiritual y profesor de teología y oratoria en el Seminario María Mater Ecclesiae en são Paulo (Brasil), formando futuros sacerdotes diocesanos. Actualmente es profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y ayuda en el Centro Logos, en la formación de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Ha dedicado y dedica también parte de su ministerio sacerdotal a los Medios de Comunicación Social. Ha publicado catorce libros: Jesucristo, Historia de la Iglesia, Los diez mandamientos, Breve catequesis y compendio de liturgia, El tesoro de la Eucaristía, El arte de la predicación sagrada, La Santísima Virgen, Creo en la Vida eterna, Curso de Biblia para laicos, Personajes de la Pasión, G.P.S (Guía Para Santidad, síntesis de espiritualidad católica), Comentario a la liturgia dominical ciclo A, Comentario a la liturgia dominical ciclo B, Comentario a la liturgia dominical ciclo C. Ha grabado más de 200 CDs de formación. Da conferencias en Estados Unidos sobre pastoral familiar, formación católica y juventud. Y finalmente imparte retiros y cursos de formación a religiosas, seminaristas y sacerdotes diocesanos en México, Centroamérica y donde le invitan.

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