¿Cómo se siente la Iglesia en Francia?

Responde Jean-Baptiste Maillard, autor de “Dios está de vuelta”

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ROMA, martes, 13 octubre 2009 (ZENIT.org).- “En Francia, la Iglesia se siente bien cuando evangeliza”. Es lo que ha constatado Jean-Baptiste Maillard, autor de “Dieu est de retour” (Dios está de vuelta), una obra que ha escrito tras una verdadera encuesta de campo, para descubrir la Iglesia en Francia hoy. El escritor ha respondido a algunas preguntas de ZENIT.

Esta obra es el fruto de una encuesta de campo. ¿Ha querido ver con sus propios  ojos cómo se siente la Iglesia de Francia? ¿Qué impresión tiene?

J.-B. Maillard: He podido constatar que en Francia, la Iglesia se siente bien cuando evangeliza. ¡Cuántas riquezas insospechadas! Imagínese usted en un cabaret dispuesto a evangelizar: es lo que hace todos los fines de semana el padre Axel, al que he tenido la alegría de acompañar, descubriendo así la presencia de Dios en un lugar por lo menos inesperado. Y sí, Dios está por todas partes, está de vuelta, ¡y nosotros somos testigos! ¿Qué diría usted si cogiera en autostop a un joven seminarista que quiere hacerle encontrar a Jesús y reza por usted a Nuestra Señora del autostop? ¿Si durante una peregrinación a Medjugorge con el Club Medj, un chófer le propone una vuelta en moto para traer a no creyentes? ¿Creería usted a este joven rabino recientemente convertido al catolicismo que leía la Biblia a escondidas desde los ocho años? ¿O a esta religiosa del monasterio cisterciense Nuestra Señora de Bonneval, donde no había vocaciones desde hace treinta años, hablarle de evangelización? ¿Y todavía, esta nueva comunidad, la Sociedad de misioneros de la Misericordia Divina, adherida a la forma extraordinaria del rito –y en la que el obispo acaba de ordenar a dos de sus diez seminaristas–, que propone Cristo a los musulmanes? (cf. : www.annuncioblog.com) Estas son todas las personas a las que he interrogado en “Dios está de vuelta”.

La constatación es simple: se puede anunciar Cristo a todo el mundo, ya sea a los sin techo, a las parejas, a los niños, a sus colegas de trabajo, a los transeúntes… ¡y funciona! Hay conversiones, fulgurantes o discretas. Dicho esto, “la mies es abundante y los obreros pocos” (Mt 9,37). La Iglesia necesita una dinámica de crecimiento, para usar la expresión del padre Mario Saint Pierre, doctor en Teología, al que interrogué sobre la cuestión de la formación. Esto se aplica a toda nuestra evangelización: “El discípulo no es superior a su maestro” (Lc 6,40): si Jesús va a buscar a las ovejas una por una, ¡nosotros debemos hacer lo mismo!

-¿Qué consejo daría a un cristiano, a un sacerdote o incluso a un obispo, desanimado, que tiene el sentimiento de que la Iglesia está a punto de desaparecer en torno a él?

J.-B. Maillard: estoy poco preparado para ello, pero puesto que me pide mi consejo, diría que hoy se ha dado todo a los cristianos para “cambiar el mundo”. El Evangelio tiene este magnífico “poder”. Dios está de vuelta en el corazón de nuestros contemporáneos que lo habían rechazado, numerosos signos lo atestiguan cada día. La mies de las almas es abundante y sólo queda cosecharla, es decir anunciar. Entonces a un cristiano, le recordaría que si está solo, está en peligro. Que se una a una parroquia, un movimiento, donde la evangelización es la primera prioridad, para recibir el apoyo de sus hermanos, ser animado en su vida de oración y su apostolado. A un sacerdote, que redoble la oración hacia Aquél que ha dado su vida, y encuentra nuevos medios concretos para evangelizar con sus fieles, allí donde el Señor le ha colocado. A un obispo, desearía decirle que su misión, como sucesor de los apóstoles, hace de él el primero de la cordada en la evangelización. Con la ayuda del Espíritu Santo, sabrá abrir nuevas canteras, ¡lejos de nuestras costumbres!

-¿Cuáles son los signos más positivos de la vitalidad de la Iglesia en Francia, en su opinión?

J.-B. Maillard: Mire a estos niños que reciben cada mes su “paquete-misión”: evangelizan su entorno, ¡e incluso a sus compañeros de clase! ¿No es un signo de vitalidad? Hay por todas partes “Semillas de Esperanza” desconocidas que hacen avanzar el Reino. Es lo que he querido mostrar con “Dios está de vuelta”. Una nueva generación de católicos está a punto de despertar, como nos lo explica bien “Glorious” [proyecto de pastoral de jóvenes], cuya fórmula parroquial “Lyon centro” experimenta un gran éxito. Otro ejemplo, el Festival “Anuncio”, que, desde hace dos años, propone cada verano a más de trescientos jóvenes una primera experiencia de evangelización de sobre el terreno: es una iniciativa muy rica de sentido. Sin olvidar el Festival Mariano Internacional, que se puede interpretar como un “signo” del cumplimiento de la profecía de Marthe Robin: ella veía a Francia volver a levantarse recurriendo a la ayuda de la Virgen. Pero para mí el signo más positivo es el número creciente de lugares de adoración, paralelamente a una nueva toma de conciencia de nuestra misión primera: el anuncio de Cristo.

-¿Dónde está en su opinión las dificultades mayores, los principales obstáculos a la evangelización?

J.-B. Maillard: El principal obstáculo a la evangelización, como para la santidad, es uno mismo. ¿Cómo va nuestra relación con Jesús? ¿Nos aprovechamos verdaderamente de los sacramentos que El nos da a través de sus ministros? ¿Sabemos dejarnos mirar por El a través sde la adoración? En su encíclica Redemptoris Missio sobre la misión de Cristo redentor, muy de actualidad con el año sacerdotal, Juan Pablo II decía que el mayor misionero es el santo. Explicaba también que la contemplación es el motor de la evangelización. Es necesario que la Presencia real y la adoración estén en el centro de nuestras parroquias, de nuestros dispositivos, de nuestros encuentros.

Cada uno –¡y yo el primero!- debe recordar que la caridad, como nos dice Benedicto XVI, es el alma de la misión. También debemos ser más amantes en el umbral y el interior de la Iglesia, hasta en nuestras familias. Puede ser que la gracia de la época que vivimos es la de poder reencontrar una mejor comprensión de la misión que Cristo nos ha confiado, como dice sor Anne-Claire en mi libro. Debemos “abrirnos” a todo esto.

-En Europa en general, las vocaciones disminuyen así como la práctica religiosa. En algunos países de América Latina, de África, de Asia, el aumento es por el contrario sorprendente. ¿Piensa que Europa pueda extraer de ello una lección? ¿Esto países evangelizan más?

J.-B. Maillard: Es cierto que estos países conocen una “nueva juventud”. Puede ser debido a su reciente evangelización, mientras que Europa es una “anciana” a nivel espiritual, esto quiere decir que es posible un enriquecimiento mutuo.

Conozco mal este país, pero tomemos por ejemplo Brasil, donde acompañé a un obispo francés en 2007 para visitar las nuevas comunidades. Aunque todas diferentes, me impresionó su celo misionero y el número de vocaciones. En todas estas comunidades, la existencia de capilla vivas, permanentemente habitadas por la presencia orante de sus miembros, me ha llevado a reflexionar. Visité especialmente la cadena de televisión de la comunidad Cançao Nova, que disfruta una frecuencia en las ondas nacionales, y que vive sólo de donativos, como Zenit. Ha sido creada con un objetivo de evangelización a través de los medios de comunicación, después de que su fundador se fijara en la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi de Pablo VI, dedicada a la evangelización en el mundo moderno (Benedicto XVI la cita en su última encíclica y en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2009, el próximo 19 de octubre).

Hoy, Cançao Nova llega
a 50 millones de telespectadores y 2,5 millones de internautas a la semana. Cuando organizan un acontecimiento para los jóvenes, estos acuden de todo Brasil, y llenan su sala de 70.000 plazas. De este ejemplo, tenemos muchas lecciones que extraer: por supuesto que habría que adaptar el contenido de las emisiones brasileñas al público europeo: una inculturación es siempre necesaria. Pero esto no debe ser un pretexto para contentarnos, con nuestros medios actuales, de simplemente revigorizar la fe de los católicos “existentes”. En este campo, haría falta como mínimo que cada país tuviera una cadena de evangelización en las ondas nacionales, una radio y un sitio internet para evangelizar a las masas.

Otro ejemplo: fin de septiembre, en Brasilia, tuvo lugar un acontecimiento diocesano de evangelización de masas, el 14 “Hallel” (Aleluya), primer encuentro musical cristiano de América Latina. Es un seminarista francés que estudia allí el que nos lo relata en Anuncioblog: “Con el gran refuerzo de artistas católicos brasileños y de numerosos oradores, son más de 200.000 personas las que han pasado por el lugar a lo largo de la jornada, inaugurada con la misa presidida por el arzobispo de Brasilia. Una gran capilla montada para la ocasión, acogiendo el Santo Sacramento expuesto durante toda la duración del acontecimiento. Al lado de la exposición, estaba el lugar dedicado a las confesiones, donde entre dos mil y tres mil personas pudieron reconciliarse con Dios. Todos los movimientos, pastorales, congregaciones religiosas, comunidades nuevas y parroquias de la diócesis estaban presentes, para testimoniar su fe y anunciar el Evangelio a todo llegado”. Este concepto por tanto llegó de Francia, pero los brasileños han sabido desarrollarlo con un ardor nuevo. De manera general, Europa debe aprender, como ellos, a hablar a todos. Debe sobre todo aprender a desprenderse de su intelectualismo. Francia ha permanecido muy cartesiana; hay que explicarlo todo, incluídos los grandes misterios de Dios. ¡Ahora la fe ya no se explica! La fe es un don de Dios que responde al sí de cada uno. Y he aquí lo que nos enseñan estas comunidades: hay que dejarse coger por el amor de Dios.

Por esto, en Francia como en Europa, la evangelización necesita un cambio de paradigma a nivel de métodos: hace falta un anuncio explícito, kerigmático, de la Buena Noticia de salud, a todos nuestros contemporáneos alejados de Dios, sin excepción. No podemos permanecer replegados sobre nosotros mismos, sobre nuestras parroquias, nuestros movimientos, nuestras asociaciones, y debemos sin cesar atender en el espíritu a todas las almas que esperan, a dos pasos –¿puerta a puerta?- de nuestra casa, hablarles de Cristo. Evangelizar no es cuestión de sensibilidad o incluso de emoción. Evangelizar es sobre todo amar. Proponer un encuentro nacido de otro encuentro. Y es responder al llamamiento de Cristo: “Id por todas las naciones, haced discípulos y bautizadles, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19).

[Por Gisèle Plantec, traducido del francés por Nieves San Martín]

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ZENIT Staff

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