Concursos de cultura bíblica en un periódico de tirada nacional en España

Habla Enric Juliana, subdirector del diario catalán «La Vanguardia»

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MADRID, domingo, 19 diciembre 2004 (ZENIT.org).- ¿Qué profeta fue vegetariano y pasó una noche sin ser devorado por los leones? ¿Qué evangelista, cuyo animal simbólico es el águila, escribió el fragmento de Nicodemo, en que se inspiran los «reborns»?… Son algunas de las 16 preguntas que «La Vanguardia» está publicando una a una en esta época navideña. Las preguntas forman parte de un concurso. Las respuestas –de una sola palabra– se envían por SMS, y quienes acumulan cierto número de aciertos, se hacen acreedores de algún premio. El regalo estrella es un viaje a Estados Unidos. Hace dos años se lanzó un concurso similar y el premio mayor consistió en un viaje a Tierra Santa.

Después de pasar por entre las mesas de la redacción madrileña de «La Vanguardia», se vislumbra al fondo la oficina de Enric Juliana, subdirector del diario, y delegado en Madrid. Periodista nato, 25 años en la profesión. Ha pasado por «El País», «Televisión Española» de Cataluña… En «La Vanguardia» lleva 13 años. De 1997 a 2000 fue corresponsal en Roma. Se considera culturalmente católico.

–Un concurso de cultura bíblica, ¿en un periódico de tirada nacional?

–Enric Juliana: Pensábamos cómo aplicar las nuevas tecnologías con un perfil adecuado a las características de nuestro diario. Creemos que el diario no debe ausentarse de la tradición y que debe tener una respiración que vaya más allá de lo superficial, y que busque unas referencias del fondo social. Normalmente, las iniciativas de carácter interactivo derivan con una cierta facilidad en una banalización del estilo: «¿España se va a retirar de Irak, sí o no? Envía un SMS con tu sí o con tu no». Así que nosotros nos planteamos introducir algún género interactivo en la sección local del diario, pero con una vinculación al ciclo tradicional del año. Y entonces, al acercarse Navidad pensamos que un concurso sobre cultura religiosa podía ser interesante. Sí…, tiene un carácter un tanto inédito, y sorprende… Quizá porque no se había hecho nunca.

–Cuando habla de tradición, ¿a qué se refiere?

–Enric Juliana: En la medida en que el mundo se nos aparece cada día como más complejo, para mí la tradición es importante, porque no deja de ser una reproposición de una serie de «constantes culturales» que ya se han planteado alguna vez en la historia. Ciertamente nunca se plantean en los mismos términos; pero podemos decir que los componentes esenciales están en las tragedias griegas, en la tradición hebrea, en el cristianismo… Digamos que las preguntas de siempre, y algunas respuestas esenciales que se han dado, están escritas desde hace miles de años.

–¿Qué acogida tuvo el concurso de cultura bíblica de hace dos años?

–Enric Juliana: Lo hicimos y tuvo un resultado muy positivo. Tuvimos una buena audiencia. Creo que fue así porque lo introducimos con naturalidad. Nuestros lectores captaron bien que se establecía un nexo entre la cultura bíblica y la cultura general. Explicábamos cómo determinadas imágenes, determinadas expresiones perviven en el lenguaje, en los productos comerciales, en nuestra cultura… Era una cosa que no se había hecho jamás en la prensa española pero no tuvimos en ningún momento la sensación de que generase un rechazo, de que la gente lo viera mal. Al año siguiente hicimos un concurso sobre la cultura clásica. El sistema de los SMS va muy bien porque te permite llevar una estadística fiable y detallada: la gente que llama, los números que repiten, etc. Y logramos un nivel de fidelidad bastante alto: unas 400 personas respondieron a todas las preguntas durante todos los días que duró el concurso. Al final, teníamos cuatro o cinco personas que habían acertado todas las preguntas. El primer premio se sorteó entre ellos y recayó en un pastor evangélico.

–¿Qué particularidad tiene el concurso de esta Navidad?

–Enric Juliana: El nombre del concurso es «América-Europa, dos lecturas de la Biblia». Las preguntas giran en torno a estas diferencias de interpretación.

–¿Hacen cosas parecidas en otras épocas del año?

–Enric Juliana: Por Reyes, por ejemplo. Es la carta a los Reyes, que es algo ya más dirigido a los niños. Los niños escriben su carta a los Reyes Magos y la envían al periódico. Es un concurso más de redacción. En mayo hay un concurso de poesía rápida que se llama «e-poemas», con un gran éxito de audiencia…

–¿Cuál es su opinión sobre las raíces cristianas en la constitución europea?

–Enric Juliana: A mí no me hubiese molestado que hubiese una referencia al cristianismo. Porque se trataba de un reconocimiento de lo que es la realidad histórica. No era una definición doctrinal. A mí -incluso lo he escrito- no sólo no me molestaba sino que lo veía como conveniente. Creo que todo proyecto colectivo ha de reposar sobre una cierta identidad. Yo creo que todos nos hemos de sentir de una forma u otra, pertenecientes a una casa común. En algunos sectores intelectuales esto genera rechazo: «Con la revolución francesa hemos topado, amigo Sancho». Yo creo que ahí se ha perdido una oportunidad, porque se trataba de una constatación, y facilitabas que las personas que se sienten fuertemente identificadas con esos principios, se sintieran más implicadas en el proyecto europeo, sin que los laicos, sin que los agnósticos y los ateos, tuvieran que renunciar a nada sustantivo. Yo no soy católico practicante, pero me reconozco en la tradición católica. Soy más católico que budista, por razones obvias y con todo el respeto para los budistas, de los que me parece que alguna cosa también hemos de aprender.

–¿Por qué habrá habido tanta animadversión?

–Enric Juliana: Creo que hay una corriente cultural en Europa que es adversa al reconocimiento de la tradición religiosa. Vivimos un tiempo en que la figura del antagonista vuelve a ser muy importante, en ámbitos muy diversos y distintos. La deseable separación entre Iglesia y Estado es un objetivo ya cumplido en Europa. La sociedad europea hoy es una sociedad laica. Es evidente. Es la sociedad más laica del mundo. No hay una sociedad más laica que la europea. Realizado ese trayecto, ¿qué sentido tiene la antirreligiosidad? La figura del antagonista vuelve a estar en alza porque todo antagonista refuerza la identidad y vivimos una cierta crisis de identidades. Hay un laicismo sediento de medirse con un antagonista, con un «enemigo», como también creo que en el interior de ciertos sectores católicos late la misma pulsión.

–Según usted, ¿cuál puede ser la aportación de la Iglesia a Europa?

–Enric Juliana: Yo creo que el gran reto de la cultura contemporánea está en la supervivencia del sentido y del sentimiento de comunidad humana. Y en eso la Iglesia es pionera, ¿no?: todos somos iguales, estamos ahí, todos somos hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza, cortados todos con el mismo rasero…, un concepto tremendamente igualitario. De una gran belleza poética, también.

–¿Qué le llamó la atención de Italia, cuando fue corresponsal en Roma?

–Enric Juliana: Una de las cosas que me traje de Italia fue el tratamiento de la cultura religiosa en la prensa italiana, que es muy distinto al de España. España es un país que está muy dividido sobre este aspecto. A mí me sorprendió mucho ver en Italia, que esta cuestión se plantea en otros términos, sin división, ni crispaciones, como un fondo cultural común que admite matices, modulaciones, acentos e interpretaciones. Italia es un país teatral, pero también un país de matices. El nivel de información sobre las cuestiones de la Iglesia Católica, es muy alto. Hay diarios que están muy bien informados y que tienen una gran sensibilidad para afrontar estos temas con mayor naturalidad. La idea de nuest
ro concurso bíblico intenta ir en esa línea. Es un esfuerzo de considerar la cultura religiosa como un patrimonio común: de los que creen y también de los que no creen.

–¿En España esto es más difícil?

–Enric Juliana: Yo creo que éste es el tema que en España falla, y lo veo francamente complicado de resolver. Aunque yo diría que, paradójicamente, en Cataluña quizá sea más fácil. Digo paradójicamente porque existe la idea de que en Cataluña los niveles de religiosidad son más bajos que la media española y quizá eso sea cierto si se computa el nivel de asistencia a misa o a otros servicios religiosos. Cataluña es hoy una sociedad de catolicismo difuso. Se equivocan quienes creen que Cataluña es la Holanda latina. Hay en Cataluña un fondo católico de amplio espectro, prácticamente reconocible en todo el arco político. Es una religiosidad menos combatiente, menos amonestadora, más entrelazada con el laicismo. Pero Cataluña no es la luterana Holanda.

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ZENIT Staff

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