Cómo evangelizar en una diócesis rural

Diez líneas de actuación en el horizonte de la Nueva Evangelización

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Ofrecemos a los lectores por su especial interés un artículo del obispo de Guadix-Baza, una de las diócesis más antiguas de España, en el corazón de Andalucía, al sur de Granada, publicado en el número de abril de la revista Palabra.

Muchas de las iniciativas surgidas para afrontar el reto de la nueva evangelización –el “Atrio de los Gentiles” y “la Misión Metrópolis”, por ejemplo– parecen ideadas y destinadas a ambientes preferentemente urbanos. Pero no conviene olvidar que esa tarea es universal, porque el ambiente secularizante llega a la zonas rurales de una manera no menos real. Así lo subraya monseñor Ginés García Beltrán, a la vez que propone diez líneas concretas de actuación en una diócesis rural.

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Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16, 15). Con estas palabras Jesús, antes de ascender al cielo, encarga su misma misión a la Iglesia. “Como el Padre me envió a mí, así también os envío a vosotros” (Jn 20, 21). Esta es, por tanto, la vocación de la Iglesia. El mandato misionero que Jesús hace a sus discípulos sigue siendo un don y una exigencia para la Iglesia de hoy. La Iglesia existe para evangelizar, como nos recordaba el Papa Pablo VI en la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (1975).

Nueva Evangelización. La situación del mundo actual se ha convertido en una apremiante, y siempre renovada, llamada a la Iglesia a anunciar a Jesucristo. El beato Juan Pablo II, en su Polonia natal, al poco tiempo de acceder a la Cátedra de Pedro, utilizó la expresión “Nueva Evangelización”, aunque la expresión se hizo más explícita en Haití, en 1983, al dirigirse a la Asamblea del CELAM. En aquella ocasión afirmó: “Una nueva evangelización. Nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión”.

A lo largo de su Pontificado, Juan Pablo II volvió sobre esta idea explicitándola y llenándola de sentido. El Papa Benedicto XVI ha dado un paso más al instituir el Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización (2010), y dedicar la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos al tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana” (2012). El mismo Año de la Fe que estamos celebrando es una invitación a profundizar, comprender y revitalizar la fe en un tiempo de secularización e increencia con vistas a transmitirla.

Nueva Evangelización

Pero, ¿qué es la nueva evangelización?, se preguntan muchos; ¿acaso hay que hacer algo diferente a lo que hemos hecho hasta ahora? Por nueva evangelización a menudo se ha entendido el funcionamiento dinámico, “el esfuerzo de renovación que la Iglesia está llamada a hacer para estar a la altura de los desafíos que el contexto sociocultural actual pone a la fe cristiana” (Lineamenta del Sínodo, n. 5). Esos desafíos se identifican con seis escenarios que en los últimos decenios interpelan a la Iglesia y exigen una respuesta adecuada para que también ellos se conviertan en lugares de testimonio de los cristianos, que están llamados a transformarlos con el anuncio del Evangelio. Sin embargo, la nueva evangelización es, y ha de ser, algo más. Leemos en los mismos Lineamenta estas palabras de gran profundidad y belleza: “La nueva evangelización es una actitud, un estilo audaz. Es la capacidad de parte del cristianismo de saber leer y descifrar los nuevos escenarios, que en estas últimas décadas han surgido dentro de la historia humana, para habitarlos y transformarlos en lugares de testimonio y de anuncio del Evangelio. Estos escenarios han sido identificados analíticamente y descritos varias veces; se trata de escenarios sociales, culturales, económicos, políticos y religiosos” (n. 6).

Carácter universal

Volviendo al mandato misionero del Señor, no puede pasar desapercibido su carácter universal, es decir, que el anuncio del Evangelio ha de llegar a todo hombre y hasta los confines del Orbe. Cada hombre, en cualquier lugar del mundo por pequeño que sea, es destinatario del designio de Dios, “que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4).

Interpelados por este encargo del Señor y convencidos de que Cristo es con mucho lo mejor, los cristianos ponemos las manos en el arado para anunciar el Evangelio, que es el mayor acto de amor a la humanidad. Cada uno lo hacemos allí donde el Señor nos ha puesto, y donde quiere que seamos testigos de su presencia.

No sólo en ciudades. Siguiendo las iniciativas y las acciones que están naciendo en el ámbito de la nueva evangelización, podría pensarse que están ideadas y destinadas para ambientes preferentemente urbanos. Algunos, hasta pueden tener la tentación de pensar que el futuro se juega en las grandes ciudades.

Atrio de los gentiles, congresos, exposiciones, programas universitarios y hasta la Misión Metrópolis, así parecen confirmarlo. Todas estas acciones son necesarias y oportunas, y darán muchos frutos sin duda. Sin embargo, la nueva evangelización es también una exigencia para las pequeñas Iglesias, Iglesias particulares que viven en zonas eminentemente rurales, a lo que van aparejadas pobreza, soledad y olvido. Sería injusto olvidar que de estas Iglesias han nacido creyentes que han dado mucha gloria a Dios y han escrito páginas muy hermosas de la historia de la Iglesia: sólo por citar algunos, san Isidro, un humilde labrador, el santo Cura de Ars, o el beato Juan XXIII. Desde esta realidad quiero mirar al horizonte de una evangelización renovada y siempre fiel al Evangelio y a la tradición de una comunidad viva que es la Iglesia.

Ambiente secularizante

En primer lugar, y aunque no lo parezca a primera vista, el ambiente secularizante llega a la zonas rurales de una forma particular, pero no menos real que en el resto de la sociedad. La transmisión más importante, y casi exclusiva, de la cultura ambiente llega a través de la televisión, y algo menos a través de la radio. Además, se recibe con un escaso juicio crítico hacia lo que se ve o se oye. Por su parte, los jóvenes han entrado de lleno en las redes sociales, como ocurre en ambientes urbanos.

El hombre rural siempre ha sentido cierta fascinación por lo urbano. Se mira a la ciudad y a su estilo de vida como modelo, con respeto y hasta con admiración. Sin embargo, también hay un sentimiento de desconfianza hacia lo que viene de fuera, hacia lo que no se conoce o no es cercano al ámbito de lo cotidiano.

Los hombres y las mujeres que viven en el ámbito rural son generosos y familiares, acogedores con los que vienen, solidarios en un sentido tradicional; pero al mismo tiempo son muy sensibles a lo que experimentan como aislamiento y necesidad de ser autosuficientes.

Acentos religiosos

En lo que hace referencia a lo religioso, en estas zonas todavía hay una simpatía natural hacia todo lo religioso, hacia la Iglesia y hacia los sacerdotes. Las actitudes críticas y de rechazo al hecho religioso y sus representantes son escasas. Se puede ser practicante o no de la fe, pero ésta es respetada y deseada, incluso como signo de identidad.

La religiosidad está muy basada en las tradiciones, muchas veces con poco sentido de fe. En los mayores, sin embargo, la fe está arraigada y es sincera, profesada y practicada. En los jóvenes se respira el mismo ambiente que el de cualquier joven; en esto se experimenta el hecho de la globalización.

Con el Mensaje del último Sínodo de los Obispos, podemos afirmar: “Conducir a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo hacia Jesús, al encuentro con él, es una urgencia que afecta a todas las regiones del mundo, tanto las de antigua como las de reciente evangelización. En todos los lugares se siente la necesidad de reavivar una fe que corre el riesgo de apagarse en contextos culturales que obstaculizan su enraizamiento personal,
su presencia social, la claridad de sus contenidos y sus frutos coherentes”.

La evangelización es el anuncio de Jesús y su novedad está en proponer nuevamente el encuentro con el Señor, descubrir en él la belleza, la bondad, la verdad y el sentido de nuestra existencia, “la fe se decide toda en la relación que establecemos con la persona de Jesús, que sale a nuestro encuentro”. Un encuentro que cambia la vida del hombre, que provoca una verdadera conversión, y proporciona criterios que definen una nueva existencia en el creyente, como dice San Pablo: “El que es de Cristo es una criatura nueva” (2 Cor 5, 17).

Diez líneas de actuación

A la luz de todo lo dicho anteriormente, me atrevo proponer algunas líneas de reflexión acerca de lo que ha de constituir el ser y el hacer de una nueva evangelización en el contexto de una diócesis, fundamentalmente, rural. Estas convicciones nacen de mi experiencia de Pastor, con lo que esto tiene de fuerza y de debilidad al mismo tiempo.

1. El centro del anuncio ha de ser la persona de Cristo, presentada en toda su verdad y de un modo sencillo, con un lenguaje claro, asequible y testimonial. Es el Señor quien nos muestra el verdadero rostro del Padre y la acción del Espíritu Santo en nosotros.

2. Hemos de recuperar la celebración de los misterios de Cristo, especialmente la de los sacramentos, mediante una renovación no sólo de los ritos sino también de la participación activa y fructuosa de los fieles. Hemos de devolver a la celebración su espíritu, y hacerlo con sencillez y solemnidad.

3. Es importante evangelizar las tradiciones, en especial la piedad popular. Evitar el desprecio o el rechazo de estas tradiciones, por más vacías que hayan llegado a quedar. Es necesario llenarlas de Evangelio a través de la formación en los fundamentos de la fe cristiana y la propuesta de una piedad sencilla y sincera.

4. Es necesario crear la conciencia de que no estamos solos, que formamos parte de la Iglesia. Que son muchos los que en la diócesis o en la Iglesia universal profesan la misma fe. Es la comunión de y con la Iglesia.

5. En estas Iglesias es también muy importante la formación en la fe, la que piden y reciben con verdadero interés. Se ha de cuidar la catequesis.

6. La cercanía y el testimonio son fundamentales. En estas comunidades pequeñas las relaciones humanas son muy estrechas, y los gestos de cercanía muy valorados. Se puede conocer a todos. La visita a las casas, la atención a los enfermos, el acompañamiento en el duelo, son gestos que crean familia y unen para siempre.

7. No puedo olvidar la capacidad que la Iglesia ha tenido históricamente para colaborar en la creación del tejido social. Es esta una forma de evangelizar que se ha ido olvidando y que hemos de recuperar. La Iglesia ha de colaborar en la creación del tejido social a través de la educación, el desarrollo social y la caridad.

8. Es importante hacer de nuestro patrimonio un auténtico medio de evangelización. Son muchas las parroquias pequeñas que tienen un importante patrimonio histórico y artístico, expresión de la fe del pueblo. Se puede evangelizar utilizando ese patrimonio para el fin para el que fue creado.

9. En estas zonas la presencia es uno de los elementos esenciales de la evangelización. Cuando todos se van, el sacerdote o las religiosas permanecen, y viven con la gente y como ellos. Son parte esencial del pueblo, a los que se les respeta y quiere.

10. Finalmente, creo que hay que realizar una verdadera pastoral de la santidad. Son muchos los que llevan una vida auténticamente cristiana. A todos hay que invitarlos y ayudarlos a vivir en santidad.

La visita pastoral

Para terminar, en mi experiencia como Obispo, creo que la visita pastoral es un medio precioso de evangelización. El anuncio del Evangelio, la celebración de los misterios de Cristo, la vida de caridad y la cercanía a los que el Señor me ha encomendado, especialmente a los niños, a los jóvenes, a las familias, a los enfermos, son un encuentro en la fe del Pastor con su pueblo y del pueblo con el Pastor; en definitiva, un encuentro de gracia: eso es la evangelización.

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Gina García Beltrán

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