Cómo vencer las tinieblas del propio ser

La sabiduría de Anselm Grün, monje y autor de bestsellers espirituales

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ROMA, 9 septiembre 2002 (ZENIT.orgAvvenire).- El benedictino Anselm Grün, 57 años, de la Abadía bávara de Münsterschwarzach (a 40 kilómetros de Wurzburgo, en Alemania), es uno de los autores espirituales más leídos hoy : se han vendido dos millones de ejemplares de sus noventa títulos, sólo en alemán, sin contar las traducciones a 23 idiomas.

Desde hace dos lustros, ha creado una institución en la que, con la ayuda de un equipo de terapeutas, ayuda personas a salir de «sus tinieblas interiores». Así lo explica en esta entrevista.

–Padre Grün, ¿qué cosa es la noche?

–Padre Grün: Yo diferencio la sombra de la noche. La sombra es la parte de sí mismo que no se puede dominar y con la que nos debemos reconciliar. Así se puede considerar que el odio es la sombra del amor. La noche, en cambio, es el oscurecimiento del ser, la desesperación, el aislamiento.

–¿Cómo reconciliarse con las propias partes de sombra?

–Padre Grün: Comenzando por reconocer que tienen su razón de ser, que no son malvadas en sí mismas. Si queremos luchar de frente contra nuestras sombras, corremos el riesgo de encadenarnos, porque las fuerzas empeñadas nos sobrepasan. Hay que integrarlas en nuestra vida, amaestrarlas, hablar con ellas. ¿Desde cuando existe esta parte de sombra? Todas nuestras sombras tienen una justificación. Lo que es peligroso es separarlas de nosotros.

–Y usted, ¿cómo ha aprendido a no tener miedo de sus tinieblas interiores?

–Padre Grün: No he vivido nunca la noche total, sólo momentos de oscuridad, en especial hacia los 23-24 años. Aspiraba todavía al amor de una mujer y estaba tentado de revisar mi opción de vida. Lo he resuelto con la ayuda de la meditación. En esa época encontré también al filósofo y terapeuta Graf Dürkheim. No hice lo que se llama terapia propiamente hablando, pero tuvimos junto a otros hermanos largas conversaciones. A partir de aquí me interesé en Carl Gustav Jung y empecé a leer a los padres del desierto.

–¿Y qué enseñan los padres del desierto sobre la noche?

–Padre Grün: Un buen número de ellos ¡no duerme nunca mucho! Incluso aspiraban a no dormir del todo para velar con Cristo. La noche, como el desierto, era para ellos el lugar de combate contra sus demonios. Pensaban que entrando voluntariamente en el desierto y en la oscuridad, habrían dado luz al mundo.

–¿Todas las religiones subrayan la importancia de la noche?

–Padre Grün: Sí. El cristianismo celebra dos grandes noches, en Navidad y en Pascua. En ellas, esperamos la venida de Cristo. Ciertamente lo paganos celebraban ya el 25 de diciembre como fiesta del solsticio. Pero, fechando el nacimiento de Jesús en el medio de la noche del solsticio de invierno, los cristianos han querido significar que la Navidad anuncia el retorno del día. Un símbolo que tiene su importancia porque las largas noches del invierno, en aquella época, estaban infestadas de espíritus maléficos y espantosos. El retorno de la luz manifestaba la victoria sobre estos malvados demonios. Pero el símbolo de Navidad es todavía más fuerte: cuando Dios se hace hombre, ¡se enciende la luz!

–¿Lo ha verificado también en el itinerario de las personas que acompaña?

–Padre Grün: Ciertamente. Hacer luz en la propia existencia, comprender el sentido, es ahuyentar las ilusiones y por tanto acoger en ella más vida. Por esto en el cristianismo primitivo se llamaba al bautismo “la iluminación”. Hoy, la aspiración a la luz me parece muy fuerte entre nuestros contemporáneos. Muchos, sin saberlo, la buscan con tenacidad. Entre quienes vienen a escucharme, constato a menudo que la expresión de la mirada se ilumina en el curso de la tarde. Cuando una persona deprimida sueña con la luz, hemos notado que esto marca el inicio de su curación.

–¿Qué experiencias de la noche han hecho quienes siguen sus sesiones?

–Padre Grün: Algunos tienen problemas de relaciones. Otros están enfermos física o psíquicamente. Otros están todavía tan angustiados y se sienten acosados por un mundo exterior hostil que piensan que no tienen ya lugar en esta tierra. Pero no creo en la noche absoluta. Todos tenemos dentro de nosotros una nostalgia, una aspiración a la luz. Y el hecho de que estas personas vengan a buscarme hace suponer que tengan todavía la esperanza de la claridad, aunque tengan miedo de que la noche les envuelva completamente.

–¿Cómo ayuda a quien ha intentado el suicidio?

–Padre Grün: Cuando el estado suicida deriva de la depresión, y de la enfermedad psíquica, lo remitimos a un psiquiatra. Nosotros podemos ayudarles sólo si su deseo de morir deriva de una desesperación espiritual. En este caso, se trata de mostrar cómo Dios ama y puede ayudar a cada uno. Pienso especialmente en los jóvenes que no encuentran sentido a su vida y permanecen en la ilusión, en la idealización. A estos jóvenes que viven a menudo exclusivamente en el intelecto, tratamos de hacerles gustar y sentir la vida: respirar, mirar, escuchar, moverse… Nada mejor que trabajos de jardinería ¡y horarios fijos!

–Pero para un cristiano ¿la luz no es la fe?

–Padre Grün: Sí. Lo cantamos en el oficio de completas: encendemos la luz para que la oscuridad de la tarde no nos engulla.

–Pero la noche ¿no es también un momento privilegiado para un monje?

–Padre Grün: Diría más, ¡un momento sagrado! En la abadía, nos levantamos todos los días a las 4,20. Los monjes velamos mientras el mundo duerme porque tenemos la esperanza de que la noche silenciosa se haga tiempo de experiencia de Dios. Dios nos habla durante estos momentos de gran silencio.

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ZENIT Staff

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