Con la visita del Papa a Cuba la Iglesia pasó de la defensiva a la misión

Análisis del vicario general de la arquidiócesis de La Habana

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SAN LORENZO DE EL ESCORIAL, 4 septiembre 2002 (ZENIT.org).- El vicario general de la arquidiócesis de San Cristóbal de La Habana, monseñor Carlos Manuel de Céspedes, afirmó este martes que a partir de la visita de Juan Pablo II a Cuba, la Iglesia católica ha pasado de ser en este país «una Iglesia de la conservación y de la defensiva con vistas a la supervivencia a ser una Iglesia en estado de misión y crecimiento».

La afirmación de monseñor de Céspedes tuvo lugar en el transcurso de una conferencia –centrada sobre las relaciones entre la Iglesia católica y la sociedad cubana– impartida en los cursos de verano, que organiza la Universidad Complutense de Madrid en San Lorenzo de El Escorial.

El prelado comenzó analizando las distintas etapas por las que la Iglesia católica ha atravesado desde su implantación en Cuba, centrándose especialmente en este último siglo.

Se preguntó así cómo es posible que la sociedad cubana haya pasado de profesar un «ateísmo militante» –durante los primeros años del régimen de Fidel Castro– a revelarse en un 86 por ciento creyente, según investigaciones sociológicas citadas realizadas en 1994 y 1996,

Respondió ofreciendo como respuesta la «falta de responsabilidad ante la existencia» propia de sectores importantes de la sociedad cubana, de la que «nace la inconsistencia en materia religiosa, cultural y política».

Ni el pueblo cubano era tan religioso como se decía antes de la llegada al poder de Castro, ni ha sido tan ateo después, explicó.

De este modo, se entiende –aclaró– «el cambio brusco de actitud» de un pueblo que, tras afirmar su catolicidad en la década de los cincuenta, casi inmediatamente después «no tenía escrúpulos en firmar una solicitud al Partido Comunista en las que afirmaban que eran ateos».<br>
El prelado señaló que esto explica también el nuevo proceso actual que vive Cuba, en el que asiste al despegue de la vocación católica, acompañado sin embargo por el crecimiento de sectas fundamentalistas de corte pentecostal y de grupos sincréticos, estos últimos con tendencias hacia la paganización.

Ambas corrientes (la sectárea y la sincrética), concluyó, son «una realidad que dista mucho de ser una religión en el genuino sentido de la palabra» y «ambas actitudes comportan rompimientos culturales de consecuencias deteriorantes de la cultura y la nacionalidad».

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ZENIT Staff

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