Comunicado de la archidiócesis de Maracaibo sobre la crisis en Venezuela

MARACAIBO, martes, 9 marzo 2004 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el comunicado difundido por la archidiócesis venezolana de Maracaibo sobre la crisis que atraviesa el país en estos momentos.

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ARQUIDIÓCESIS DE MARACAIBO

COMUNICADO

AL PUEBLO DE DIOS Y TODAS LAS PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD

1. Como pastor de esta porción de la grey zuliana, me siento hondamente preocupado por el clima de violencia, miedo e incertidumbre que se ha generado en la región y el país, en torno al proceso de validación de las firmas llevado a cabo por el Consejo Nacional Electoral (CNE)

2. Nos encontramos sumidos en la confusión y el pánico, entre otros factores, por la presencia en las calles de militares con artefactos bélicos, las colas nerviosas en las gasolineras, el cierre de institutos educativos, el miedo a circular en horas de la noche y a enviar a los niños a clase.

3. Es particularmente preocupante la forma violenta y agresiva cómo fueron abordados y detenidos un grupo de estudiantes y profesores de la Universidad Católica Cecilio Acosta (UNICA) por parte de efectivos de la Guardia Nacional y por el procedimiento administrativo y judicial tan desproporcionado que se les aplicó. El diálogo, la reprimenda y la amonestación severa bastaban para hacerles entender su situación irregular y evitar las vejaciones a las que fueron sometidos. En medio de estas acciones desmedidas, es justo sin embargo resaltar, el trato humano y respetuoso que recibieron mientras permanecieron en el Comando Regional No.3.

4. Recalco esta lamentable situación porque las cuestiones que se debaten actualmente son de mucha monta y tocan aspectos fundamentales para el porvenir del país y la salida pacífica y constitucional de la crisis. Por eso todos necesitamos que funcionen a plenitud las garantías constitucionales, se generen espacios que estimulen el cumplimiento de los deberes ciudadanos y se fortalezca la vigencia de los derechos humanos consagrados en la Constitución, particularmente el derecho a la vida y a la integridad física.

5. Es una responsabilidad primaria de las autoridades velar para que no se coarte el derecho a la protesta pública, pacífica y ciudadana, universalmente reconocido en toda democracia y para que, en casos de actuaciones ilegales, se haga uso de medios proporcionados de disuasión y de diálogo antes de apelar a la represión con la fuerza pública.

6. Todos debemos contribuir para crear un clima que nos permita reflexionar con calma, actuar con la cabeza y no arrastrados por emociones y pasiones extremas. Favorece mucho la creación de este clima el empeño que pongamos en mantener las actividades educativas y académicas en todos los niveles ya que también nuestros niños y jóvenes tienen derecho a la educación.

7. Hago un llamado a todas las personas e instituciones que se sientan defraudadas o engañadas por la decisión del CNE a no caer en la desesperación. Las exhorto a agotar todas las salidas democráticas y pacíficas antes de dejarse llevar hacia soluciones violentas que solo traen consigo dolor y muerte.

8. Es mi deber recordar que todo acto que atente contra el derecho a la vida, la integridad física, la convivencia pacífica, la resolución arbitrada de los conflictos, es contrario al mensaje de Jesús. Un cristiano, que crea en la bienaventuranza de la paz (Cf. Mt. 5, 9) no puede incitar con su ejemplo o con sus palabras al irrespeto de sus semejantes, a la agresión física, al vilipendio moral o a la descalificación del prójimo aunque lo considere su adversario o, aún más, su enemigo (Cf. Mt. 5, 44-45).

9. Tenemos la imperiosa obligación de ampliar el horizonte de nuestra mirada más allá de la coyuntura política y buscar caminos nuevos para trabajar juntos en la consecución de una justicia social en libertad que abarque a todo el pueblo, particularmente a los excluidos y los transforme en sujetos y protagonistas de la construcción de un país para todos. Es el único camino que nos garantiza llegar a gozar de la bienaventuranza de la paz. No hay otro.

10. Iniciamos el pasado miércoles de ceniza el camino de Cuaresma, tiempo privilegiado de los cristianos para renovar la fe y vivir con mayor plenitud las exigencias de la caridad. Pido al Señor Jesús, que murió y resucitó por nosotros, por intercesión de Nuestra Señora de Chiquinquirá, la madre del pueblo zuliano, que nos haga capaces de transformar las dolorosas circunstancias actuales en una escuela donde aprendamos a actuar con sensatez, a derribar muros de incomprensión y de odio y a construir puentes de encuentro y de reconciliación. Dios los bendiga.

Maracaibo, 4 de marzo de 2004

+ Ubaldo R. Santana Sequera
Arzobispo de Maracaibo

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ZENIT Staff

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