Comentario a la liturgia dominical

Domingo XXXII Ciclo A Textos: Sap 6, 12-16; 1 Tes 4, 13-18; Mateo 25, 1-13

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P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).

Idea principal: Dado que es incierto el día en que llegará el Señor para pedirnos cuentas de nuestra vida es de prudentes y sabios vivir en vigilancia perenne ahora, con la lámpara de la fe encendida, llena del aceite de nuestra caridad o buenas obras.

Síntesis del mensaje: el año litúrgico se encamina a su término y la Palabra de Dios nos invita este domingo a dirigir la mirada de la fe hacia “las cosas últimas”. Es de sabios meditar en las cosas venideras (primera lectura). Esta dimensión del más allá (escatológica) tiene que estar siempre en nuestro presupuesto existencial: ¿tendremos a la hora de la muerte la lámpara de nuestra fe encendida, las cuentas exactas y saldadas, y con el aceite de la caridad a tope para alimentar la lámpara y no quedarnos a medio camino? Después de la muerte, ya no podemos llenar la lámpara. 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, miremos a estas muchachas del evangelio de hoy. Son necias y desprevenidas. Por eso hacen cuatro cosas inútiles: ruegan a las otras que las salven –ya no es tiempo-, salen de noche a buscar vendedores –es absurdo-, llegan a puerta cerrada –obvio- y gritan –sin ser oídas-: “Señor, Señor, ábrenos”. ¿Resultado? “No os conozco”. ¿Moraleja? Tenemos que estar preparados para esta segunda venida de Cristo y no estar perdiendo el aceite de nuestra lámpara durante el camino de la vida por negligencia, por estar jugando en el carrusel de la fortuna y a los dados del placer. Yo, como san Pablo, sí creo en la segunda venida (segunda lectura). Y por eso quiero estar preparado y despierto. Y quiero ayudar a otros a prepararse conmigo. De esta manera, cuando venga el Señor nos encontrará con la lámpara de la fe encendida, con el aceite de la caridad derramándose por esa lámpara, con la conciencia tranquila y con la paz en el alma esperando el abrazo de Dios.

En segundo lugar, miremos a Cristo, aquí presentado como Esposo, pues lo que allá tendremos y saborearemos serán las bodas eternas con nuestro Salvador y sus amigos que se mantuvieron fieles a la alianza. La metáfora de las bodas simboliza la relación de amor, de índole nupcial, que se entabla entre Dios y cada uno de nosotros. ¿Por qué este Esposo Cristo llega tarde, de improviso? ¿Por qué ese grito en la noche? Cristo abre la puerta a las muchachas sensatas que estaban despiertas y tenían todo preparado y entran en la fiesta de bodas. Y, tras ellas, la puerta se cierra. Pudieron ingresar porque llenaron de aceite sus frascos, y así impidieron que la caridad, que es la llama del alma, se extinguiera. No podemos dormir. Un automovilista no puede permitirse el lujo de conducir durmiendo; un médico no puede ausentarse de una operación delicada e irse a dormir; un piloto de avión no puede convertir su cabina en salón dormitorio. Un solo instante de sueño sería fatal para tales personas y causaría un desastre nunca justificable. Así en nuestra vida cristiana.

Finalmente, y a nosotros, ¿qué nos dice esta parábola tan aleccionadora? Justamente esto: primero que estamos en la vida para ir hacia la eternidad, es decir, ese encuentro con Cristo que está ya preparando ese banquete de bodas definitivo, pues aquí en la tierra el banquete de la Eucaristía es a través del signo y del velo del sacramento; no perdamos la ruta; segundo, que tenemos que llenar siempre la lámpara de nuestra fe con el aceite de la caridad y amor, pues sólo así Jesús nos reconocerá y daremos con la puerta en medio de la oscuridad del camino; finalmente,  que si no hacemos esto entraremos desgraciadamente dentro del grupo de los necios y fatuos y seremos excluidos del banquete y escucharemos de Cristo: “No te conozco”. Con esto, el Señor nos está alertando que junto con la posibilidad de la salvación final, existe la de la condenación eterna, que muchos hoy quieren negar, escudándose en este sofisma: “Dios es tan bueno, que no permitirá que ninguno se condene”. Dios es serio. “De Dios nadie se burla. Lo que el hombre siembre, eso cosechará” (cf. Gál 6, 7). Si estuvimos jugando con la lámpara de la fe comprando otras velas en el supermercado de las sectas, tal vez se quebrará. Quien no alimenta esa lámpara con la caridad, se apagará.   

Para reflexionar: ¿Tengo preparadas las maletas para mi último viaje hacia Dios? ¿Cuido mi lámpara de la fe cristiana y católica, íntegra e incontaminada? ¿Llevo aceite de caridad de repuesto durante el trayecto hacia la eternidad?

Para rezar: Señor, hazme sensato. Señor, ayúdame para no tropezar durante el camino  y dejar caer mi lámpara. Señor, que camine feliz y radiante durante el trayecto hacia Ti, ayudando a mis hermanos que me necesiten, repartiendo el aceite de mi fe y amor, antes de que sea ya tarde. ¡Ven, Señor Jesús!

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org

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Antonio Rivero

El padre Antonio Rivero nació en Ávila (España) en 1956. Entró a la congregación de los Legionarios de Cristo en 1968 en Santander (España). Se ordenó de sacerdote en Roma en la Navidad de 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas en Salamanca, en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y en Teología por la Universidad de santo Tomás también en Roma. Es doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) donde defendió su tesis el 16 abril del año 2013 sobre la dirección espiritual en san Juan de Ávila, obteniendo “Summa cum laude”. Realizó su ministerio sacerdotal como formador y profesor de Humanidades clásicas en el seminario en México y España. Fue vicario parroquial en la ciudad de Buenos Aires durante doce años. Durante diez años fue director espiritual y profesor de teología y oratoria en el Seminario María Mater Ecclesiae en são Paulo (Brasil), formando futuros sacerdotes diocesanos. Actualmente es profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y ayuda en el Centro Logos, en la formación de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Ha dedicado y dedica también parte de su ministerio sacerdotal a los Medios de Comunicación Social. Ha publicado catorce libros: Jesucristo, Historia de la Iglesia, Los diez mandamientos, Breve catequesis y compendio de liturgia, El tesoro de la Eucaristía, El arte de la predicación sagrada, La Santísima Virgen, Creo en la Vida eterna, Curso de Biblia para laicos, Personajes de la Pasión, G.P.S (Guía Para Santidad, síntesis de espiritualidad católica), Comentario a la liturgia dominical ciclo A, Comentario a la liturgia dominical ciclo B, Comentario a la liturgia dominical ciclo C. Ha grabado más de 200 CDs de formación. Da conferencias en Estados Unidos sobre pastoral familiar, formación católica y juventud. Y finalmente imparte retiros y cursos de formación a religiosas, seminaristas y sacerdotes diocesanos en México, Centroamérica y donde le invitan.

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