Confidencias del cardenal Bertone, nuevo secretario de Estado

CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 15 septiembre 2006 (ZENIT.org).- ¿Cómo es el cardenal Tarcisio Bertone, salesiano, secretario de Estado de Benedicto XVI a partir de este 15 de septiembre en sustitución del cardenal Angelo Sodano?

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El mismo purpurado, hasta ahora arzobispo de Génova, ha respondido a esta pregunta, ofreciendo anécdotas y confidencias, en una larga entrevista concedida al periodista Gianni Cardinale de la revista «30 Giorni».

El cardenal de 71 años, nacido en Romano Canavese (provincia de Turín, Piemonte), quinto de ocho hijos, explica que su padre era agricultor y el único de su pueblo suscrito a «L’Osservatore Romano» a excepción del párroco, mientras que su madre era una convencida antifascista, militante del Partido Popular Italiano y después de la Democracia Cristiana.

Tras entrar en el noviciado salesiano y ser ordenado sacerdote, se licenció y doctoró en Derecho Canónico con una tesis sobre «El gobierno de la Iglesia en el pensamiento de Benedicto XIV- Papa Lambertini (1740-1758)».

El relator de la tesis fue el canonista Alfons Maria Stickler –hoy cardenal de 96 años–, quien «le reprendía porque pasaba poco tiempo en la biblioteca».

«No quise nunca dedicarme exclusivamente a los estudios –se justifica–, siempre traté de ejercer una actividad pastoral entre los jóvenes con la predicación de retiros y con cursos de preparación al matrimonio, así como entre laicos comprometidos en el mundo social y político».

Confiesa que, cuando podía, en esos años, acudía al estadio de fútbol de Roma para ver los partidos de la Juventus, el equipo de Turín del que es aficionado.

En 1976 fue nombrado decano de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia Salesiana, de 1987 a 1989 fue vicerrector de la misma y de 1989 a 1991 rector. En esos años colaboró en la fase final del Código de Derecho Canónico.

Conoció más de cerca al cardenal Joseph Ratzinger al ser nombrado consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en 1984. En 1988, sus lazos se hicieron más intensos, pues fue nombrado miembro del grupo de expertos que asistió a Ratzinger en las negociaciones con el arzobispo Marcel Lefebvre.

«Fue una experiencia agotadora pero muy interesante, aunque el final no fue positivo. Especialmente tras la histórica audiencia concedida por Benedicto XVI el año pasado a monseñor Bernard Fellay, estoy convencido de que, si por parte lefebvrista se da una voluntad de regresar a la plena comunión con la Santa Sede, no será difícil encontrar las maneras adecuadas para alcanzar este resultado».

El 1 de agosto de 1991 el Papa Juan Pablo II le nombró arzobispo metropolitano de Vercelli, la sede episcopal más antigua de Piemonte.

Cuatro años después, el 13 de junio de 1995 el mismo Papa le pidió que regresara a Roma para ser secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuyo prefecto era el cardenal Ratzinger.

Ocupó este cargo durante siete años, en los que este organismo vaticano publicó importantes documentos como la declaración «Dominus Iesus», las Reglas para el examen de las doctrinas, las Normas sobre los delitos más graves reservados a la Congregación, o la Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y el comportamiento de los católicos en la vida política.…

Del mismo obispo de Roma recibió además importantes encargos personales, como la publicación del tercer secreto de Fátima.

Asegura que por las conversaciones que tuvo con sor Lucía de Fátima puede confirmar que ya se ha revelado todo sobre las apariciones. «El único aspecto que podría desarrollarse afecta al hecho de que sor Lucía pidió que la oración del Rosario se convirtiera en oración litúrgica. Pero esto no tiene nada que ver» con los secretos.

Otro encargo personal de Juan Pablo II fue asistir al antiguo arzobispo de Lusaka, monseñor Emmanuel Milingo, en agosto de 2001, cuando decidió regresar a la Iglesia católica después de su «boda» con la coreana María Sung, en el seno de la secta Moon.

«Sólo quiero decir que su regreso tras la primera fuga me lleno de alegría y que estoy muy triste hoy por esta segunda caída. Espero y rezo para que regrese definitivamente a retomar su puesto en la Iglesia católica. Se lo he encomendado a la intercesión del siervo de Dios, el Papa Juan Pablo II ».

Después, como arzobispo de Génova no se opuso a la construcción de mezquitas y criticó durísimamente al ministro italiano que ridiculizó a los musulmanes tras la publicación en periódicos occidentales de viñetas que caricaturizaban a Mahoma.

Benedicto XVI le propuso ser secretario de Estado en diciembre de 2005 y el cardenal se tomó un «período de pausa y oración», después del cual aceptó.

Habla francés, alemán, español y portugués, sin embargo, aunque lee el inglés, no lo habla.

«Es mi punto débil», reconoce. «Se lo dije inmediatamente al Santo Padre cuando me propuso servirle como secretario de Estado. Me alentó, revelándome que personalidades importantes, como el gran canciller Helmut Kohl, no hablan inglés. Además, en el servicio de la Santa Sede hay óptimos intérpretes», concluye.

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ZENIT Staff

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