Con la ciencia, crece la responsabilidad de los científicos; dice el Papa

Al encontrarse con los miembros de la Academia Pontificia de las Ciencias

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CIUDAD DEL VATICANO, 11 noviembre 2002 (ZENIT.org).- El progreso de la ciencia aumenta la responsabilidad de los científicos, constató este lunes Juan Pablo II al encontrarse con los participantes en la asamblea plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias.

Dirigiéndose a los sesenta expertos y científicos –entre los que había Premios Nobel– el pontífice quiso afrontar el mismo argumento que les ha reunido en Roma del viernes pasado hasta este martes: «Los valores culturales de la ciencia».

El argumento de discusión fue sugerido a los miembros de esta Academia de la Santa Sede, surgida en 1603, por Werner Arber, Premio Nobel 1978, profesor de Microbiología en el Biozentrum de la Universidad de Basilea (Suiza).

En su discurso, pronunciado en inglés, el Papa comenzó dejando claro que «la ciencia en sí misma representa un valor para el conocimiento y la comunidad humana».

«Gracias a las ciencias somos capaces de apreciar mejor lo que un miembro de esta Academia llamaba «la maravilla del ser humano»», –dijo el Papa en alusión al título del libro de John Eccles, Premio Nobel por sus estudios de Neurofisiología («The Wonder of Being Human: Our Brain and Our Mind»; Free Press, New York, 1984).

«Si la filosofía y la teología comprende mejor que en el pasado lo que significa ser un ser humano en el mundo –añadió–, se lo deben en buena parte a la ciencia».

Ahora bien, siguió diciendo, «precisamente porque los científicos «saben más», están llamados a «servir más»».

«Dado que la libertad de la que gozan en la investigación les da acceso al conocimiento especializado, tienen la responsabilidad de utilizarlo sabiamente para el beneficio de toda la humanidad», aseguró el Papa.

«No estoy pensando sólo en los peligros provocados por una ciencia carente de un trasfondo ético solidamente arraigado en la naturaleza de la persona humana y en el respeto del ambiente», confesó el Papa, sino sobre todo «en los enormes beneficios que la ciencia puede ofrecer a los pueblos del mundo», a través de la investigación y de sus aplicaciones tecnológicas.

El obispo de Roma abogó por una ciencia libre de intereses partidistas, protegida en su «legítima autonomía» de las «presiones económicas y políticas» y orientada «a la verdad y al bien común».

Por último, Juan Pablo II lanzó un llamamiento a los científicos para que con su labor puedan «incrementar el nivel de educación y mejorar las condiciones de salud», aplicar «estrategias para una justa distribución de los recursos», y «facilitar la libre circulación de informaciones» para «mejorar la calidad de la vida».

El pontífice consideró que la respuesta a estos desafíos constituye la mejor manera de celebrar los quinientos años de existencia de la Academia Pontificia de las Ciencias, que tendrá lugar el próximo año.

Son miembros de esta Academia entre otros Gary Stanley Becker, profesor de Economía de la University of Chicago, y Premio Nobel 1982; Ahmed Hassan Zewail, profesor de Química y Física en el California Institute of Tecnology de Pasadena, y Antonio Zichichi, presidente de Presidente de la Federación Mundial de Científicos (WFS, por sus siglas en inglés).

El presidente de la Academia es el profesor Nicola Cabibbo, profesor de Física teórica en la Universidad de Roma «La Sapienza». Son miembros honorarios de la Academia el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y el cardenal Carlo M. Martini, arzobispo emérito de Milán.

Actualmente es la única Academia de las Ciencias con carácter supranacional existente en el mundo. Tiene como fin: honrar la ciencia pura dondequiera que se encuentre; asegurar su libertad y favorecer las investigaciones, que constituyen la base indispensable para el progreso de las ciencias. La Academia se encuentra bajo la dependencia del Santo Padre.

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ZENIT Staff

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